Los Artístas del azúcar en Venezuela

Notes

Poner la torta correctamente es un talento que requiere de manos habilidosas y paciencia de santo, así como de presupuestos holgados que permitan llevar estas obras maestras a la mesa de los postres.Expertos en repostería creativa comparten sus historias en este oficio en alza.

La niña de las tortas

Que la estampa de colegiala y su 1,60 de estatura no engañen a nadie. Mariana Verenzuela tiene cara de quinceañera, pero su carrera como repostera empezó a los 11, cuando tomó su primer curso. A los 9 preparaba lo que en su casa le permitían. Cuando cumplió 13, comenzó a formarse en cocina a la par de sus estudios escolares y arrastró a su papá para que se instruyera con ella: a su corta edad no le permitían inscribirse sin la presencia de un representante. A los 15 recibía su diploma de  cocina en La Casserole Du Chef. “Siempre me han apoyado y es algo que les agradeceré toda la vida. Me ayudan en todo”, dice hoy, a los 18. Ya tiene un espacio en el programa Vitrina de Televen (donde todos los miércoles prepara dulces) y un canal propio de YouTube dirigido al público infantil, en el que enseña a elaborar recetas sencillas. También cursa estudios de cocina –esta vez como carrera– en el Instituto Superior Mariano Moreno.

Su despegue como repostera profesional comenzó hace un año. “Me abrí una cuenta aparte en Instagram como una galería muy personal de las tortas que hago, no como negocio. Quería mostrárselos a mis amigos y familiares sin llenar toda mi cuenta personal con tantas fotos de repostería”. Los seguidores y buenos comentarios para Marianita’s Cake se multiplicaron rápidamente. Alguien le preguntó si aceptaba encargos y a esa le siguieron muchas más solicitudes. “Me acababa de graduar en el colegio y salí de vacaciones, así que como no tenía nada que hacer en esos meses, acepté. Con la repostería uno puede estudiar muchísimo y hacer mil cursos, pero la experticia realmente te la da la práctica”.

Ha sabido sortear el escepticismo de decoradores y organizadores de eventos con su profesionalismo, y no para de estudiar cómo mejorar sus obras con nuevas técnicas y tendencias. Es capaz de aceptar pedidos aun pocos días antes de una fiesta, siempre que tenga tiempo para cumplirlos. ¿Qué hace que los clientes se sientan atraídos a contratarla, más allá de la aparente desventaja de su juventud? “Con el tiempo he aprendido cómo hablar con ellos y les transmito mucha confianza. Además, tengo un equipo que me ayuda. El encargo más complicado que he recibido fue de una boda en la que los novios querían 1500 dulces, una torta central de siete pisos y dos auxiliares de dos niveles. Para otra, preparé 200 minitortas decoradas con flores, una por invitado. Todo lo que hago se decide con los clientes, aunque algunos me dejan hacer lo que quiera y eso me parece muy chévere: que la gente confíe”. Su toque lúdico es certero. “En las tortas infantiles, por ejemplo, procuro que el ponqué también tenga algo de decoración: la masa tiene chispas de colores, manchas, arcoiris. A los niños les encanta descubrir esa sorpresa”.

“Con la repostería uno puede estudiar muchísimo y hacer mil cursos, pero la experticia realmente te la da la práctica”

