Norkys Batista: La superviviente

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Nació artísticamente con la revolución bolivariana. Justo en 1999, entonces reina de belleza, recibió el primer desplante de los muchos que le ha propinado el ámbito oficial: No fue recibida en Miraflores. tampoco el resto de las candidatas a Miss Venezuela, como se había acordado. Pero la actriz no parece amilanada en su modo de celebrar al país que la vio nacer. Habla la caraqueña que lleva siete años siendo la primera combatiente de su propia rebelión, la de los orgasmos.

Norkys Batista es un huracán. Se ríe grandote como ella, se retuerce en el asiento, gesticula con su cara, se llama a sí misma «mente de pollo» y así deja claro que las bromas forman parte de su vocación de vida.

Durante el encuentro, mueve sus dedos entre su cabello negro, como insistiendo en alisar lo que es liso por naturaleza. Resulta generosa en explicaciones y mientras habla sus manos hacen contacto con la rodilla del otro. Así se garantiza ser escuchada. Es una conversadora incansable. Abunda en el país y también en un ámbito de su preferencia, la sexualidad. Después de todo, su obra Orgasmos, escrita por Carlos Castillo, lleva en las tablas siete años ininterrumpidos, de modo que la temática se ha hecho parte de su vocabulario y del discurso que maneja frente a las explicaciones que demanda la curiosidad de Sebastián, su hijo de 10 años. «A Sebas le hablo mucho porque a mí mis padres, que son maravillosos, nunca me dieron explicaciones», resiente. «Una vez le confesé a mi mamá que me gustaba un niño y me volteó la cara. Yo tenía 11 años. No soy precoz, como muchos me han definido. Hay niñas de Venezuela que a los 10 años ya están embarazadas. Yo tuve a mi hijo a los 28 años».

Norkys Batista es la celebridad criolla que mayor gala hace del gentilicio popular. Franca y directa. Y aunque regaña a los venezolanos, estos la siguen en las redes sociales, donde concentra millones de fanáticos. En términos castizos, no tiene pelos en la lengua. «Cuidado con tus preguntas porque puedo intimidarte», es su aviso para provocar una risa sonora que contagia a algunos en el restaurante Bambú, en Altamira Village, y enseguida enarbola su bandera de contrincante: «Te lo advierto, no hay nada que me avergüence».

¿Cuándo entraste en conciencia de la palabra orgasmo?

«Descubrí mi cuerpo a los 10 años, pero, realmente, no tenía conciencia a esa edad. Entonces pensé que iría al infierno».

¿No crees que orgasmo es un término para mayores?

«La sexualidad, en general, es un tema que me preocupa. A mí me llama la atención que un porcentaje alto de niñas tenga relaciones a temprana edad y que se produzcan embarazos casi infantiles. En esos casos me pregunto dónde están mamá y papá. El problema está en que la familia no habla del tema. Yo a mi hijo le informo todo».

La protagonista de Estrambótica Anastasia opina que la sexualidad debe practicarse con libertad, eso sí, con cuidado y prudencia. Por eso, en su monólogo Orgasmos celebra el amor a través del entendimiento heterosexual, homosexual y bisexual. «Esa libertad genera felicidad y también una forma de aumentar los 12 minutos de placeres orgásmicos al año que apenas vive el ser humano, producto de culpas, rutinas y estrés. Es triste ver como, según cálculos de organizaciones internacionales, 70 por ciento de mujeres en el mundo no tiene orgasmos. Yo estoy en el 30 por ciento».

En Corazón Traicionado, la novela producida por RCTV y aún sin estrenarse, personificas a una mujer que se descubre homosexual…

«Cuando me llamaron para hacerlo con Carmen Alicia Lara, el escritor Martin Hahn me dijo que se abordaría con respeto y a mí me pareció perfecto. Me encantó ese personaje».

