Vinotinto sub-20: el final de una larga preparación

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Tiempo, ensayo y error —también muchas horas de sudor— tuvieron que pasar para que la selección Vinotinto sub-20 alcanzara el nivel deportivo que mostró y pateó en el mundial Corea del Sur 2017. La oncena hizo gala de su técnica y elementos tácticos. Entendió que, en equipo, se proyectan buenos resultados y goles ¿El futbolista nace o se hace? Según el entrenador español Oscar Cano Moreno, “se hace con base a las cualidades con las que nace”. Pero para que alguien descubra su talento, debe relacionarse con la actividad en cuestión. Y para que ese talento germine, debe ponerse en tierra fértil. Ni lo primero ni lo segundo sucedía con frecuencia en Venezuela. Hasta que, hace 16 años, Richard Páez llevó a la selección nacional Vinotinto absoluta —que tenía apenas tres victorias en 34 años de competencia— a ganar cuatro partidos seguidos en la Eliminatoria para Corea y Japón 2002. Corría el año 2001 y los hoy subcampeones del Mundial sub-20, que entonces sumaban apenas tres y cuatro años de edad, comenzaron a respirar ilusión.

“Antes de 2001 el fútbol ya era un producto televisivo con mucha atracción en Venezuela. Los clubes europeos más exitosos tenían legiones de fanáticos con pasaporte criollo y los Mundiales eran una locura. Sin embargo, el juego no era tradición nacional sino regional en lugares como Los Andes o Bolívar; era mucho más relevante como espectáculo que como deporte”, escribe el analista Luis Revilla en su artículo “Testigos del Boom”, donde cuenta que tal circunstancia “cambió con“la racha”. La Vinotinto se ganó un sitio en elprimetimede la TV venezolana y desde ahí no solo se presentó como la alternativa local para vivir un Mundial de fútbol en carne y hueso, sino que también sembró en millones de niños y niñas la idea de jugarlo algún día”. Mientras que jugadores prestigiosos —de los tres primeros lustros del siglo XXI— se relacionaron con el balón en edades tardías —rondando los diez años— y empezaron a competir a un nivel exigente a edades en que sus colegas de otras parte del mundo ya eran profesionales —16 y 17 años—, la generación de Adalberto Peñaranda conoció las porterías antes de aprender a dividir. “¿Qué provocó el boom? Una masificación espontánea, que se jugara fútbol en todos lados, que la pelota llegara a la calle”, opinó en Twitter el periodista y analista Daniel Chapela.

El fenómeno social, denominado Boom Vinotinto, también tuvo otras repercusiones. En la película La Vinotinto, Ricardo David Páez cuenta que cuando decía que quería ser futbolista los adultos lo miraban con extrañeza, casi con reprobación. Ahora, explica el entrenador Daniel De Oliveria, el panorama es disímil: “Ya desde edades tempranas en Venezuela, tenemos jugadores mentalizados en llegar a ser profesionales. Y esto debido a que el fútbol pasó a ser un área de negocio muy importante para cualquier familia donde su hijo juegue fútbol; a diferencia de otrora, donde la gran mayoría de las personas tenía cierto miedo a que sus hijos jugaran, debido a que quizá no había un rendimiento económico adecuado en el futuro y no era bien visto desde el punto de vista social”. Agrega el periodista Edgardo Broner: “En el nuevo milenio se fue creando un entorno cada vez más alentador para que los muchachos se dediquen a este deporte, con espejos en la Vinotinto. Desde entonces lo ven como una profesión y quieren ser Arango o Rincón. Quieren dedicarse a esto y son alentados por sus familias o agentes, mientras crecieron las academias que visualizan el negocio, más que los equipos profesionales”.  Los errores

“El concepto del fútbol debe estar centralizado, se debe trabajar en una sola dirección. Mientras la Federación dicta sus normas, los equipos, cada uno, van por su lado. Lo mismo pasa con las escuelas: hay cientos en todo el país, cada una con su ‘verdad’, trabajando cada una por su cuenta. Si se centrara el trabajo, veríamos los frutos”, opina el periodista Cristóbal Guerra.

Las deficiencias en la estructura del fútbol formativo fueron detectadas por Richard Páez, quien presentó una propuesta a la Federación Venezolana de Fútbol (FVF) para actualizar al país. No se le hizo caso. “Eso era parte de ese proyecto que le presentamos a la FVF hace 17 años: comenzar en la disciplina fútbol siete —equipos reducidos en espacios de limitadas dimensiones— en los menores de 12 años. Pero todavía no es una tendencia generaliza u obligatoria en el fútbol nacional. Aún se ven partidos de fútbol 11con niños que corren en canchas desproporcionadas a su tamaño, que además siguen jugando con balones número cinco. Es decir, se siguen cometiendo esos errores que están enraizados en los dirigentes. Pero cada día va ganando también adeptos el fútbol siete en menores de 12 años y el desarrollo de un juego mucho más adecuado para el avance internacional”, dice Richard Páez.

