Rafaela Requesens, tirapiedras convertida en líder

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Rafaela Requesens, tirapiedras, convertida en líder, líder político

Rafaela Requesens sopesó: ¿El flamenco o la política? ¿El tiempo libre o las responsabilidades? ¿Una vida común y corriente o ser la cara de la Universidad Central de Venezuela? Líder estudiantil, a los 24 años asumió la presidencia de la Federación de Centros Universitarios con una madurez inusitada y con un fervor que hace recordar a su hermano, Juan Requesens

“¿Será que me das cinco minuticos para cerrar el acto y vuelvo? Es rapidito”, se excusa Rafaela Requesens, presidente de la Federación de Centros Universitarios de la Universidad Central de Venezuela (FCU-UCV). Una misa en honor a los caídos en las protestas de las últimas semanas se oficiaba a pocos metros del Aula Magna. El sermón del cura había terminado y debía orear unas palabras de cierre. Era la figura más importante de la reunión, después de Dios. A sus 24 años, se convirtió en la cara de la principal universidad del país. Entiende que las responsabilidades apremian, y las asume con entereza, así como en su momento hiciera su hermano Juan Requesens en 2014, ahora diputado de la Asamblea Nacional (AN) por el partido Primero Justicia.

No era la primera vez, ni será la última, que debía ausentarse de un sitio de forma sorpresiva, furtiva. Lo ha hecho cuando la protesta llama y debe ausentarse de las aulas. Ha aprendido a dividir su tiempo desde que se inmiscuyó en el movimiento estudiantil de la Universidad Central de Venezuela (UCV) hace seis años y medio. Con el tiempo, su agenda se hizo cada vez más cuadriculada. Pasó de organizar actividades recreativas, como caimaneras de fútbol, a dirigir una generación que se opone al gobierno de Nicolás Maduro. “Ya no soy la Rafaela de antes, que podía hacer cualquier cosa y las consecuencias eran para mí. Ahora lo que decida va a tocar o influir a quien está a mi lado, a la comunidad que representas, al país. Las decisiones no las puedes tomar tú porque eres tú. Ya eso no importa”, apunta.

La etiqueta que usa para autodefinirse es “fosforito”. Se recuerda arrebatada por las ansias de cambio durante las manifestaciones de febrero de 2014. Con la cabeza caliente y los pies que le picaban por salir a patear calzadas. “Devolvía bombas lacrimógenas y todo, sin miedo”, confiesa. Hoy, cuenta las palabras al momento de subirse a una tarima y dirigirse a un público. También los pasos que dará en las marchas universitarias que encabeza. Sin casco ni máscara antigases, lidera a su caterva con cabeza fría. Aconseja y guía hasta el punto final de la movilización —incluso cuando la represión omina un desenlace lamentable. “Tienes una responsabilidad sobre la imagen que ven de ti. No vas a ir lanzando nada por ahí. Puedes dar apoyo a todos y, para los que están al frente, hacerles sentir que están acompañados, que no los estás dejando solos”, explica.

Acostumbrada al backstage, Requesens ahora posa —incómoda, pero dispuesta— para los fotógrafos. Lidia con los flashes como mejor puede, no bizquea. “No sabes cuánto me cuesta que me tomen fotos”, dice, tratando de aguantar una risa nerviosa mientras el lente de una cámara la apunta. Ella sabe de miras, de puntos de diana, de carne de cañón. No esconde sus cinco tatuajes ni su piercing en la boca para los medios. La presidente de  la FCU-UCV se muestra cómo es: una muchacha quemando etapas. “Sigue siendo ella. Eso es lo que le gusta a la gente de Rafaela, que mantiene su esencia. Lo que es un tabú para muchos, para ella no lo es”, afirma Isabella Azócar, una de sus más cercanas amigas. En los siete años que se conocen, atestigua su evolución. “Ajustó su vocabulario de acuerdo con la responsabilidad que le tocó asumir. Su dinámica también cambió. Ya no sale tanto tampoco. Está en ruedas de prensa y marchas todo el tiempo. Le ha tocado relacionarse con muchísima gente”.

Frankis Piñango, de 23 años, lo refrenda —referendo es una palabra necesaria en democracia y exigida en dictadura. Se conocen desde que comenzaron a estudiar la carrera de Ciencia Políticas en la UCV en 2010 y se han vuelto inseparables dentro del movimiento estudiantil. La reconoce auténtica, humilde, buena amiga, aunque con una irreverencia nata: “Ella es la típica ucevista contestataria. Es una chama más como uno, echada ‘palante’, 4×4. No tiene filtro y no guarda tacto muchas veces. Era de las que podía insultar a los policías en las marchas por esa misma rabia que sentía. Ya todo eso lo trabajó”.

Pero la política cruzó

Si algo sorprendió a sus amigos y familiares fue su postulación para la presidencia de la Federación de Centros Universitarios de la UCV. Se graduó de bachiller del Colegio Los Riscos en Caracas, plantel que ni siquiera tenía un centro de estudiantes. “Dio un vuelco total. Juan era el político y ella era la tira piedras, decíamos a modo de chiste en la casa”, rememora su madre, Paula Martínez. Entendía su admiración por su hermano mayor, pero no pensó que pudiese seguir sus pasos. “Ella no es esa cara dura que sale retratada. Es cariñosa, sentimental, llorona también, a pesar de que la vean inflexible. Cuando se le mete algo en la cabeza y sabe que puede solucionarlo, va hasta el final”.

