Yolanda Moreno: El poder del arte en tiempos de crisis

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Yolanda Moreno, bailarina Venezolana, artísta, cultura, trayectoria

«La bailarina del pueblo venezolano» acaba de cumplir 80 años de edad con una energía envidiable que le permite continuar dando clases. Señala que los artistas deben entregar alegría «para olvidar tantas tragedias»

¿Quién no ha sentido a Venezuela en su piel cuando su enorme falda ondeaba entre piruetas y zapateos, cuando su típica belleza de tez morena, ojos grandes y cabellos negros, coronados con una flor, bailan un sabroso joropo apureño o una quirpa guariqueña? Ni siquiera a sus críticos y detractores se les ocurriría, a estas alturas, poner en duda su icónico aporte artístico y cultural, o dejar de reconocerla como: “la bailarina del pueblo venezolano”.

Y es que a sus recién cumplidos 80 años de edad, a Yolanda Moreno nadie le quita lo bailado, ni aquí en su tierra, y menos fuera de nuestra geografía. Han sido ella y su agrupación “Danzas Venezuela”, la imagen dancística más aplaudida y vista en todo el mundo a lo largo de seis décadas, con un estilo único replicado por miles de bailarines venezolanos.

Contrapunto disfrutó de sus verdades, ocurrencias y ensayos unos días después de la celebración de su cumpleaños, el pasado 6 de agosto. Igualita de locuaz, sonriente, sencilla y sorprendentemente enérgica y dinámica, Yolanda Moreno rememora para nosotros y nuestros lectores, su historia de vida sin retrotraerse del difícil presente que vive esa Venezuela, a la que ella tanto ha representado con sus bailes.

La “divina” del Guarataro

Para las nuevas generaciones que no conocen sus orígenes, Yolanda Moreno nació y vivió los primeros 20 años de su vida en el popular barrio caraqueño de El Guarataro. Hija de una familia humilde, se inició en la danza como integrante de un proyecto que creó el Ministerio del Trabajo por los años 1950, llamado «El Retablo de Maravillas», una suerte de compañía de danzas, cantos, música y teatro popular venezolano.

-¿Cómo llegas al baile?

-En realidad quería ser cantante. Pero era una niña de 13 años muy recogida en mi hogar. Ayudaba a mi mamá -ella era lavandera-, y a mí me tocaba lavar las piezas de ropa interior. Iba del colegio a la casa, pero en mi barrio todo el mundo me conocía y yo me sentía la más divina a esa edad porque apenas salía a la calle la gente me saludaba, hoy en día no me atrevería a salir ni a la esquina.

“Un día llegó un amigo de la familia a mi casa y convenció a mis padres para que me dieran permiso y me inscribiera en El Retablo de Maravillas. Ahí comencé cantando en el coro. Ese primer día estaba aterrada con la prueba pero el gran compositor José Reina me aceptó con mi voz fuerte de mezzo soprano. Lo de la danza vino después: cuando cantábamos algo más movido, como un merengue, se nos pidió que bailáramos un poco, entonces de allí surgió la idea de crear un grupo de danzas. Mis comienzos fueron con la bailarina Margarita Brener, una mujer a quien le debo mucho; cuando ella murió trajeron a la profesora colombiana Cecilia López, quien nos enseñó las danzas latinoamericanas y las danzas de raíz española.

-¿Recuerdas tu primera presentación como bailarina? ¿Qué sentiste ese día?

Mi primer baile fue un solo de pasodoble con música popular venezolana. ¿Tu sabes algo?, la inconciencia vale mucho en algunos momentos de la vida, porque yo no sabía realmente lo que estaba emprendiendo en ese momento. Yo solamente quería verme bonita, que me pintaran los rabitos en los ojos y los labios de rojo, porque como era aún muy jovencita, no me dejaban maquillar. Yo sentía que lo hacía perfecto, que era una artista, una figura grande, y en ese momento, se definió mi destino. A la gente le gustó mucho porque por primera vez el público vio a una agrupación bailando una danza conocida. Luego fui aprendiendo a coreografiar, a manejar muchos bailarines en el escenario, y me dije a mí misma: esto es lo mío.

El éxito castigado

El resto de la historia con “Danzas Venezuela” es más conocida, pero para hacerle “el puente” a las nuevas generaciones, hay que apuntar que es una agrupación que implantó un estilo de bailar y llevar al escenario versiones de nuestras danzas tradicionales, y es indudable que ese estilo ha sido copiado por la mayoría de los conjuntos de danzas populares venezolanas que hay en todo el país. Creada en 1964, aún tiene un cuerpo estable de bailarines y una escuela que continúa abierta.

