Vinotinto femenina, pobreza, gloria, fútbol femenino, adversidades
La selección femenina de fútbol inspiran al país. Un grupo de niñas que superan adversidades, desconfianzas, pobreza y carencias personales y colectivas para alzar el nombre de Venezuela en escenarios globales. Pero la realidad no se olvida, y mientras los aplausos se suceden frente al televisor y en los campos, los hogares de muchas de ellas sufren
Cuando Génesis Moncada llegó a la concentración de la Vinotinto, en el Mundial sub 17 de Trinidad y Tobago 2010, se impactó al ver tantas niñas de diferentes países: varios combinados se quedaron en el mismo hotel. El orden de las japonesas, por ejemplo, contrastaba con el desenfado de las venezolanas. Ninguna de las vinotintos estaba acostumbrada a semejante choque cultural.
Génesis era una de las representantes del UCV FC, el club de la Universidad Central de Venezuela, junto a Maleike Pacheco y Silvana Aron. Las tres pertenecían al segundo equipo más importante de la capital del país. Jugar ahí nunca fue fácil. En 2013, el director técnico (DT) Francisco Aron explicó: “La UCV costea los gastos –cuando viajan– de las jugadoras que sean estudiantes activas de la Universidad. Pero hasta ahí. Hay niñas que a pesar de que representan a la Universidad tienen que costearse sus gastos, o los representantes hacemos de tripas corazones para ayudarlas; hay muchos que gracias a Dios colaboran”.
Esos problemas los experimentaban gran parte de los equipos salvo, quizá, el Caracas, que se nutría de los ingresos generados por la categoría masculina. Las venezolanas estaban acostumbradas a jugar en campos pedregosos, con partidos que empezaban a destiempo y a ser vistas como alienígenas en el país de las bombas sexys y de las misses.
Varias venían de hogares con pocos recursos. Joemar Guarecuco vivía en Socopó, estado Barinas, y su familia apenas tenía dinero para comer. Caso similar era el de Ysaura Viso, quien sería el rostro más mediático de aquella generación. La muchacha de Santa María de Tiznados luchó contra los estereotipos hasta adquirir la notoriedad suficiente para ser el rostro publicitario de la Expo Guárico 2015.
Michelle Clemente, quien disputó los tres partidos de la fase de grupos, es hija de los Escotet, los dueños de Banesco. Jamás ha tenido problemas económicos; y Silvana, Génesis y Maleike venían de un entorno de clase media. Pero la mayor parte de las niñas evidenciaba problemas de nutrición y dicción que denotaban pobreza.
Explosión mediática
En 2013 llegó el primer título continental: un Sudamericano sub 17. El país conoció a Deyna Castellanos. También a Gabriela García, quien fue la goleadora del certamen. Ese combinando, previo a la competición, estuvo encerrado dos meses en Barinas, sin contar con giras de preparación ni amistosos internacionales.
Un año después llegó el Mundial sub 17 de Costa Rica, y se terminó de gestar el idilio de un país con muchachas en edad escolar. La Vinotinto quedó cuarta. La Bota de Oro la compartieron Gabriela García y Deyna Castellanos. Esta última contaba con apenas 15 años y su talento auguraba alegrías. En 2015, fue invitada a la gala del FIFA Balón de Oro. “Sé que lo que hicimos fue un punto de quiebre, ahorita en la calle muchas chicas quieren ser como cualquiera de las que estamos en la selección y jugar al fútbol; demostramos que este deporte no es solo de hombres”, declaró Deyna a Líder en abril pasado.
Gabriela regresó a su pueblo, Tunapuy, y a jugar con Estudiantes de Guárico. Su familia vive en una casa modesta, en donde siembra hortalizas y cría animales. Aunque el gobernador les ofreció un apartamento, no quisieron mudarse y cambiar sus costumbres. El apoyo que sí aceptó la atleta fue odontológico, para lograr una sonrisa de campeonato.