Marianita’s Cake

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Ilusiones sobre la mesa Maite Caridad sabe que lo hizo bien cuando el cumpleañero se lleva las manos a la cara con radiante asombro: los ojitos, abiertos como platos, intentan asimilar que su torta de cumpleaños es mucho más “fina” de lo imaginado. Uno de sus mini-homenajeados, de dos años, quedó tan embelesado con su pastel de Up que durante toda la fiesta no se separó de la mesa. Esta afición por la belleza de lo dulce acompaña a Caridad desde niña: su abuela, Estílita de Caridad, era una de las reposteras más conocidas de Maracaibo. “Ahora entiendo porqué le gustaba tanto. Hay algo de ritual en esa dedicación de hacer una flor pétalo por pétalo, que eso que estás haciendo resulte en algo delicado, bonito, sobrio. Tengo un equipo maravilloso que me ayuda y mi familia también me asiste, pero la que decora soy yo. Pido que me dejen sola con la torta y allí se me va media tarde. Entregas todo de ti en cada creación, sea un pastel de bodas para 600 personas o para un bebé”. Se graduó de abogada, pero ante un problema de salud el médico le dio dos instrucciones. Una, buscarse un trabajo menos agobiante. Dos, que fuese uno que realmente le apasionara. Desde hace 13 años sigue esa prescripción. Su esposo la apoyó y terminó de formarse con maestros reposteros de Colombia y Estados Unidos, así como con Mercedes Campos. Al enviudar, acabó por comprender que tenía un oficio muy privilegiado. “La ventaja de este mundo dulce es que te ayuda a no estar triste por mucho tiempo. Todos los días conoces a gente que te trae una ilusión y espera que los ayudes a concretarla, sea de una novia que sueña con su boda o de una mamá que está preparando el cumpleaños de su hijito. Al final quedan muchas amistades”. Considera que el auge de las fiestas superproducidas en el país viene creciendo desde hace seis o siete años, impulsado por la competencia de hacer la celebración más vistosa. El año pasado confeccionó una torta en cascada de 35 kilos para una boda de 900 personas.

Es de quienes se reúne con sus clientes para empaparse de los detalles de la fiesta. Le interesa entender a fondo de qué se trata lo que le piden, pues los niños son particularmente implacables, y si algo no queda como ellos esperan la decepción es enorme. Si el motivo central es una comiquita o una película, se sienta a verlas para ingeniar cómo puede recrearlas. “Aunque me pidan montones de tortas de Frozen a cada rato, ninguna va a ser igual a la anterior. No me permito repetirme; es un punto de honor”, dice esta artista que también ha impartido cursos. “Lo mismo me pasa con el interior de la torta: el ponqué tiene que saber a gloria. Hay clientas que llaman para decirme que les gustó tanto que su esposo quiere encargar otro, sin decorar”. ¿El mejor halago que ha recibido? “Una novia que se estaba haciendo su sesión de fotos vio la torta y se puso a llorar de la emoción. El fotógrafo le pidió que posara y la novia me abrazó y le dijo: ‘La foto es con ella”.

“Entregas todo de ti en cada creación, sea un pastel de bodas para 600 personas o para un bebé”

Maite Caridad

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Dulce terciopelo

Cuando Cristina Do Carmo se dio cuenta de que el volumen de trabajo como diseñadora gráfica iba decreciendo, decidió cerrar la oficina. Su esposo quería irse del país y ella no. Embarazada del último de sus hijos, no estaba tan convencida de que emigrar fuera la solución. “Aunque como buena portuguesa, sentí que no podía quedarme sin hacer nada”. Siempre le gustó la repostería y decidió dedicarse por un año a hacer cursos de decoración de tortas. Con su madre, costurera, Do Carmo también había aprendido técnicas que a la postre pudo aplicar en sus creaciones azucaradas.

A través de sus amistades comenzó a desarrollar el portafolio dulce que ha logrado mantenerla en el país. Tortas, dulces y galletas integran la oferta de su exitosa marca, Sweet Velvet Cake. “Tengo una persona que me ayuda y prácticamente todo se hace aquí: las pastas de goma, las cubiertas, las cremas. Mi esposo me ha apoyado mucho y quisiéramos crecer con un atelier propio porque este es un mercado que se presta para eso, aunque por lo pronto he decidido quedarme en pequeño porque este país cambia todos los días”, explica. “Dentro de la situación difícil que estamos viviendo, no me explico cómo hay tanta demanda, pero le doy gracias a Dios porque no hay una sola semana en la que no tenga trabajo. Es un oficio que me ha traído grandes satisfacciones y muchos buenos comentarios. A veces rechazo encargos por no tener más capacidad”.

