Juan Mercerón (Caracas, 1984) es un ‘lector-diseñador’. Para él, es imposible idear el concepto gráfico de un libro sin conocer a fondo su composición, su raíz. Necesita conectarse con lo que lee y a medida que avanza entre una página y otra, construye lo que será el diseño de la obra que tiene entre manos.
Fue esta pasión la que en mayo lo hizo merecedor, entre otras 800 propuestas, del II Premio Latinoamericano al Diseño Editorial, gracias a los conceptos aplicados a las obras de la editorial caraqueña Libros del Fuego. Este premio busca dar valor al diseño en la cadena de creación y producción de un libro, y el jurado estuvo conformado por destacados diseñadores de Brasil y Chile. También logró una mención honorífica en la categoría No ficción con el diseño de la obra Con la voz en alto.
Desde septiembre de 2013 se desempeña como director de arte de la editorial, trabajo que consideró retador ya que tanto él como Alberto Sáez y Rodnei Casares, editores de la casa, buscan hacer libros “con altos estándares de calidad con la menor cantidad de recursos”, un proyecto que ha ido construyéndose paso a paso.
Crear la imagen que dotará de identidad un libro constituye para Mercerón, una labor de análisis de la historia desde su interior. Las palabras también inspiran trazos, formas. “Creo que las imágenes están adentro y afuera de los libros, adentro: en las palabras de sus autores, y afuera: en la forma en que esas historias conectan con otras y cómo esas relaciones externas ayudan a proyectarlo. Mi tarea sería entonces sacar de allí esas imágenes que logren englobar el concepto general del libro o que atrapen la esencia de la historia”, explicó a PANORAMA desde Chile, donde reside actualmente.
“Las señas de identidad de Libros del fuego son más bien difusas, gestos que se han ido construyendo en una identidad: el cuidado de los detalles en la composición tipográfica, los lomos donde solo varía el segundo color, la ubicación del logotipo y el emblema en las cubiertas, la misma tipografía para el texto principal de cada libro —Sina del alemán Dieter Hofrichter— entre otros, que al colocarse uno al lado del otro dan la sensación de conjunto”, sostuvo Mercerón, quien define su trabajo como: austero, etéreo y anómalo.
Antes de dedicarse de lleno al área de diseño gráfico y editorial, Mercerón ingresó en 2003 al núcleo El Litoral de la Universidad Simón Bolívar, para estudiar Tecnología electrónica, un área que en nada se asemeja a su pasión actual. “Comencé a estudiar en la USB cuando la sede de esa universidad estaba funcionando en Sartenejas a raíz de la tragedia de La Guaira y por razones económicas: no tenía cómo pagar una universidad privada, ingresé a una formación técnica producto de la presión social de buscar carreras que ‘dieran dinero’. Estando adentro me di cuenta de lo poco productivo que sería para mí el seguir por ese camino, además que mi propensión a la lectura fue mayor porque la biblioteca de la USB era increíble, me la pasaba el día entero leyendo, así que decidí retirarme y comencé a trabajar”, expresó.
Al Instituto de Diseño Darias ingresó en 2008, lugar que le permitía trabajar y estudiar al mismo tiempo, pero al cabo de un par de años decidió no continuar dado a que no llenó sus expectativas. “Tenía más preguntas que respuestas y veía un estilo muy marcado en muchos de los graduados en esa escuela y a mí no me interesaba tener un estilo, creo que esa es una búsqueda de cada persona”, manifestó. Sin embargo, reconoció el aprendizaje que obtuvo de profesores como Ibrahim Nebreda y Luis Giraldo, con quien desarrolló su atracción por la tipografía.
“La palabra es imagen, y la tipografía es la forma visual de las palabras”, agregó.
Su verdadera formación vino luego, cuando trabajó durante nueve meses en el Museo de Arte Contemporáneo con Carlos Rodríguez como tutor y luego, junto a Álvaro Sotillo y Gabriela Fontanillas con quienes trabajó durante cinco años. Todo esto a la par de las lecturas e intercambios que hasta el momento se mantienen.
Su vocación fue forjándose desde la infancia, con la atracción que sentía hacia los libros y las formas, los dibujos que apreciaba desde la portada. “Me recuerdo leyendo Viaje al centro de la Tierra de Julio Verne una y otra vez, además que en la biblioteca de mi casa estaban los libros de la Fundación Polar diseñados por Álvaro Sotillo, que por supuesto no tenía ni idea de quién era ni que los libros se diseñaban, si recuerdo que los veía mucho y me preguntaba cómo era ese trabajo de hacer los libros”.
Y vaya que ha logrado dominar el arte editorial con identidad propia. Mercerón considera la austeridad como un bien, así que fue natural que sus diseños tuvieran esta característica. “Siempre buscamos que los libros sean maleables, que se adapten a la anatomía del lector, que sean cómodos, que el lector sienta que fue tomado en consideración porque el fin último de nuestro diseño es ser soporte de las palabras de nuestros autores”, aseveró.
¿Un libro puede ser apreciado por su historia y también como objeto? Sin dudar, afirmó que un libro son muchas cosas, “es un ‘artefacto cultural’ y por eso no se agota en sí mismo, ni su historia, ni su diseño, ni su aspecto físico son definitivos, siempre va a variar según las manos y los ojos de cada lector, es un recipiente de historias, pensamientos, inquietudes y narraciones que le dan forma a nuestra cultura, así que si un libro puede ser apreciado por una o varias de sus características quiere decir que llegó a buen puerto”.
Fuente Panorama
Originally posted 2016-05-27 21:23:54.