-Tuviste muchos detractores por la forma como presentabas tus bailes y el vestuario y accesorios que usan los bailarines; muchos decían que no eran fieles ni apegados a la originalidad de como se danza en los pueblos y fiestas folclóricas de Venezuela, aunque otros te elogiaban.

-Sí, sí, yo estoy clarísima en eso: han dicho que desbaraté y deformé el folclore venezolano. Yo hice una proyección de nuestro folclore, hice de la danza venezolana un espectáculo; llevé nuestros bailes de una simple y sencilla representación de un pueblo a los grandes teatros: al Colón de Buenos Aires, a la Villa de Madrid, al Royale de Canadá y si sigo nombrando teatros no terminamos la entrevista. Allí están escritos todos los elogios y comentarios y entrevistas de grandes críticos de arte, periodistas, poetas, lo que se dijo en los festivales y en los más importantes medios de comunicación del mundo… nada que ocultar.

-Pero cuando regresabas a Venezuela llovían las críticas negativas hacia tu trabajo.

-La verdad que sí pero aprendí y ya no me importaba, aunque sí tomaba en cuenta algunos detalles para corregir porque no somos infalibles; yo entonces investigaba para producir cada pieza. Pero ¿sabes algo que me llenaba de satisfacciones?, que siempre tuve el apoyo de los poetas, de los escritores, de muchos músicos y de grandes artistas plásticos que me reconocieron y, por supuesto, de la gente de a pie, del pueblo en las calles.

-¿Te parece que el éxito en Venezuela es castigado en algunos casos?

-Para ciertas personas, grupos y roscas culturales (que siempre las hay) sí, el éxito es castigado, porque les da rabia lo que ese genio o ese artista lograron, que ellos no pudieron hacer. Fíjate cuánto le costó a Soto ser reconocido aquí; claro, después que triunfó afuera era Soto para acá y Soto para allá; a Carlos Cruz-Diez; sin ir más lejos; al maestro José Antonio Abreu, nuestro Premio Nobel Alternativo de Música, con una obra sin igual en el mundo entero, también él ha tenido sus detractores, y hasta a Gustavo Dudamel, a quien muchos adoramos, lo han querido destruir cuando lo que ha hecho es triunfar y brillar con su enorme talento, y es venezolano. Pero aquí tener éxito molesta, y si lo tienes, te cae.

-¿Se siente igual tener éxito fuera del país que en tu propio lugar de nacimiento?

-Ay mi amor, de nada vale que tengas éxito afuera si no lo tienes en tu propia tierra; uno necesita que el país crea en uno y en lo que haces. Venezuela es grande y lo más grande que tiene es su gente, ningún pueblo del mundo es como este. He viajado por el mundo entero, he estado metida en diferentes culturas, en países extraños, pero como mi país no hay otro. Por eso digo que tener éxito afuera es bueno pero el más grande es el que te ganas en tu país.

El valor de la palabra

Cuenta Yolanda Moreno que “Danzas Venezuela” sobrevive gracias al amor que sus bailarines le tienen a la compañía, pero la actividad ha mermado considerablemente: no tienen recursos para hacer nuevos montajes ni giras, y hace ya muchos años que les quitaron el subsidio del Estado, tanto a la compañía como a la escuela.

-¿A qué crees que se debe que el Estado no siguió apoyando tu obra?

-Apoyo a mí nada más no, sino a todos los que trabajan en la danza en Venezuela. No han creído en esto, pero la música y la danza son las artes más perfectas como embajadoras de la imagen de un país porque son lenguajes directos, que llegan más fácilmente a la gente, al colectivo.

“En lo que respecta a mi género de danza, el Ministerio de la Cultura se limitó a crear una Compañía Nacional de Danza para hacer unos bailes presentados como yo nunca había visto: bailan folclor con zapatos rosaditos de lasitos, con los moñitos todos igualitos y resulta que en folclore cada quien es libre, en la creatividad del pueblo, todos se visten diferentes; observa, por ejemplo: en los Diablos danzantes, las máscaras son variadas, cada quien crea su traje. Esa es precisamente la belleza del folclore”, explica la bailarina sin ambages.

-¿Este Gobierno te ha llamado alguna vez para que asesores o para contratarte?

