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Decenas de venezolanos, con títulos de ingenieros, abogados o publicistas, no pueden ejercer su profesión y se dedican al comercio en Manta.
María Puertas estaba en una encrucijada. Decidió no tener hijos por la escasez de pañales que hay en Venezuela, pero tampoco conseguía anticonceptivos para evitar el embarazo.
Cuando su vida llegó a ese punto, supo que la situación no daba para más.
Así que junto con su esposo decidieron vender todas sus pertenencias y meses después viajar a Ecuador, como, según cifras oficiales, lo hicieron otros 8.078 venezolanos el año pasado.
Es que en Venezuela, un país donde el sueldo básico es tres o hasta cuatro veces menor al gasto mensual, las familias deben escoger entre comprar una cosa u otra, asegura María. “Si compras la comida, no compras medicinas o no mandas a tus hijos al colegio, y lo peor es que el dinero no te asegura el acceso a nada, porque hay que hacer fila para todo”, dice.
María es graduada en Publicidad y Mercadotecnia, pero desde hace cuatro meses vende arepas en la calle 13 y avenida 18 de Manta.
En Venezuela llegó a ejercer su carrera, pero el sueldo era demasiado bajo y a veces, por la inflación del país (700 %), solo le alcanzaba para comprar una funda de harina pan (mezcla de maíz y arroz para hacer arepas). “El sueldo era de unos 30 o 40 mil bolívares, pero lo que una familia requiere para vivir pasa los 200 mil bolívares”, expresa.
La Asociación Civil Venezolana en Ecuador tiene registrados a 5.674 venezolanos en el país, aunque se calcula que el número podría llegar a 16.000 legales y a un número similar de ilegales.
De los 5.674 registrados, el 73 % es profesional, es decir unas 4.242 personas. Estos, a su vez, se reparten en varias áreas de trabajo. Las principales son ingeniería (14 %), administración, publicidad y marketing (12 % cada una), medicina (11 %) y petróleos (10 %).
Ángela Balsa está dentro de estas estadísticas. Ella es una abogada venezolana que dejó su país hace dos meses, y ahora trabaja en Manta vendiendo moños. Dejó Venezuela porque lo que ganaba ya no le alcanzaba ni para comer. “Acá tenemos trabajo, y si conseguimos plata por lo menos podemos comprar lo que queramos, no es como allá, donde hay que hacer fila hasta por una funda de azúcar y de todos modos no llegas a comprarla”, señala.
Su esposo, Antonio Mora, es ingeniero, pero no puede ejercer su carrera porque no ha podido apostillar o legalizar el título en Ecuador.
La razón es que la página de Gestión de Trámites Universitarios (GTU) de Venezuela está bloqueada, lo que no permite hacer el trámite.
Hasta eso Antonio trabaja vendiendo moños en las calles de Manta, una labor que no le avergüenza y que, asegura, le está dando una mejor vida a su esposa y dos hijos.
GANABAN POCO. Oliver Ochoa es otro venezolano con título profesional que ha llegado a buscar mejores días en Manta. En su país trabajaba como ajustador de pérdidas (personas que recuperan vehículos por falta de pago), pero ahora vende arepas en Manta.
En Venezuela ganaba 40 mil bolívares mensuales, pero no le alcanzaba para nada. “Hace más de un año decidí que debía salir de allá, no daba más, era insoportable la situación. Te describo lo que está sucediendo: varias familias deben vivir juntas, es decir, los hijos que ya están casados y sus padres en una misma casa, para ahorrar gastos”, expresa.
Actualmente Oliver trabaja con otros venezolanos en las calles cercanas al mercado Central. Ofrecen empanadas y arepas. Cuenta que lo que ganan les alcanza para pagar el alquiler del cuarto y los gastos de alimentación, algo que en su país en estos momentos resulta imposible.
Jennifer Ortega ha pasado por una situación similar. Ella era la dueña de un centro de eventos en Venezuela. Debido a la crisis, las fiestas escasearon y su negocio se fue a la quiebra. Estuvo dos meses sin trabajo.
Jennifer es publicista y aplicó lo que sabía en su centro de eventos. Ahora en Manta trabaja vendiendo dulces.
Llegó hace cinco meses, y junto con su esposo labora de 5h00 a 19h00 para lograr los ingresos necesarios. “Esto lo aprendimos en Venezuela, pero allá en estos momentos no hay futuro, muchos compatriotas prefieran llegar acá, a pesar de que hubo un terremoto. Imagínese nuestra desesperación. Allá, sin terremoto, estamos peor”, indica.
Fuente El Diario
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Originally posted 2016-10-29 13:43:52.