Los giros de 180 grados parecen ser comunes entre los hermanos Requesens. Ni su madre, traductora en simultáneo, ni su padre, Juan Guillermo Requesens, médico cirujano, imaginaron tener a dos políticos en la familia. Paula confirma que a Juan le interesaba la ingeniería y la matemática pura. A Rafaela, el flamenco. Estudió la danza andaluza desde los seis años de edad. “Me acuerdo que estábamos en una clase de béisbol de Juan y había una chama que llegó en zapatos altos. Y yo le pedía a mi mamá que quería usar tacones. Me metí en flamenco y ahí me quedé. Creo que es lo que más amo en la vida”, asevera la joven líder. Se inició en la Academia de Baile Tatiana Reyna, pasó a la escuela de Anita Loynaz y continuó su formación en la agrupación juvenil Flamenco de Venezuela con Daniela Tugues. Fueron 15 años de zapateo. “Era de esas alumnas que estaban muy atentas y seguían las instrucciones 100%. Tenía un muy buen desempeño dentro de la clase, con una técnica aplicada y un baile espectacular. No lo digo porque sea ella, pero era de las mejores de la clase”, afirma Stefany Vivas, quien fue su profesora cuando dirigía la compañía juvenil Flamenco de Venezuela.

Vivas avizoró sus aptitudes conciliadoras durante los tres años —entre 2005 y 2008— en que pudo instruirla en el arte de las castañuelas y el cante jondo de Andalucía. Aunque la perfilaba más en un tablao que como representante universitaria. Con más de siete años de amistad, Azócar “jamás, jamás, jamás” lo vio venir: “Su mundo no tenía nada que ver con política. Para mí fue un shock”, dice, mientras enumera sus gustos principales: el flamenco, el animé y la cocina. Estudió un año en el Instituto Culinario de Caracas y confiesa que “me encantan la pastelería y la repostería”.

Cayó la locha

Así como una lesión en la rodilla truncó o fracturó su sueño de ser bailaora, la falta de días libres hizo lo mismo con sus habilidades culinarias. “Yo se lo criticaba mucho a Juan, que nunca tenía tiempo. No entendía muy bien por qué. Ahorita sí. Uno está dedicado al venezolano”, dice la ucevista. Su hermano mayor la aconseja sobre su arrojo al momento de manifestar; ha estado en sus zapatos y como diputado que entiende de estrategias. La encarrila desde que Rafaela se relacionó con la política universitaria en primer semestre. Sin embargo, desde la perspectiva de su compinche inseparable, Juan no fue el detonante de su interés por lo público. “Él tuvo algo que ver, pero no del todo. Nosotros éramos de una generación más abajo. A veces criticábamos muchas cosas de lo que se hacía en 2014. Éramos otro perfil diferente al de Juan. Lo que la motivó fueron sus ganas de cambiar el movimiento estudiantil y esas ganas la llevaron a la presidencia de la Federación”, asegura Frankis.

Rafaela está consciente de que nunca será monedita de oro —a pesar de ser dueña de gracias. Sabe que es imposible complacer a todos sus seguidores. Con o sin detractores, continúa con la convicción de dar lo mejor de sí a la comunidad de la UCV. “Tienes que tomar las medidas sabiendo que vas a tener riesgos, pero que pueden ser positivas para los muchachos que te siguen. Es difícil ver que convoques a tus chamos y que terminen heridos por la represión del Estado. Es muy chimbo, porque tú les dijiste qué era lo que había que hacer y ellos van porque están resteados y quieren luchar por el país. Pero es tu responsabilidad y duele”, suelta.

Se resquebraja, se vulnera, pero no cae, cada vez que el gas lacrimógeno la rodea. Teme que una bomba quiebre su pecho o el de sus amigos, como sucedió con Juan Pablo Pernalete, fallecido en Las Mercedes el 26 de abril. El temor a que sea apresada sin justificación se suma a la lista, como los más de 200 detenidos en las protestas que iniciaron en abril, según cifras del Foro Penal. Sin embargo, la presidente de FCU-UCV agarra el desasosiego por los cachos cada vez que ejerce su derecho a la protesta pacífica. “Es fundamental tener miedo, porque eso te controla las cosas que puedas hacer. Si no tienes, llegas al punto en que no te importa nada y vas ‘palante’ sin pensar en las consecuencias. Con eso vas midiendo la situación, te ayuda a caer en cuenta de lo que está pasando y decir ‘hasta aquí llego’”.

Bajo su lupa, las acciones de calle y las negociaciones son indispensables para lograr un desenlace a la crisis venezolana. Pero hace la salvedad: “La calle organizada como medio, no como fin”. Es la única forma en que vislumbra una transición gubernamental, de la que desconoce fechas estimadas. Su presente se mantiene tan incierto como su futuro ante la coyuntura. Solo se sabe viviendo en Venezuela y con aspiraciones políticas. Su experiencia con el movimiento estudiantil se lo ratificó. “He pensado ser presidente de la República, pero va a ser dentro de muchísimos años. Cualquier oportunidad de estar en un cargo público es bien recibida, porque son etapas que vas cumpliendo para llegar a Miraflores. Hay que esperar. Tenemos que recuperar a Venezuela primero”.

Fuente El Estímulo

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