Una revisión de su obra a través de soportes no convencionales.
Oswaldo Vigas se definía acertadamente como un pintor expresionista. Con toda razón porque su obra se basa en la emoción y por tanto no se sujetaba a canon alguno. Como artista, era un hombre libre, seguro de sí mismo, confiado en sus criterios y afectos. No era religioso pero era un creador de mitos. Y desde esta perspectiva generaba imágenes de manera espontánea poniendo en evidencia su capacidad fabuladora con libertad infinita.
Su necesidad de crear no tenía término. Bajo cualquier circunstancia, incluso la más adversa, lo hacía. Los motivos podían ser muchos y diversos. Por una parte, tal vez por una necesidad imperativa de no dejar vacíos en el tiempo y capturar imágenes potencialmente significativas mediante el dibujo. Era una manera de lograr que las ideas de alguna forma se perpetuasen. Dibujaba, también, por un ‘sentido de la oportunidad’ tomando cualquier soporte que tuviera a su alcance: papel o cartón, ticket de metro o portavaso, hoja de periódico o servilleta. Todos los dibujos que realizaba con estos soportes no convencionales, y, en cierto modo improvisados, evidencian la importancia que para él tenía el instante.
Ahora, capturar un contenido valioso en un momento casi fugaz implica, sin duda, estar en alerta y atento a su realidad. De alguna forma Vigas siempre lo estaba y lo lograba era mediante la práctica continua. No podía dejar de dibujar. Él reflexionaba dibujando y era esta la manera con la cual su espíritu inquieto se conciliaba. Por eso, más que un medio, el dibujo era para Vigas una herramienta de trabajo: era expresión de su pensamiento visual y por lo tanto el eje sobre el cual se sustenta toda su obra. Era tan vital que cualquier papel o cartón que pasara por sus manos, sea cual fuere la circunstancia en que se encontraba, podía ser el germen de una gran obra. Muchas de las imágenes dibujadas –en esa aparente improvisación del momento– eran luego transferidas a cualquiera de los medios que el artista empleaba: pintura, escultura, cerámica, tapicería, obra mural o a una estampa. En cualquiera de estas variantes, el dibujo siempre es el medio propiciador y conformador de la imagen. Vigas, sin duda, pensaba dibujando.
Sin embargo, espontaneidad no significa ‘experimentación’. Vigas rechazaba la concepción del arte como un hecho experimental. Esta afirmación, que resulta de una conversación que sostuvimos en 2007, denota la importancia que él le daba a la creación como un acto posible con cualquier soporte. Y en su criterio el arte se asume seriamente con cualquier medio. Lo importante, al final, es el resultado: imágenes consecuentes con su coherencia plástica y libertad creativa. En tal sentido, todo material o soporte al ser intervenido artísticamente se vuelve trascendente al igual que la imagen creada.
De este modo, un objeto por más cotidiano o común que sea está sujeto a ser preservado. Lo interesante, en el caso que nos ocupa, es que en esta exposición se trata de objetos originalmente funcionales (un portavaso, un ticket de metro, una tapa de queso Camembert, entre otros), que estando ellos en desuso el artista rescata, los interviene y los conserva. Podemos imaginarlo creando sus personajes –sus damiselas y magas boceteadas– en el calor de una conversación en un café. ¡Cuántos artistas y poetas no han concebido grandes obras de esta manera! Es dibujando sobre estos pequeños papeles o cartones que Vigas ha reelaborado parte de los personajes que pueblan su universo mítico.
Además de dibujos efectuados sobre estos diminutos soportes, la exposición se compone de serigrafías, platos en cerámica con motivos dibujados, pintados o en relieve, bocetos, dibujos sobre papel periódico, algunos recortados y pegados como collages. En todos ellos se aprecian temas y estilos trabajados en diversos periodos de este artista. Por ejemplo, Vigas transfirió en negativo una Bruja negra que pintara entre 1952 y 1979. La imagen alude a las conocidas Brujas que el artista realizara entre 1950 y 1952. En ese entonces, Vigas, joven pintor, frecuentaba el Taller Libre de Arte y compartía intereses comunes con el grupo de artistas que allí asistían. Es aquí donde se afianza aún más la expresión de su americanidad y la búsqueda de raíces autóctonas que, en su caso, deriva en su pasión por la cerámica prehispánica y el grafismo de los petroglifos. Su temática se tornaba en aquel entonces cada vez más simbólica y es en este contexto que concibe las Brujas, imágenes femeninas de presencia mítica que aparecerán recurrentemente a lo largo de su trayectoria. Estas figuras, de cabeza achatada y alargada –como la de la Venus de Tacarigua, por ejemplo– constituyen el inicio de uno de los ejes temáticos que persisten en casi toda la obra de Vigas: la representación del eterno femenino, principio universal del origen de la vida. Este concepto muestra ese fuerte sentido americanista cuando el artista, en un lenguaje moderno y sintético, utiliza un grafismo alusivo al pasado indígena como el de las grecas precolombinas. De esta manera él simula pinturas o tatuajes corporales o cuerpos de animales o de vegetales. Todo ello agrega un componente mágico-religioso a su obra que forma parte de esa expresión americana que lo ha distinguido.