-No, nunca; sin embargo, cuando Chávez recién asumió la presidencia, hubo un evento internacional de petróleo y tenían programado un espectáculo en el Círculo Militar con 5 o 6 agrupaciones. Al parecer, al Presidente no le gustaba lo que estaba viendo en los ensayos y un día recibí una llamada de la cancillería y me pidieron que, por orden del Primer Mandatario, me encargara y que se presentara todo en 25 minutos… Yo llegué y comencé a cortar aquí y allá, a hacer mis observaciones acerca de los trajes, y otros detalles, y llegué a los 25 minutos. En el ensayo final, de pronto siento una mano en el hombro y una voz que decía que solamente debían ser 25 minutos. Yo, sin voltear, respondí que ya lo había hecho, y cuando volteo, veo que es Chávez que me dice: “Yolanda, el espectáculo quedó redondo, como yo lo quería”.

-¿Después de eso qué ha pasado, has solicitado ayuda del Estado?

-Tengo un defecto: a mí no me gusta ir a un lugar donde creo que me van a decir que no o que no me van a recibir; yo no aguanto que me dejen afuera esperando, y que la persona que nos citó no llegue a tiempo, y más aún, que luego me digan que no va a poder venir. Soy de una época en que te citaban a las 5 de la tarde con el Ministro de Educación, y yo, a 15 minutos para las 5 estaba en el lugar.

-Esto que narras es parte de lo que está pasando en Venezuela, ¿es parte de una crisis de valores?

-En gran parte sí, pero pienso que es que la gente no se ocupa de su trabajo, no se dan cuenta del poder que tienen al ser correctos y al hacer las cosas a tiempo. Por otra parte, ya la palabra no pareciera tener peso… y honrar la palabra es ser correcto.

-¿Cuáles han sido los valores que han guiado tu vida, los más bonitos valores que ha tenido Yolanda Moreno?

-Tengo mucha sensibilidad hacia la gente y ante todo lo que tenga que ver con los seres humanos; creo que nadie es malo y eso me ha hecho mucho bien a lo largo de mi vida. Hasta cuando me han atacado, he creído que cada quien tiene su parecer, por eso nunca me han herido, han tratado, pero no lo han logrado. Y mi sencillez, soy así como hablo, como el común de las personas, nada de poses, ni cuando estoy bailando.

Belleza física o del alma

Muy bien conservada física y mentalmente a sus 80 años de edad. Siempre mantuvo un bonito cuerpo y ha sido coqueta toda su vida. Pero son sus ojos expresivos los que dicen todo lo que ella es por dentro y por fuera. Sus ojos hablan sin sonido y su mirada es profunda. Se casó a los 18 años con el escritor Manuel Rodríguez Cárdenas y tuvo dos hijos que le han regalado cuatro nietos.

-¿Has tenido muchos admiradores por tus atributos físicos o has conquistado más a través de tu baile?

-¡Ay Dios!, los admiradores siempre iban a los espectáculos… recuerdo que en Italia se me pegó un pintor que me escribía cartas; en lo que era la Unión Soviética, un poeta me enviaba flores, poemas y bombones, y recorrió toda la gira con nosotros, hasta donde los dejaban pasar.

-¿Y qué te decía tu esposo?

-Nada, él sabía que yo era una mujer correcta, de mi casa. Jamás me fui a una discoteca y siempre salíamos juntos. He sido una mujer muy centrada en mi familia y en mi trabajo.

-¿Cómo fue ese matrimonio con la diferencia de edad que había entre ustedes dos?

-Él me llevaba 25 años, pero fue un matrimonio bello, maravilloso, que duró 45 años. Hasta que Manuel falleció estuvimos juntos. Él me enseñó hasta a comer, a leer, a analizar las cosas. Me decía siempre: “Yolanda tienes que aprender, tienes que leer mucho, escuchar música clásica”. Al principio me fastidiaba mucho esa presión para que leyera pero después yo sentí que me cultivé y más nunca pude dejar de leer. Él me hacia exámenes de los libros clásicos de los autores que me daba: Balzac, Tolstoi, me leí a todos los rusos, a los ingleses… Yo le preguntaba todo a él. Me dejé guiar y aprendí mucho.

-¿Te has considerado una mujer bonita?

-No, yo no era bonita, lo que he sido toda mi vida es simpática. Yo hago muchas morisquetas y ya los ojos se me están cayendo porque la edad no perdona, pero nunca se me ha ocurrido hacerme algo en la cara ni en mi cuerpo, le tengo terror a la cirugía. Recuerdo que mi esposo me decía: “Yolanda, pareces una negrita de pan de trigo”.

