Bodegas Pomar, vinos, enólogo, hacer vinos
Conversamos un rato con el actual enólogo de Bodegas Pomar, quien además de adorar el sabor del vino, mantiene en sincronía junto a la empresa, la idea de que hasta el mejor espumante podría salir de Carora, Venezuela A Pedro no le gustaba el vino. Claro, no era algo muy usual en su lugar natal (Carora) donde todos suelen tomar cerveza bien fría, tal como sucede en el resto del país. Así como él, muchas personas veían con escepticismo la idea de crear un viñedo en tierras caroreñas y que de verdad existiera un producto como el que hoy conocemos de las bodegas Pomar hecho desde cero.
También lo recuerda Guillermo Vargas, quien fuera el enólogo durante 20 años en Bodegas Pomar y ahora es asesor y guía en las famosas vendimias de la bodega y quien cuenta en uno de los paseos, que nadie creía en la capacidad de las tierras caroreñas para producir uvas de vino y que realmente sobrevivieran. Contra todo pronóstico, el viñedo de
Pomar sigue cosechando uvas de vino y su enólogo, Pedro Carrasco, ahora solo tiene entre ceja y ceja, el sabor de un espumante caroreño. La historia de este enólogo es particular por la simple razón de que estuvo en el momento indicado y en el lugar correcto. Desde pequeño tuvo contacto con las empresas Polar ya que su mamá, quien fue profesora de primaria, “coleaba” a su pequeño a las visitas guiadas que realizaba la empresa para dichos colegios. “A los ocho años visité la bodega gracias a una visita guiada que hacían en el colegio donde trabajaba mi mamá y siempre me quedé pensando en ese espacio de trabajo”.
El proceso de producción de vinos y el sistema de trabajo fue para Pedro lo más impactante. Recuerda que le gustó la dinámica en la bodega y que al llegar a hacer las pasantías en ese mismo lugar años después, fue todo un truco del destino. Estudió en Barquisimeto en la UNEXPO y en 2006 entró a Bodegas Pomar mientras sacaba su carrera como ingeniero químico. En ese momento, confiesa que hizo “click” y que tuvo un antes y un después cuando se adentró al mundo del vino. “La primera vez que probé un vino Pomar fue cuando me aceptaron en las pasantías. Al probarlo no pude terminarlo, no me gustaba. Recuerdo que pensé – ¿cómo voy a trabajar en este lugar? –”
Ese desencuentro con su paladar y el vino fue rápidamente difuminado mientras los días pasaban en el laboratorio de la empresa, donde hacía sus pasantías. Al tiempo, salió “enamorado del mundo del vino y en ese momento no veía la oportunidad de quedarme trabajando”, comenta el enólogo. Luego de su experiencia como pasante, tuvo en 2008 la oportunidad de entrar en el área de planificación de producción en Pomar, luego en 2010 se abrió un puesto para formarse como enólogo en el exterior.
“Concursé y quedé. En 2011 hice el postgrado en enología y vinicultura en la Universidad de Santiago de Chile”, recuerda Carrasco.
Hoy, con apenas 33 años, Pedro es uno de los recursos más importantes de la empresa. Sin embargo, admite que lo esencial de la bodega es el trabajo en conjunto y que el proceso más importante para él, comienza en el viñedo. Esto se debe a que en Pomar el sello del producto proviene del respeto hacia el viñedo según las condiciones del campo y el clima. Ese gran trabajo que se produce en el campo es parte del deber que tiene Pedro en Pomar; el de mantener la esencia de la vid que fue cosechada hasta que llega a su destino como vino.
“Es importante no contaminar ese gran producto que ya se tiene gracias a lo que trajo ya de por si la uva. Eso es clave”.
La magia definitivamente ocurre a partir de la cosecha. El seguimiento de esta cosecha durante todos sus procesos hace que el trabajo del enólogo sea como el de un guardián de la naturaleza y pureza de estas uvas. Para Pedro nunca ha sido un secreto y advierte que en la actualidad, el sello de los vinos de Pomar radica en la frescura del producto, que además de ser custodiado bajo los más exigentes estándares de calidad, tiene la particularidad del clima, que influye de forma considerable en los resultados que se obtienen de la cepa.
Por razones geológicas, en las regiones tropicales como Venezuela, la cosecha de la uva de vino no es una vez al año sino dos veces. Esto hace que el vino que llega a tu casa tenga por defecto más frescura que el europeo que fue cosechado probablemente hace unos meses más e incluso un año. “Ese es el factor diferenciador de nuestro producto frente al resto y por los momentos es como la labor más importante para mí, la de mantener la frescura y crear una cultura de vino, que sea algo fácil y no tan complicado”, comenta.
Para el enólogo, ese sería el elemento fundamental en la nueva gama de vinos jóvenes, donde la diferencia es más notable, ya que existe un seguimiento específico por mantener “un vino fresco y agradable, fácil de tomar. Un vino para todos los días, un vino para informalidad”.
Aunque Pomar muestre una nueva cara de la frescura del vino nacional, los consentidos de la casa son sin duda alguna los espumantes. Estos siempre han sido el caballito de batalla de la empresa, además de ser los favoritos de Pedro, quien se inclina más por los vinos blancos y los espumosos como el brut nature, pero admite que “se le hace difícil escoger uno”.
“Otro de mis favoritos es el rosado de la gama de vinos jóvenes y, de los vinos premium me gustan bien potentes y estructurados como el petit verdot, aunque todo queda de parte de gustos personales”.
El enólogo afirma que el reto está en lograr que la cepa se exprese de la mejor forma posible, mucho más cuando esta proviene de tierras caroreñas, donde las condiciones han sido tan favorecedoras para el viñedo. Además, actualmente la bodega lleva a cabo una investigación para sembrar y cosechar uvas de mesa para la sangría, ya que son las únicas que no producen localmente.
“Los resultados que tenemos hasta ahora son bastantes prometedores”, asegura el enólogo.
Solo el hecho de realizar algo distinto en su tierra natal le mueve la fibra lo suficiente como para decir con orgullo que contra todo pronóstico, el vino es producido y distribuido a escala local.
“Otra cosa que disfruto mucho de mi trabajo es poder seguir creando cosas diferentes con cada vendimia porque siempre buscamos proyectar el producto y entender la opinión del consumidor local a través de las vendimias. Es muy gratificante”.
Carrasco admite que entre varias vendimias en las que ha estado, la gente suele complicar mucho el consumo del vino, cuando en verdad, según él, debería ser algo relajado, algo práctico, ya que es todo cuestión de gustos, incluso entre las “normas” establecidas en el mundo del vino.
“El vino es una bebida para disfrutarla y compartir. Si te huele rico y sabe rico, entonces es que lo disfrutas y te gusta. Y para lograr eso no necesitas beber el vino más caro del mundo”.
Fuente El Estímulo
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