Objeto negro III, dibujo en tinta china realizado en 1954, pertenece a Objetos, serie que se caracteriza por la austeridad en el color y por su sentido constructivo. En este periodo Vigas se concentraba en el dibujo como elemento estructural y compositivo de la imagen. Para 1954, él ya tenía dos años viviendo en París.
A mediados de la década de los sesenta y principios de los setenta, Vigas –quien había vuelto a Venezuela en 1964– ya había pasado por el constructivismo, la abstracción informal y regresaba nuevamente a la figura. Comenzará a trabajar las figuras con mayor arrojo y espontaneidad. Es cuando vuelve a representar figuras de carácter mítico o arquetipal que a él tanto le gustaba inventar: Señora de las hojas, por ejemplo, es una serigrafía de 1965 que pertenece a la serie pictórica de las Señoras que realiza entonces. Esta pieza, como las pinturas de la época tales como la serie de las María Lionza, y de otros personajes como los Ancestros, expresan la fuerza telúrica de la naturaleza a través del color y la soltura de las pinceladas que serán cada vez más desgarradoras y libres. Sin embargo, entre 1966 y 1969, hace un paréntesis a esta obra gestual y concibe la serie Lúdicas que, como indica el nombre, son juegos que se dan por la relación forma-color. En esta serie representa figuras resueltas de manera plana y geometrizada. Resultado de ello, es el dibujo que vemos en esta exposición hecho en 1972. Se trata de un óleo sobre cartón pegado a su vez sobre masonite, que parece corresponder al estilo de Lúdicas.
En las décadas siguientes continuó dibujando y pintando con la constancia y firmeza que lo caracterizaba. Retomó el hibridismo en sus figuras representando seres medio humano con partes corporales de animal, torsos vegetales, etc., cualidad que ya había concebido en los años cincuenta y sesenta de manera más constructiva; pero ahora con un ímpetu más salvaje y espontáneo. A partir de los ochenta, transfiere sus dibujos y pinturas a otros medios como la tapicería, la escultura y la cerámica. De esta última, hay dos muestras en esta exposición. Vigas comenzó a trabajar en estos platos luego de su experiencia con el mural Homenaje a la cultura Tacarigua que hiciera en 1981 para el 40 aniversario del Ateneo de Valencia. Lo hizo de dos maneras: pintando sus personajes sobre la arcilla o bien creándolos en relieve. En ambas modalidades, el dibujo está siempre presente. Esta intervención realizada sobre platos industriales dio lugar a más de 200 obras en cerámica y cada una constituye una pieza única de Vigas luego que el artista las particulariza a través del color y su universo imaginario.
A partir de los años ochenta hasta la segunda década de los 2000, Vigas no solo diversifica los medios expresivos sino que amplía su vocabulario visual y trabaja temas diversos. Realiza series como las ofrendas, alegorías a la paz, imágenes del Libertador y crucifixiones, entre otras. Proliferan aún más las bestias, entes, aves agoreras y nuevas presencias míticas como las damas lunares, las baquianas, las paleadoras, etc. Crea personajes como la enigmadora, la pasante, la hierática, la gestante, el equilibrista, el diablesco, las goyescas, entre muchos más. Estos nombres derivan de juegos lingüísticos que realiza el artista con la idea de identificarlos según las acciones o roles performáticos que estos personajes realizan. Así, Posante con ábaco, de 1999, se destaca no solo por la inusual forma hexagonal de la pieza sino también por la presentación jocosa del personaje, posando con el ábaco.
La figuración de Oswaldo Vigas mantiene cierta correspondencia, desde el punto de vista formal e incluso temático, con tendencias afines a procesos creativos sustentados en la espontaneidad y libertad absolutas que se han dado en la historia del arte. Se sentía próximo al arte de la prehistoria y consideraba que el arte moderno comienza con las manifestaciones del hombre de las cavernas. Se sentía afín al dibujo infantil, al llamado Art brut, y por supuesto, también a tendencias figurativas expresionistas del siglo XX tales como las del grupo CoBrA, con quienes tuvo oportunidad de establecer buena amistad con algunos de sus miembros. En síntesis la obra de Vigas es afín a la emocionalidad primitiva del hombre, encarnada en su figuración proliferante, en la presencia sexual femenina o bien en los trazos espontáneos y libres.
En los bocetos, serigrafías, óleos, dibujos, cerámicas y collages que hoy exhibimos, el dibujo está presente mostrando ese universo inagotable de brujas, damas y bestiarios. Sin importar el formato o lo ocasional del soporte, develan la fantasía poderosa y desenfrenada de Vigas. Lo humano y lo divino están siempre en conjunción con la naturaleza y su vitalidad orgánica. Y todo esto comienza a partir del dibujo, expresión originaria de su fuerza y pasión creadoras.
Fuente El Nacional / El Nacional Web
Originally posted 2016-06-30 21:57:56.