Cuenta que en la telenovela personifica a Malena Corona, una mujer casada con el hermano de Isabel Miranda, joven abiertamente lesbiana, interpretada por Carmen Alicia Lara. «Isabel, criticada por su familia, se convierte en mi cuñada, en mi mejor amiga y en mi enamorada en silencio. En la historia, mi esposo cae accidentalmente por un balcón y muere. Ella me consuela y me hace ver que yo vivía una falsa relación de amor y que podía ser feliz con otra mujer. Es cuando mi personaje duda de su sexualidad. Y yo para hacerlo más real pedí que nuestros personajes se besaran. Es que no podía terminar la telenovela sin besarla, y pasó. Fue bonito y bien cuidado. El mensaje que enviamos es que debe haber respeto para la forma de elegir amarse».

Norkys evoca a Rafael Monzant, su mánager, quien fue asesinado en Caracas en un hecho cuyo origen ella califica de intolerancia sexual. «Era un hombre maravilloso, que manejó a las grandes modelos de este país y a quien dejaron tirado frente a su casa. Así que cuando RCTV me llamó para este personaje sentí orgullo. Quiero que los venezolanos tengan otro entendimiento de la homosexualidad y yo soy perseverante».

La perseverancia es un perfil que los cercanos a Norkys utilizan para describirla. Y razones podrían sobrar. Al cuarto intento logró participar en el Miss Venezuela. Y luego, convertida en actriz, le fue negada la presentación de su obra Orgasmos en el Hotel Venetur de Puerto La Cruz y, en otra ocasión, con la misma pieza, recibió bombas lacrimógenas mientras estaba sobre el escenario del Aula Magna de la UCV. Ha superado todas las desaprobaciones.

El rechazo oficial no resulta nuevo para esta caraqueña, nacida el 30 de agosto de 1977. Cuando, en 1999, las candidatas a Miss Venezuela estaban vestidas de punta en blanco -dispuestas a visitar Miraflores, como era lo acordado y estilado- fueron notificadas de la negativa del mandatario Hugo Chávez a recibirlas.

Norkys Batista, entonces Miss Nueva Esparta, había crecido en un país donde los presidentes junto con sus esposas presumían de ser anfitriones por un día de las reinas. Así lo había visto reseñado en fotografías que publicaban los diarios de Rafael Caldera con María Antonieta Cámpoli; Carlos Andrés Pérez con Judith Castillo; Luis Herrera Campíns con Maritza Sayalero y Jaime Lusinchi con Bárbara Palacios. De modo que esta candidata de tez morena, criada en el barrio El Ciprés de la parroquia Macarao, creía que llegaba su turno de estrechar la mano del mandamás de la nación.

Sin embargo, el recién estrenado presidente venezolano, que en vida manejó como nadie los códigos del entretenimiento, había amanecido dispuesto a romper -eso le dijeron a las 26 competidoras- con el protocolo de Osmel Sousa. «Un presidente como yo no se reúne con misses», es lo que, según Batista, informaron en la quinta de El Rosal, donde funcionaba la sede del certamen.

A partir de aquel gesto, las veinteañeras intuyeron que el país donde antes ellas eran tratadas como realeza se había convertido en otro. A Norkys, especialmente, no le resultó normal, así lo narra, que el llamado primer ciudadano de Venezuela se manifestara en maneras tan despectivas. A la hoy actriz le bastaron las palabras de rechazo para tomar distancia de esas formas. Diecisiete años después, la protagonista de telenovelas, con 39 años de edad, sigue siendo una emblemática opositora. Aunque deja verlo en sus redes sociales y lo pregona en cada entrevista que concede, también llama a la concordia.

«En este país, absolutamente nada va bien si no hay respeto», opina. «Hoy los venezolanos desconocemos la tolerancia, la paciencia, además nos señalamos, nos juzgamos, nos criticamos, así que veo con mucha preocupación los niveles a los que hemos llegado. Yo soy tolerante con quien piensa distinto. Tengo amigos que están en la otra orilla».

En esas categorías incluye nombres mediáticos como los de su comadre Layla Succar, madrina de su hijo, y el presentador Winston Vallenilla, su dupla en la telenovela Mi ex me tiene ganas. «Adoro a Winston y hago chistes en mi obra Orgasmos cuando en medio de la función me piden que me arrodille y yo respondo: ‘Ni que fuera a pedir perdón rodilla en tierra como Winston'».

