La vuelta de Jeremías

Notes

La vuelta, Jeremías, cantautor Venezolano

El cantautor de éxitos como Uno y uno es igual a tres y Poco a poco regresa a los escenarios con nuevos temas y mayor madurez musical. Aquí explica qué lo devolvió al ruedo luego de ocho años y qué persigue al componer

Hay artistas que deciden desaparecer en los momentos más inesperados. Para muestra, Jeremías, quien hace ocho años distaba mucho de estar en un mal momento musical. Sus canciones sonaban en la radio. Sus shows tenían público. Había hecho un dueto con Simón Díaz y sus discos se vendían. Apenas en 2008 había recibido una nominación a un Grammy Latino por Un día más en el gran circo, que competía como mejor álbum vocal pop masculino. Sin embargo, decidió hacer un paréntesis para reordenarse. Su plan inicial era tomarse uno o dos años para dedicarse a crear.

“Quería escribir con tranquilidad, para ayudar a que ocurrieran esos accidentes felices que uno necesita en el proceso creativo. Empecé a leer más, ver películas, escuchar más música, viajar, y al final esa vida cotidiana desplazó todo lo demás. No sentía la necesidad de regresar a lo mediático, aunque siempre sentí que esa pausa iba a ser útil más adelante”. Se casó. Se divorció. Se casó otra vez. Se divorció otra vez. El “par de años” se convirtió en ocho. Y ahora regresó por la misma razón por la que se fue. Lo necesitaba.

“Volví porque tenía canciones que no iban a ser más nada si no las compartía con la gente”. Recientemente lanzó el videoclip de La mujer perfecta, el primer tema de ese retorno. Ahí el cantautor de 43 años de edad —dicen sus biografías virtuales: de cerca no se le ven— rescata su pop con pinceladas caribeñas para confesar que no se halla ni soltero ni emparejado. Presentará sus nuevos temas con un concierto el 13 de mayo en el Hotel Eurobuilding en Caracas, como parte de una gira que lo llevará también por Ecuador, Chile, Colombia y República Dominicana.

Sus amigos en la industria le han hecho ver un fenómeno peculiar: a pesar de que estuvo “desaparecido” por varios años de la escena musical, sin hacer conciertos ni promoción, las canciones que dejó seguían sonando en la radio. ¿A qué se lo atribuye? “Yo supongo que es por la honestidad de las canciones; porque la gente se conecta con ellas y las pide. No me daba miedo irme y volver, porque nunca he tenido expectativas sobre cómo los demás van a recibir mi trabajo. Si estoy cantando y hay al menos dos personas que lo están disfrutando, la misión está cumplida”.

Todas para mí. Jeremías admite que le cuesta cederles sus melodías a otros artistas, a pesar de que varios se las han pedido. Tu amor, en la voz de Luis Fonsi, es la única que ha compartido y fue en un hit en 2006. “En ese momento decidí que mejor me las quedaba yo, porque además disfruto mucho cantarlas. Puedo estar en el automercado, en un hotel o sentado en un bar y estar concentrado en una idea para una canción”. Aunque admite haber atravesado un bloqueo creativo, ya no tiene mayores dificultades para componer. Le ayuda estar solo con su guitarra, aunque el suyo es un proceso permanente.

Reconoce que haber estudiado Letras y Psicología ayuda. “Ninguna de las dos carreras las terminé, pero me dieron elementos. Cuando uno estudia Psicología, por lo general, tiene la esperanza de encontrar respuestas para sí mismo”. ¿Y las encontró? “Algunas sí”. De todos modos, la música pudo más. Desde que cumplió 19 años, el afán por la composición fue ganando terreno formalmente, luego de que los estudios infantiles de guitarra y piano le mostraran poco a poco su potencial melódico.

“Desde que era chamo le pedía a mi papá que cada vez que sacara 20 en un examen me regalara un cassette, y como era muy buen estudiante, no le quedaba de otra que comprármelos. Cuando tenía 9 años, ya tenía como 400”, cuenta con picardía. “En mi casa se oía realmente de todo, pero mi mamá tenía un gusto más trovero y por ella escuchaba a Silvio, Pablo, Serrat, Mercedes Sosa. Mi papá siempre fue más salsero”. El pequeño Carlos Eduardo López Ávila —nacido en Londres porque sus padres estudiaban allá y quien fue apodado Jeremías desde la infancia— se apasionó por el pop y el rock en inglés. Lo que sonara en el Top 40 le entusiasmaba.