La poca preparación de los entrenadores era y es otro problema que entorpece el desarrollo de los juveniles. “Eso es otra deuda, pero hay una gran cantidad de entrenadores y formadores que se están convirtiendo en guías, que es lo que necesitamos. En el fútbol menor lo que necesitamos imponer es un concepto inicialmente de lo técnico, luego el desarrollo de los elementos tácticos y luego lo más importante: el desarrollo cognitivo del juego. Lamentablemente, en el país son escasos los entrenadores que en el fútbol menor desarrollan la interpretación del juego y se busca el concepto más pragmático de jugar para ganar, nada más”, vuelve Páez. Sin embargo, entre un mar de errores había algunos aciertos. Decenas de profesionales calificados decidieron abonar la tierra. Así, pese a que son pocos en proporción, algunos juveniles cayeron en manos de personas capacitadas para exprimirlos al máximo. Explica Dani De Oliveira, formador de entrenadores y exseleccionador nacional sub-17 y sub-15: “La preparación de los jugadores —ahora subcampeones del mundo— ha sido muchísimo mejor. Esto tiene que ver con el programa de desarrollo que se realizó en los últimos ocho años, donde preparamos entrenadores a nivel nacional, no solo en los cursos certificados sino también en los de actualización. Asimismo, todos estos jugadores han coincidido con un ingreso mayor de dinero, lo cual trae una capacidad de invertir más en la planificación estratégica. Y cuando hay planificación, hay preparación. Y cuando hay preparación, hay una ejecución muchísimo mejor”.  Uno que se dio cuenta del potencial de esta nueva camada fue el exseleccionador nacional Noel Sanvicente, quien, por ejemplo, llevó a un Faríñez de 17 años a la Copa América. “Estos muchachos, sea lo que sea que pase, son el futuro de este equipo, y deben comenzar a sumar muchos minutos para poder alcanzar ese ritmo de competencia internacional que de ellos se busca”, declaró.

La importancia del fogueo

Desde el año 2007, en el fútbol profesional venezolano cada equipo debe alinear a un jugador juvenil. “Por primera vez, este proceso sub-20 comienza a sumar jugadores con característica y experiencia. La mayoría de ellos vienen jugando fútbol profesional con edad juvenil, y eso se hace en muy pocos países. Y la otra circunstancia es que tenemos una gran mayoría de expatriados futbolistas ya en esta edad que demuestra esa experiencia. Cuando dirigí a aquella selección juvenil que fue al Sudamericano del año 2000, el jugador de más experiencia profesional era Miguel ‘Miky’ Mea Vitali, con 57 minutos. Eso identifica la gran diferencia que hoy se consigue, que para este torneo había jugadores que tenían por lo menos 30 o 35 partidos profesionales”, comenta Richard Páez.  Tras la expansión del 2007, la FVF obligó a los equipos de Primera y Segunda a competir en las categorías sub-14, sub-16, sub-18 y sub-20 del país, con lo que se ampliaron las canteras. “Es la competencia la que hace crecer al jugador. Pero a esto se le agrega un plus: la norma del juvenil. Porque en el 2005, cuando nosotros fuimos al Sudamericano sub-20 de Colombia, estaban jugadores como Ronald Vargas, Alejando el Lobo Guerra, Luis Manuel Seijas… eran tan buenos como los hoy subcampeones del mundo, ¿cuál es la diferencia? ¡Que aquellos nunca jugaron un minuto en profesional! Un jugador que se pone a entrenar todos los días con un equipo profesional, en el que comparte camerino con jugadores más grandes que han tenido más experiencia, en el que todos los días va realizar un trabajo metódico, planificado, de trabajos tácticos ya de otro nivel… y el jugador que va a jugar el domingo y se prepara mentalmente, a los 16 años, para competir a ese nivel… todo eso hace que el futbolista vaya quemando etapas de manera prematura”, agrega el exseleccionador sub-15, sub-17 y sub-20, Amleto Bonacorso.

Wuilker Faríñez ya era de los porteros más destacados del país antes de ser mayor de edad. Yangel Herrea migró a la MLS tras jugar 2995 minutos en Primera y Peñaranda llegó a Europa luego de ser uno de los jugadores más desequilibrantes del Deportivo La Guaira. “Participar en ligas de mayor nivel, con técnicos que aportan conocimiento del juego y preparación de alto estándar, más la propia elevación en el estatus socioeconómico, le da al jugador de esta época una plataforma que le permite acercarse a expresiones futbolísticas que antes eran inalcanzables”, escribió Daniel Chapela.