– A tu edad, ¿cuál es tu rutina diaria de belleza?

-No me hago nada, la piel mía es piel de negra y aguanta mucho… mi mamá tenía la piel muy buena y creo que eso lo heredé de ella. No uso cremas, me echo agua y jabón -el más simple-, de esos que me llevo de los hoteles, y por las noches, después que me quito bien el maquillaje, me pongo agua de rosas en la cara y ya, más nada, porque la piel tiene que respirar. Sin embargo, ya estoy pensando que voy a empezar a ponerme las cremitas, ahora sí me llegó la hora. Y para mi cuerpo, camino mucho y hago mis clases de ballet todas las semanas, porque ahora es cuando las necesito, y a veces siento que tengo más energía que las mismas jovencitas.

-¿Cuáles crees que son tus mayores defectos?

-Tengo muchos. Soy muy apurada, quiero todo para ya. Quiero todo rápido, por eso ya en estos momentos no estoy para trabajar con niñitas, ya estoy acostumbrada a trabajar con gente más grande y adulta. Pero disfruto mucho con las pequeñas de la escuela; cuando entro al salón de clases ellas se asustan, las más chiquiticas, pero para mí eso es un incentivo, que las niñas me digan: “señora Yolanda la vimos en la televisión»… y me abrazan y se quieren arremolinar todas en mis piernas, y yo me dejo abrazar y consentir.

El poder de la cultura y del arte

-Tú, que sientes a Venezuela en tu piel, en tu baile, que la llevas en tu cuerpo cuando danzas, que eres un emblema artístico, ¿cómo estás sintiendo a Venezuela en este momento?

-Siento que la gente está asustada; los venezolanos no sabemos cómo actuar, entonces en ciertos momentos esto hace crisis y comienzan la violencias en las colas… eso es triste, es desagradable, sobre todo para Venezuela que ha sido un país tan rico. La gente se siente como acogotada y no sabe cómo hacer para comer; cuando una mamá anda buscando leche para su hijo y no la encuentra, eso es una desesperación muy fuerte… yo tengo un nietecito de un añito, pero afortunadamente la leche la tiene la mamá en su pecho, pero si él tuviera que tomar leche normal ¿cómo haríamos?

«El temor tiene un defecto y es que en el momento que hace crisis aparece la violencia; quien se encuentra desesperado actúa de una manera insospechada, y esto es triste, pero hay que tener fe. Yo le debo mucho a mi gente, a mi país, me han salido muchas ofertas de afuera pero yo me quedo aquí porque me necesitan aquí; sigo formando a niñas y a bailarines que luego se convierten en maestros y se van por todo el país».

-¿Hay o habrá otra Yolanda Moreno, alguna heredera de tu obra?

-Las hay y que bailan mejor que yo; están en Caracas, en Maturín, en Valencia, en todas partes donde hay agrupaciones de danza nacional. Creo en la juventud y en el derecho y el deber de seguir levantando la bandera del arte del país.

-¿En este momento de crisis, con todo dolarizado, niños muriendo en los hospitales por falta de medicinas, ¿qué peso tiene el arte?

-La gente necesita del arte para distraerse de tantos problemas, claro, la gente piensa dos veces pagar en un espectáculo porque no tiene dinero ni para comprar harina pan. Pero la gente necesita arte para llenarse de alegría y olvidar tanta tragedia. Pero falta una mano dura, y al mismo tiempo un visionario, para echar a andar un gran proyecto. Pienso que el Estado olvidó el poder del arte en tiempos de crisis.

-¿Cuál es la voz de Yolanda Moreno en este momento de desesperanza para muchos venezolanos?

-Yo les diría a los artistas en general y, en especial, a los bailarines, que pensemos que nuestro deber es siempre llevar un mensaje de alegría, de fe, de esperanza y de renovación. En este momento, es más necesario, mantener el fervor del poder que tiene el arte, porque el deber de nosotros, es mantener el fuego encendido del arte.

-¿Qué herencia piensas que le dejas a tus hijos y a Venezuela?

-A mis hijos le dejaré mi ejemplo y mis buenos valores de rectitud, trabajo, transparencia y humildad; y a mi país, el haber llevado su esencia, ritmo y sencillez por todo el mundo. Ese es mi orgullo y mi mejor aporte.

Fuente Contrapunto.com

Yolanda Moreno, bailarina Venezolana, artísta, cultura, trayectoria

Originally posted 2016-08-22 21:22:28.