A Norkys no le resulta irrespetuoso citar la acción que una vez tuvo el animador de TVES. «Winston me preguntó en un avión si yo decía eso en la obra y yo le dije que sí. Es que todo el mundo vio lo que él hizo, arrodillándose ante el presidente Nicolás Maduro, yo no lo estoy inventando, y aunque se haya transformado, no puedo eliminarlo de mi lista de amistades. Lo felicité cuando nació su segundo hijo. Intento ser cada vez menos impulsiva, claro, si algún día veo a Maduro en persona le preguntaría: ‘¿Chico, Maduro, cuándo es que vas a hacer cosas buenas por este país?'».

A su amiga Layla tampoco la ha visto más. «En algún momento dejó de llamar a Sebastián y dejó de escribirle mensajes y un buen día la vi dando un discurso público a favor del gobierno. Quedé con la boca abierta. Cuando nos veamos, si eso ocurre, le daré un abrazo y un beso. Así hice en el entierro de Mónica Spear, donde me encontré con mucha gente que piensa distinto a mí. Yo soy respetuosa de mi gente, jamás nadie verá en mis redes atacar a ningún compañero. Ni lo he hecho ni lo hice ni lo haré».

En su escrutinio público se sabe celebrada y también fustigada. «Yo no le he quitado nada a nadie, fui tan pobre como muchos de los que me están leyendo y si ahora no me reconozco en mis sueños, como sí me reconocía antes, es porque me pasa lo que le pasa al país, que vivimos el día a día. De la mujer soñadora he pasado a ser la mujer luchadora, porque en Venezuela lo que estamos es sobreviviendo, y mira que es frustrante tener que decirlo porque no es consolador y menos para alguien que toda su vida ha sido guerrera».

Por mucho que se pretenda, no hay quien desista de la emoción que la lleva a hablar de su origen: «Todos lo saben, pero a mí me gusta recordárselos. Yo nací en el barrio El Ciprés, de Las Adjuntas, en una casa de bahareque, con techo de zinc, con piso de tierra, donde las necesidades las hacíamos en letrina. A mí nadie me echa cuentos, quien me diga que no tiene donde caerse muerto porque otros le han quitado las posibilidades es un mentiroso».

En aquel barrio, Norkys dice haber soñado con tener mejor calidad de vida, una familia, un carro y una casa cómoda. «Y trabajé hasta que mis sueños los hice realidad. A mí la cuarta república no me dio nada, lo que me permitió fue trabajar para llegar a donde estoy, salir en todas las portadas y realizar grandes campañas de empresas que se han ido. Hoy trabajo más de lo que trabajaba antes y no me alcanza para ahorrar. No me pidan que no piense que algo está mal en la dirección de este país, donde, además, todos los días somos llamados a odiarnos».

No cree ser derrotista en su postura. Sus argumentos derivan de una realidad que, según dice, no puede taparse con un dedo. «He aprendido a arreglarme yo sola, porque no hay para pagar maquilladores y estilistas con tanta frecuencia. Yo misma lavo, cocino, plancho la ropa, atiendo a mi hijo y si en algún momento pago por servicios de envíos de productos de comida es porque trabajo mucho para mi hijo, para mí, para mis padres, para mis siete hermanos y para mis doce sobrinos y porque no me da la gana de hacer una cola y matarme con mi vecina o con el malandro. Esta realidad me ha sacado más las uñas».

En un país que económicamente describe roto, Norkys tiene la fortuna, como pocas, de ser convocada para realizar campañas publicitarias. «Todavía apuestan a mi credibilidad y es así porque he sido coherente, porque no hay filtro en mis fotos, porque detesto el photoshop. Claro que nadie quiere ver mis espinillas, pero tú te estás dando cuenta de que las tengo y de que mi rostro no es perfecto. Muestro mis poros abiertos, mis lunares, la cicatriz que me quedó en la boca cuando otra niña me empujó por unas escaleras. La gente sabe que yo soy real».

Fuente Estampas

Norkys Batista, Actríz venezolana, teatro, televisión, obras, telenovelas, ex reina

Originally posted 2016-10-07 13:50:37.