Do Carmo está decidida a no sacrificar la calidad de sus obras. Algunos conocidos le ayudan a conseguir los ingredientes. Otros los compra al precio que consiga o los importa. “A veces pasa que una torta se ve bellísima por fuera y por dentro el bizcocho es un cartón que no sabe bien. Para mí, es imprescindible que sea rica”. También se ocupa del transporte para que llegue indemne a su destino, pues una de sus fortalezas es la precisión en los detalles. “Creo que eso es lo que a la gente le llama más la atención. Me dedico muchísimo a cada una. Aunque soy una entre muchas personas que trabajamos en esto, no me gusta hacer más de lo mismo. Procuro lograr los mejores acabados posibles”. Le emocionan igual pasteles pequeños y grandes. Siente debilidad por los nupciales, aunque sus pedidos más frecuentes son para cumpleaños infantiles y requieren encargarse tres meses antes. Cuando le piden que copie obras de otros reposteros se rehúsa; por respeto al trabajo creativo de sus colegas, prefiere sentarse con lápiz y papel para hacer su versión. “Hagas lo que hagas, la única forma de marcar la diferencia es crear un estilo propio y con calidad”.

“Aunque soy una entre muchas personas que trabajamos en esto, no me gusta hacer más de lo mismo. Procuro lograr los mejores acabados posibles”

Sweet Velvet Cake

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Con amor de madre

Cuando María Alejandra Pérez salió embarazada de su primera hija, se tomó la dulce espera como un designio literal: empezó a interesarse por la repostería para encargarse a futuro de todas las tortas de la niña. Lo que comenzó como un pasatiempo de esta contadora pública terminó complaciendo el pedido fortuito de una vecina, luego de una amiga y quedó bautizado como Las tortas de Nana, su sobrenombre. Hace cuatro años decidió unir esfuerzos con Mercedes Chapellín, una amiga de su esposo y publicista de profesión que comparte las habilidades artísticas y manuales. Así, unidas para afrontar el volumen de encargos, hoy comandan esta empresa con la que recrean las peticiones de grandes y chicos en tortas, cupcakes, dulces y galletas decoradas. “Somos conscientes de que cada detalle, desde la decoración hasta el sabor, es importante. Usamos ingredientes de primera calidad y cuando las pruebas los sientes”.

Dada la crisis actual, ellas se sorprenden con el presupuesto que los padres están dispuestos a gastar en una fiesta. “Es increíble. La gente se queja de lo mal que están las cosas, pero entre nuestros clientes hay de todo. Desde el que te encarga cositas muy sencillas, hasta los que te dicen que quieren una fiesta a todo dar. Algunos padres hacen sacrificios importantes porque en una fiesta así todo va sumando: la decoración, la comida, la bebida, el cotillón, la recreación… Pensamos que de alguna manera es un esfuerzo de los padres por transmitir estabilidad a sus hijos: aunque la situación sea difícil, vamos a celebrar el cumpleaños con lo que a él le guste”.

Chapellín y Pérez se inspiran constantemente en las tendencias que avanzan en otros países. La combinan con su experiencia para lograr resultados llamativos y complacer. “Una vez tuvimos a una niña de 13 años que cumplía años en Halloween y quería una torta súper tenebrosa, con ratas, bichos y sangre. Además, no los quería caricaturizados, sino lo más realistas posible. Aunque nos parecía grotesca, se la hicimos como ella quería y le encantó. Todavía es nuestra clienta”, relata divertida Pérez. Las tortas de Nana deben encargarse por lo menos 15 días antes. Su propósito inicial no se ha perdido. “Preparamos cada una como si fuera para nuestros hijos”.

Las tortas de Nana

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“Somos conscientes de que cada detalle, desde la decoración hasta el sabor, es importante”

Fuente Todo en Domingo

Originally posted 2016-07-11 18:31:00.