Veruzhka Ramírez: A mí sí me rompieron los tacones en el Miss Venezuela

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Veruzhka Ramírez, Entrevista, Miss Venezuela

Veruzhka Ramírez cierra los ojos y se traslada rápidamente a aquella noche del 12 de septiembre de 1997. Aquella noche en la que conoció la fama; la noche en la que dejó de ser la muchacha de servicio para convertirse en la reina de un país.

No era la niña rica, ni la preferida de Osmel. Tenía 18 años y su nombre poco sonaba entre las favoritas de ese Miss Venezuela en el que por primera vez Maite Delgado asumía las riendas de la conducción. Pasaron 20 años y la recordada “cenicienta” cuenta a PANORAMA cómo vivió aquella experiencia que le sirvió para demostrarse a sí misma que todos merecemos una oportunidad y que no hay sueños imposibles.

“Yo nunca pensé en la posibilidad de ser miss. En mi adolescencia limpiaba, lavaba y planchaba en casas de familia, arreglaba jardines, hacía de todo un poco. Vivía con una señora maravillosa que me dio el calor de un hogar. Mi mamá tenía otras prioridades en ese momento y me dejó con ella. Así que me tocó vivir como en un circo, de un lugar a otro. Sí me llamaba la atención los concursos de belleza, pero yo era nadadora. No tenía nada por delante y nada por detrás. En mi liceo era la más alta y la más flaca del salón”, expresa Ramírez, vía telefónica, desde Miami.

Ella cuenta que su primer coqueteo con el mundo de la belleza ocurrió cuando unos muchachos la buscaron para participar en la Feria Internacional de San Sebastián, “me pintaron el pelo, me sacaron las cejas, me pusieron divina, pero quedé detrás de la ambulancia”.

Para Veruzhka, conocer a la miss Venezuela 1996 le daba mucha emoción e ilusión. “Hicieron una promoción con Parmalat en un supermercado y yo fui como fan a ver a Marena Bencomo. Recuerdo que fui con mis tres cartones de leche para que me firmaran autografos. Ahí me vio Maria Kallay y pidió mis datos para llevarme al casting. Marena me dijo: ‘Me gustaría coronarte como miss Venezuela’. Solo me eché a reír”, detalla la nacida en Táriba el 30 de julio de 1979.

“Mi primer encuentro con Osmel Sousa fue fatal, fuerte. Porque él me dijo que yo era puro pelo y ojos. Que tenía que engordar 10 kilos porque ya era miss Táchira. Fui la primera seleccionada. Me operaron la nariz y el busto. Tuve que entrenar el triple para sacar cuerpo porque era extremadamente delgada”, así narra el comienzo de aquella historia.

Veruzhka tenía muchas ganas de salir adelante y lo que más fuerza le daba era el amargo transitar que vivió en la Feria de San Sebastián: “Nadie me quería porque era muy humilde y no rica como la mayoría”.

Nunca fue la típica. No estaba en academias de modelaje, ni en ballet. “Yo juagaba fútbol, kickimball, pelotica de goma; no era nada refinada, quería aprender y fue el diseñador Octavio Vásquez quien me dio cobijo en su apartamento porque yo no tenía dónde quedarme. A él llegué a través del modista zuliano Dubal Ariza, que le habló de mi caso. Y pues viví con él en El Cafetal. El me trató siempre como una hija, me enseñaba, me ponía a leer, me ayudaba con la pronunciación. Era un ser completo, muy culto. Yo me levantaba a limpiar, a hacerle el almuerzo y él me decía que yo no había ido a ser su sirvienta. Me había graduado de bachiller. Tuve beca de rendimiento, mis promedios eran de 18 y 19. Yo sabía que al ser gocha me iban a llamar bruta, se iban a burlar del cantaito”, recalca la mujer que acaparó miradas en España como una reconocida modelo y “celebrity” en sus reality show.

Para la prensa de ese año, la favorita era Christina Dieckman, miss Nueva Esparta, pero la gente la veía como muy bomba sexy para quedarse con el trono. Daniela Kosán, miss Aragua, era también una de las más sonadas. Pero el destino de la corona estaba en otra candidata.

“Solo me nombraron favorita en el desayuno Kelloggs. En el certamen no tenía amigas muy cercanas, no todas me aceptaban, hasta comía con los bedeles Para mí fue muy duro. Yo sentía que no terminaba de encajar. Nunca tuve aires de grandeza, hice mi trabajo en silencio y tenía detrás un equipo que me acercó al triunfo”, dice.

Ramírez es de las que piensa que en el Miss Venezuela no todo es color de rosa: “A mí sí me rompieron los tacones. En el opening salí cojeando, pero nunca bajé la cabeza. Había muchas rivalidades, eso es mentira que todas son amigas. Obviamente todas quieren ganar. Eso es una competencia”.

Y aunque muchos crean que una participante siempre anhela la corona, en el caso de Veruzhka no fue así: “Cuando me nombraron entre las tres, lo primero que pensé fue: ‘Ya tengo carro’. Porque para ese entonces nos daban un auto. Sinceramente lo que más quería era el carro y comprarme un celular, yo era muy inocente, una muchacha”.

“Viste, que cuando la gente trabaja fuerte logra sus objetivos. Ahora hay que pulirse el triple”, fue lo que le dijo Osmel cuando Marena Bencomo la coronó. Ahora, dos décadas después, la reina del Táchira mira hacia atrás y ve un camino de recompensas, un camino que ha valido la pena.

“Aprendí a escuchar y a rodearme de personas que de verdad sumaran algo positivo a mi vida. Mi historia siempre será un relato de superación. Nací para inspirar”…

Fuente Panorama

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