Retrato del equipo

La estocada final para el éxito tiene que ver con que Rafael Dudamel —que en el Mundial firmó la mejor actuación de su carrera como entrenador, mejorando los problemas para leer el juego durante los partidos que mostró con la selección absoluta— organizó, en palabras del profesor Amleto Bonacorso, la “mejor preparación de la historia” de selección juvenil venezolana alguna. Logró unificar a unos chamos que se convencieron de sus posibilidades”. En las cuatro fases del fútbol —ataque, defensa, transición ofensiva y transición defensiva—, la Vinotinto tuvo un buen rendimiento. Para Richard Páez, “el máximo potencial que yo le veo a esta selección sub-20 es la defensa que tiene: ha mostrado, como característica diferenciadora del resto de los conjuntos, una capacidad defensiva que la hace prácticamente impenetrable. Se protege bien en la pelota de táctica —fija tiro libre y córner—; sabe estar bien parada en el repliegue de la transición ataque-defensa; se repliega muy rápido; y tiene un condicionamiento generalizado en cada uno de los jugadores de la recuperación y presión inmediata después de la pérdida del balón”. Daniel De Oliveira, por su parte, agrega: “Es un equipo que sabe replegarse muy bien, que sabe frenar la velocidad del contrario en ataque y eso se presta para que el ritmo del rival se distorsione. La mayoría de los jugadores han demostrado una capacidad de duelos, de uno contra uno, importante. Y en el fútbol de hoy en día, tener duelos y ganarlos es básico para tener el control del partido”.  Es en el apartado ofensivo, con la pelota en los pies, donde aparecieron algunos de los pocos problemas —que, a base de talento, se supieron maquillar y eventualmente resolver. Richard Páez cree que la oncena “tiene muy buenos integrantes que todavía siguen jugando con un fútbol, para mí, muy individual en algunos aspectos. Pero a pesar de eso, tienen una capacidad y un hambre de gol, y cualquiera muestra capacidad en sus piernas y en su mente”. De Oliveira va más allá: “Una de las debilidades que pudo haber tenido el equipo es que siempre se quiere jugar hacia adelante, independientemente de que el contrario esté con superioridad numérica enfrente de ellos. Y, ante un equipo que sea muy inteligente y que tenga la capacidad de robarle el balón en esa fase, Venezuela puede tener una pérdida de balón constante. Pasó contra Alemania, los primero minutos. Pasó con Vanuatu, los primeros minutos. Y pasó también contra México, en los primero minutos”. El experto, que dirigió a figuras como Josef Martínez y Rómulo Otero, desliza que la selección en Corea del Sur fue evolucionando: “Entendieron la importancia del juego asociado de lado a lado. Pero muy pocas veces vemos esta rotación en las zonas de ataque de Venezuela, siempre se quiere entrar por el mismo lado. Hay ciertos jugadores que están en un proceso de madurez, que tienen que entender que esto puede convertirse en una debilidad. Si tienes el balón en un lado y el rival tiene superioridad numérica ahí, tienes que rotarlo independientemente de que ya estés en una zona de definición”. Los problemas para interpretar el juego durante el ataque posicional son casi genotípicos en el balompié criollo. “El concepto de juego de la mayoría de equipos venezolanos es el lanzamiento vertical largo hacia la zona defensiva del rival para aprovechar la segunda pelota, el rebote. Son muy pocos los equipos que tienen ese fútbol de toque, sudamericano. Y eso nos va a alejar otra vez de la competencia internacional”, suscribió Paéz en 2014.  La declaración se complementa con lo escrito, para Ecos del Balón, por Abel Rojas y Luis Revilla: “El Boom Vinotinto sedujo al niño y lo puso a jugar al fútbol, si bien esta pasión no se vio correspondida por una inversión inmediata en las academias de formación. De este modo,talento bruto sale a raudales, pero los principios básicos del juego y de la competición no parecen aprenderse con la misma especificidad y atención que en España, Holanda o Alemania, lo cual resiente, con especial énfasis, el nivel en demarcaciones como central o mediocentro. No obstante, incluso esto se resolverá de modo paulatino, porque el fútbol es de los futbolistas y Venezuela ya los tiene”.

Precisamente esto último es la noticia más positiva. Porque William Velásquez y Yangel Herrera —central y mediocentro, respectivamente— leen el juego y tienen capacidades con la pelota inéditas en similares de sus demarcaciones, así como Faríñez posee una formación técnica y táctica a la altura de la de los mejores porteros del mundo. Venezuela, 16 años después del inicio del Boom, empieza a tener futbolistas como los que siempre soñó.

Fuente El Estímulo

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