El muchacho que canta. Nunca le costó elegir su propio estilo musical. Alguien lo escuchó, le pasó el dato a una disquera española, y fue allá donde lo ficharon enseguida para hacerle su primer disco en 2003. Temas como La citaPoco a poco (canción de la telenovela Mi gorda bella) y Desde el bar sonaron en Europa primero que aquí. Jeremías recuerda con gracia el despiste absoluto de aquel muchacho de ojos claros en el mundo musical. Rememora la primera vez que se escuchó en radio al subirse a un carro en España. Su primer videoclip, rodado en Barcelona. La primera entrevista (“¡terrible!”) que dio en la radio ibérica, donde ya era una sensación sin que lo hubiesen visto siquiera en televisión.

¿Es de los que pueden verse en retrospectiva sin avergonzarse? “No es que me cueste, pero sí veo videos de esa época y me doy cuenta de lo mal vestido que andaba. Nada combinaba”, dice a carcajadas. “No es que era un estilo mío o era falta de estructura, es que yo realmente era muy hippie y no tenía ninguna conciencia de imagen. Hasta las portadas de mis discos eran horribles. En cierto modo era una resistencia mía, porque yo solamente quería cantar y me parecía que preocuparse por eso era demasiado frívolo”, explica.

A la fecha, es capaz de escucharse a sí mismo, pero jamás pone en el iPod sus propias canciones. “Cuando me encuentro algo mío en la radio siempre me fijo en la mezcla, en cómo suena, en qué se pudo haber hecho mejor. A veces me regaño y me pregunto en qué estaba pensando. Los que trabajan conmigo en un estudio pueden decir que soy una piña y es verdad. Soy fastidioso, indeciso, neurótico, perfeccionista. Le busco las cinco patas al gato”. Si se le pregunta en qué se diferencia su nuevo disco de los tres anteriores, lo resume en mayor madurez y menos pretensión. “A estas alturas la ventaja es que ya sé cuál es mi voz. Cuando uno está empezando, siempre suena más bien como una mezcla de cosas que ha escuchado, no como algo personal. Ya sé qué me funciona y qué no”.

La sed de crear algo especial sigue insaciable. “Me toma mucho tiempo elaborar una frase que describa bien la sutileza de la emoción que quiero contar. Llegar a una buena sumatoria de frases con ese nivel de sencillez —que a la vez tiene profundidad— es muy difícil, pero cuando por fin lo logro, todo está bien”, confiesa. “Me conmueve que la gente sienta que es una buena noticia que regresé, porque para mí hacer música es un regalo. Me siento agradecido por poder dedicarme a este oficio”.


Micrófono abierto

¿Una canción que le gustaría haber escrito? Mediterráneo, de Joan Manuel Serrat. Es deslumbrante.

¿Con quién le gustaría colaborar? Con Rubén Blades y Juan Luis Guerra. Son tipos a los que admiro.

¿Qué artistas recientes le llaman la atención? Me encanta lo que hacen Ed Sheeran y The Weeknd.

¿Una canción culposa? Esa de Rocío Dúrcal que dice: “Pues mira tú…”. Y lo digo con orgullo, me gusta esa canción (risas).

¿A quién le ha impactado ver en escena? A Julio Iglesias y a Gustavo Cerati. Increíbles. Cerati era un rockstar de verdad. Tenía mucha fuerza y buena energía.

¿Una canción que se le pegue? Cuando no estoy componiendo, lo que siempre suena en mi cabeza es Usted me va a perdonar de Reynaldo Armas o La vaca mariposa de Simón Díaz. Es rarísimo, yo sé.

¿Un momento extraño en el escenario? En un concierto, una muchacha me entregó algo en la mano. Seguí cantando y cuando sentí lo que me dio, se movía, me asusté. Era un pollito vivo, pintado de azul. Dije: “¡Coño!” por el micrófono (risas).

¿Cómo le gustaría ser recordado? Como un tipo que hacía buenas canciones. Como alguien que cantaba con el corazón.


Vuelta a la patria

Vivir en Miami desde hace ya casi 15 años lo entusiasma a volver. “A mí me encanta venir, porque con la distancia tienes más perspectiva de las cosas que son importantes. Yo antes pensaba que lo más bello que tenía Venezuela era la geografía, las playas. Ahora que vuelvo me doy cuenta de que es la gente. Es amiguera, cálida, simpática, noble. Hay quienes sienten que ya no somos eso, pero yo lo siento enseguida cuando llego aquí. Si alguien está teniendo un mal día y uno mantiene una actitud dulce y agradable, en unos minutos esa persona recupera su amabilidad y te ayuda tanto como puede. Eso no pasa en todas partes”, explica. “Es verdad que hay etapas y circunstancias que no están haciendo que eso aflore: que se tiende más a ver el vaso medio vacío. Pero la venezolanidad sigue ahí”.

Fuente Todo En Domingo

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