La base de esa generación tuvo dos destinos gloriosos. Las más jóvenes repitieron el título continental en 2016, esta vez como locales. Las de más edad clasificaron al Mundial sub 20 de Papúa Nueva Guinea, tras ser subcampeonas del Sudamericano de 2015. Ahí el resultado fue inverso al apoyo institucional recibido. A las chicas les pidieron que llevaran al torneo las camisetas usadas antes en una gira internacional en España: no había dinero para más ropa. Además, y extrañamente, la selección dirigida por José Catoya no fue abanderada. Tampoco les organizaron una rueda de prensa previa a la competición. Lourdes Moreno, la capitana, contó a El Estímulo que “nos sentíamos despreciadas, como si íbamos a participar por participar. Nosotras nos reunimos y dijimos que teníamos que ganar por nuestras familias y los pocos que sí nos apoyaban. A ellos debemos agradecerle el doble, porque fueron quienes nos motivaron a callar muchas bocas”.
Las chicas de la sub 17 y la sub 20 usaron los lauros para pedir más sostén. El entorno de los futbolistas profesionales masculinos decidió ayudar. Algunos jugadores apadrinaron cada uno a una seleccionada. Christian Santos, Tomás Rincón y Adalberto Peñaranda, fueron los primeros en hacer públicas sus donaciones. La tendencia se propagó. Aún ahora, hay jugadoras que han continuado bajo el ala protectora de su padrino. A otras, como dice una voz anónima, “les dieron un par de tacos y ya”.
Tu casa bien equipada
En el Sudamericano sub 17 celebrado en Barquisimeto en 2016, Deyna fue Bota de Oro y Daniuska Rodríguez líder en asistencias. En el último partido, 40 mil personas fueron a alentar. Millones lo hicieron por TV. Se registró un récord de asistencia para un torneo juvenil, incluyendo las competiciones masculinas. Era oficial: en Venezuela el éxito futbolístico estaba asociado a las féminas.
Las fotos de la casa que Daniuska compartía con su familia –su abuela, madre y tres hermanos– circularon por las redes luego del torneo. Ubicada en la comunidad Sagrado Corazón de Jesús, en Boca Río de la parroquia Santa Rosa de Valencia, la construcción era un típico rancho con techo de zinc. El éxito deportivo le sirvió a Daniuska para llamar la atención del gobernador de Carabobo, Francisco Ameliach, quien le otorgó un apartamento equipado en la primera etapa del Urbanismo Ciudad Chávez, en Valencia.
Daniuska no disputaría ni un minuto del Mundial de Jordania que comenzó en septiembre debido a una ruptura de ligamentos de rodilla, aunque logró entrar en la convocatoria. En esa selección, que volvió a alcanzar el cuarto lugar, participaban Yerliane Moreno, Hilary Vergara, Gladymar Rojas y María Cazorla, todas provenientes de familias de bajos recursos.
La primera cobra un sueldo simbólico con el Zamora y vive en Guasdualito (Apure), hacinada en una zona que pasa la mayor parte del año inundada. Kenneth Zseremeta llegó a decir: “Al gobernador de su estado (Ramón Carrizález), no esperemos que las niñas ganen, para que Yerliane no tenga que pasar en el techo de su casa una inundación”. Carlos Tato Celis, jefe de prensa de ese combinado, explica que “a raíz de los éxitos, poco a poco las están ayudando y les están dando algunas cosas, pero eso no cambia que muchas no tienen las tres comidas en su casa”.
Cuando el panameño Zseremeta anunció que no continuaría como DT dijo: “Me afecta mucho cuando las jugadoras llegan pidiéndome ayuda para una medicina o para comer, eso no puede ser. Necesito que el presidente de la República se haga eco”. En esa misma nota periodística, se afirma que Yulianny Goyo fue al Mundial de Costa Rica, vio unos minutos en el partido por el tercer puesto ante Italia, falló un penal y volvió a su rancho en una invasión en el sector Ruezga Sur de Barquisimeto.
