Stefany Hernández, Caer y Levantarse, ciclista olímpica, medallista, ciclista venezolana
Unas semanas previas a los Juegos Olímpicos de Río, el ánimo de Stefany Hernández, estrella del BMX venezolano, estaba lejos de refulgir como el oro. Así como en 2015 había logrado titularse campeona del mundo en Bélgica, una caída aparatosa en Argentina en marzo de este año –con un golpe en la cabeza que la hizo perder la conciencia y convulsionar, le nubló la vista por un tiempo y la obligó a orillar su ímpetu–, inició una racha de desplomes inusuales en ella. Sentía la cabeza como un yunque. La luz le molestaba. Fue a la Copa del Mundo en Manchester bajo su propio riesgo –fingió sentirse bien para participar– y confió en su conocimiento previo de aquella pista para salir airosa, a pesar de que aún no veía con claridad. Todo iba bien hasta que en la final terminó de nuevo en el suelo. Otro golpe en la cabeza. Todo se apagó por un instante. “Me acuerdo que pensé: ¿cómo me voy a volver a caer? Tengo que levantarme, la gente me está viendo”. Una costilla fisurada, un ligamento roto, una pierna morada. Más reposo. En Medellín, cuando debió defender el título mundial, logró alcanzar el séptimo lugar, en la que fue su última competición antes de las Olimpíadas.
A pesar de que una parte de ella seguía decidida a batallar, su autoestima seguía con moretones. “Si yo lo he dado todo y aun así no me ha ido bien, ¿para qué me voy a seguir esforzando tanto, si al final es cuestión de suerte?”, rememora. Aunque no dejaba nunca de entrenar en pro de su objetivo, rodaba envuelta en aquella aura de escepticismo hasta que se topó en Instagram con el texto de un colega atleta, quien compartía su paz de conciencia por estar dando el máximo esfuerzo para lograr el oro olímpico.
Allí se interrogó a sí misma. “¿Yo también lo estoy dando todo? Así me di cuenta de qué era lo que realmente estaba haciendo mal en ese momento, porque esa actitud no me iba a llevar a ninguna parte. Ya una vez mi psicólogo deportivo me lo había hecho ver: que estaba cómoda con figurar en el top 5, pero que todavía no era la número 1. Tenía que despertar, ponerme las pilas”.
Era el momento de condensar todo el aprendizaje de los últimos dos años, con el apoyo de un equipo de preparadores que, a pesar de aquellos reveses, tenía muy claro el potencial que en 2015 la había llevado a ser la #2 del mundo. Dispuesta a ponerse al día con bríos renovados, comenzó a entrenar a fondo y logró llegar a Brasil en óptimas condiciones.
El camino no estaría exento de embates. Perdió a un familiar poco antes de que comenzaran los juegos. Luego, en la primera competencia, el reloj oficial –que debió haberse detenido en 34.500– siguió de largo y le computó casi un segundo más, que en la escala deportiva puede significar una eternidad.
Así, en lugar de clasificar en la primera posición, quedó relegada a la cuarta. “La robaron”, rugían las redes sociales. ¿No se enfureció? “En el momento no, porque no entendía muy bien lo que había pasado y no le paré mucho. Después sí, porque si hubiesen registrado bien mi tiempo, en la siguiente prueba habría podido salir en el primer grupo. Claro que fue injusto. Como tantas otras injusticias que pasan en el mundo todos los días”. En la segunda carrera se cayó otra vez. En la prueba final, pedaleó con determinación y logró colgarse el bronce, que en los anales deportivos venezolanos figura como la decimoquinta presea de nuestra historia olímpica.
“Justo antes de la premiación estaba muy molesta. La gente pensaba que lloraba de felicidad, pero era de frustración. Estaba picada porque yo quería ganar. Quería dar esa alegría. A medida que todo se fue asentando, entendí que esa medalla era una recompensa por todo el trabajo que había hecho y la agradecí, porque es la primera medalla olímpica para el ciclismo nacional. Es como si Dios me hubiera dicho: ‘¿aguantaste? Está bien, agarra ahí’. Porque Dios no nos da lo que queremos, sino lo que necesitamos”.
Lo que esta temporada le enseñó es que es capaz de sacudirse el polvo tantas veces como haga falta y seguir. “Todas esas emociones forman parte de estar vivos: sufrir, amar, llorar, celebrar. Ahora tengo todavía más hambre de oro y sé que ya no solo cuento con mis propias energías para avanzar, sino con las de todo un país”. Hoy se ríe con candidez de lo sucia que está la cinta de su medalla, infinitamente manoseada por la alegría de tantos venezolanos que quisieron ver y tocar una de cerquita. “De Tokio 2020 traigo la de oro”, decreta.
“El apoyo de la gente es algo muy rico, que no tiene precio y que me motiva mucho, porque parte de lo que necesitamos los venezolanos en estos tiempos es unirnos y volver a trabajar en equipo”
Fuente Todo en Domingo
Stefany Hernández, Caer y Levantarse, ciclista olímpica, medallista, ciclista venezolana
Originally posted 2016-11-08 20:30:35.