Sandra Luzardo, Hilary Vergara, Nayluisa Cáceres, al igual que Daniuska, han recibido apartamentos de la Misión Vivienda. Para Vergara era un tema de seguridad, ya que es oriunda del barrio La Sábila, uno de los más peligrosos de Barquisimeto. Los antisociales de la zona la acosaban porque creían que su fama se reflejaba en su cuenta en el banco. Cazorla, huérfana, también necesita una casa urgente: vive en un rancho en Puerto Cabello, junto a sus abuelos.
Pegar el salto
La fama ha abierto puertas que antes eran inimaginables. Silvana Aron dijo que los éxitos en categorías menores no se trasladan a la absoluta porque “las niñas se hacen mujeres”. Como no hay fútbol profesional femenino en Venezuela, llega un punto en que las jugadoras deben estudiar y encontrar trabajo. El deporte pasa a ser una especie de hobby que asumen con seriedad. No obstante, algunas quieren cambiar eso.
A Ysuara Viso le llevó tiempo, pero logró migrar. Actualmente forma parte del FFC Vorderland, de Austria. Maleike Pacheco también dio el salto: está en Rocafuerte, de Ecuador. Ni goleadora ni portera ganan demasiado como para darse lujos, pero patear balones les permite comer.
La generación de Deyna es la que ha decidido apostar al fútbol con más fuerza. La llamada “Reina del gol” tiene una beca en la Universidad Estatal de Florida y juega en la División I de la NCAA. La beca es académica y cubre todos sus gastos, pero no pudo atender la convocatoria para el Mundial sub 20 porque le informaron que no podía perder más clases. Si sigue destacando en Estados Unidos, podría dar el salto al fútbol profesional.
Nayluisa Cáceres pertenece a la Unión Española (Ecuador). Por ser extranjera, cobra lo necesario para vivir. Franjolys Borges, del equipo de prensa de la Vinotinto, asegura que “luego del Sudamericano, quedaron buenas relaciones con entrenadores de Colombia y Uruguay. Se va a crear en Colombia una liga de fútbol profesional y están pendientes de las venezolanas. Hasta las mismas jugadoras brasileñas las recomiendan en sus equipos”.
Verónica Herrera, hoy día en el Deportivo La Guaira, no puede cobrar ni un bolívar. De hacerlo, perdería la oportunidad de concretar su beca con West Virginia University. Quiere destacar en el fútbol universitario para luego fichar por el Bayern Múnich. “Yo siempre he tenido como meta vivir del fútbol”, dice resuelta.
A raíz de los éxitos, se ha logrado más de apoyo. Hay equipos –como Estudiantes de Guárico, Caracas, Zamora y Deportivo Lara– que establecen salarios a sus piezas más destacadas. Sin embargo, las que más ingresen acaso llegarán a alrededor de 50 mil bolívares mensuales.
El discurso que más se escucha apunta a una sola cosa: irse al extranjero. El equipo de prensa de la selección trata de corregir las fallas de dicción que arrastran más de una. De igual modo, reciben clases de inglés y son apoyadas por la psicóloga Alejandra Blanco, quien les da herramientas para lidiar con la distancia.
Verónica Herrera afirma que su paso por la Vinotinto le cambió la vida. “La gente me reconoce. Cada vez que salgo a la calle me piden fotos, me saludan”. Una niña que en 2013 no llegaba a mil seguidores en su cuenta de Twitter hoy tiene casi 40 mil, y su relación con la prensa la gestiona la agencia Maggs Producciones.
Vivir bajo el escrutinio público también tiene su peso. Como Deyna, tan criticada por un tatuaje. Es el impuesto por salir del anonimato. “Esa parte la hemos atacado, pero no tanto cómo deberíamos”, asegura Franjolys. Se trata de que las niñas aprendan a cuidar su imagen, a saber qué decir y qué no. No es fácil, pero van adquiriendo las herramientas, también, para lidiar con una realidad que a más de una trató a las patadas. La respuesta es con chutes, para seguir metiendo goles.
Fuente El Estímulo
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Originally posted 2016-11-15 16:41:06.