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Un vistazo a la poesía venezolana contemporánea da cuenta de los meandros que sigue la palabra para llegar a los fogones, la mesa y a la alacena de la memoria
Podría pensarse que es natural el tránsito del hambre al placer y el del placer al mesón de la cultura. Pero no es cierto. Lo dietético solo pasa a lo estético cuando se convierte en gusto, es decir, apreciación subjetiva apoyada en un conjunto de preceptos antropológicos, sociales, culturales e históricos. El goce es aprendizaje, conciencia de cómo lo que es simple necesidad del cuerpo llega a ser un placer tan inmenso y trascendente que exige sobreponerse al paladar para ser palabra y así penetrar en el ámbito de la literatura. Y no siempre el escritor lo ve tan claro o le interesa.
Para que haya un ordenamiento estético del apetito hace falta una pulsión y la poesía venezolana, en un repaso vertiginoso, pareciera tener muchas humanas distracciones que la alejan de lo gastronómico.
La coquinaria no es ausencia absoluta, pero su intermitencia no nos permite rastrearla para construir un retrato de nuestra cultura, como sí lo hacen la poesía española, la francesa y la mexicana.
Andrés Bello en su Silva a la agricultura de la zona tórrida (1826) alude a alimentos provenientes de la naturaleza:
»Tú das la caña hermosa,
de do la miel se acendra,
por quien desdeña el mundo los panales;
tú en urnas de coral cuajas la almendra
que en la espumante jícara rebosa»
En 1877 Juan Antonio Pérez Bonalde escribe su emblemático poema Vuelta a la patria: no hay alusión a platillos o bebidas de la lejanía, tampoco a los fogones que acogen su retorno. En Mi padre el inmigrante (1945) de Vicente Gerbasi es a través del heroico progenitor que se trasluce algo comestible:
»Vienen de ti mi afán y mis palabras,
y es tu sangre la que dice con mis labios:
hierro, pan, campana, frente, piedra, flor, caballo,
casa, sartén, naranjo, césped vespertino,
romero, yerba, clavo, cayena y astromelia.»
En poetas de finales del siglo XX y de este crudo XXI la gastronomía parece entrar de forma más plena, siempre en relación con la mesa, el dolor, el hambre, el vino, el amor y el desamor, la nostalgia, la memoria. Ello pudiera atribuirse, entre tantas otras cosas, a la preponderancia de una cierta reflexión hedonista, que se traduce en la cocina como tema ineludible: se come hablando de comida; las redes sociales están repletas de alucinantes imágenes de platillos; cada vez son más los espacios que informan sobre gastronomía.
Lo que sigue es una muestra en crecimiento, un vistazo a la poesía que se torna cocción y bocado en varias generaciones de escritores venezolanos:
1.
PREÁMBULO
Juan Sánchez Peláez
Prueba la taza sin sopa
ya no hay sopa
solloza hermano
prueba el traje
bien hecho a tu medida
te cuelga
te sobra por la solapa
nos falta sopa
2.
LA MESA
Eugenio Montejo
¿Qué puede una mesa sola
contra la redondez de la tierra?
Ya tiene bastante con que nada se caiga
cuando las sillas entran en voz baja
y en su torno a la hora se congregan.
Si el tiempo amella los cuchillos,
lleva y trae comensales,
varía los temas, las palabras,
¿qué puede el dolor de su madera?
¿Qué puede contra el costo de las cosas,
contra el ateísmo de la cena,
de la Última Cena?
Si el vino se derrama, si el pan falta
y los hombres se tornan ausentes,
¿qué puede sino estar inmóvil, fija,
entre el hambre y las horas
con qué va a intervenir aunque desee?
3.
(DE SOBRE ABIERTO)
Rafael Cadenas
Escritura.
Un vino
como ala
al sol.
4.
DICCIONARIO SECRETO DE TERMINUS SALVAJES
Margara Russoto
Mi madre no toleraba
la intervención del pimentón
en la salsa para spaghetti.
Hubiera sido impericia y desconfianza
añadir otro ingrediente.
Porque es para siempre el rojo poder del tomate.
Yo tampoco
usé pimentón
en mis poemas
durante mucho tiempo.
Después la vida se hizo híbrida y primitiva.
No amigos.
No amor.
Los hijos se fueron.
El marido murió.
Y aprendí a echarle el guante a cualquier cosa.
Me endurecí
como rama de canela.
No tuve escrúpulos en ahogar
con hongos musculosos
el aroma de la albahaca.
Maíz transculturado y rábanos
de un lado a otro intercambié
sin pena de confusión.
Al soberbio plátano lo humillé.
Lo hundí bajo el peso
de ingredientes baratos,
y a la papa
ella siempre tan tolerante y translaticia
la revolví entre sofisticadas legumbres
de insipidez asiática.
Y así todo me servía y nada
y nada
¿Cuál? ¿Dónde, el sabor primigenio?
Hoy vendo guacamayas en mercados mexicanos,
y paseo por las vitrinas
llenas de oro falso,
como mis poemas.
De lejos
algunas veces
el espectro de mi madre tiernamente recrudece.
Su voz es un soplo helado:
Te los dije.
5.
NATURALEZA DEL EXILIO
Igor Barreto
Unas reses llegaron del boscoso anhelo,
de unas calcetas añoradas.
¿Qué sentido tenían aquellos animales
de rostros humanos?
La cocina era una hoguera
a media noche.
El acallamiento
vegetal del balcón
donde unos helechos
aletean como esfíngidos.
¿Qué fue de la quietud de unos parajes
que conocía tanto?
No encontré barriales constelados,
ni la camisa azul.
Era la naturaleza del exilio,
un río de nada.
Algo que corta una cebolla en pequeños trozos,
blanca, como un farol bajo un árbol marchito.
6.
BOSQUES
Yolanda Pantin
(…) entonces, invité a mis padres a almorzar en casa.
Celebraba que mis hijos habían regresado de viaje
y que había perdido un concurso literario.
Compré Aves del Paraíso, calas blancas
que coloqué en un viejo jarrón de la familia
contra la pared roja de la sala-comedor, recién pintada.
Preparé calamares en su tinta, porque recordé que cuando niña era un plato de grandes ocasiones
–es tan laborioso, exige tanta paciencia.
Lo acompañé de arroz blanco al modo de Colombia
y de una ensalada de lechugas y manzanas
que improvisamos al momento con Jimena.
Puse sobre la mesa el mantel más vistoso que tenemos,
una carpeta marroquí (?) de tonos ocres,
y la vajilla heredada de mi pasado matrimonio.
Había una fuente con uvas y ciruelas,
las frutas favoritas de mi madre,
tan dulces, tan heladas.
En la mesa, ya sentados, los hijos y los nietos,
brindamos por los momentos que la vida de alegría ofrece.
Mi padre quiso decir unas palabras.
Cuando uno es joven y sueña,
desea grandes cosas,
Algunas se cumplen y otras no, la mayoría
son sólo sueños. Luego pasan los años,
lo escuchábamos hablar,
lo único que cuenta, si uno cuenta,
si uno vuelve la espalda y mira
lo que hemos dejado,
donde hubo bosques
y el mar que se veía,
para juntos celebrar este encuentro
que al final recordaremos
por encima del llanto
y la lección amarga.
7.
(DE LA GANA BREVE)
Luis Pérez Oramas
Cuando esté lejos añoraré las cosas.
Podré nombrarlas, hacerles inventario
y así henchir el vientre de los días
con promesas vagas, con apenas visiones.
Cuando esté lejos añoraré las cosas.
El agua del castaño, por ejemplo
paraíso cada viernes protector de la familia
señor de las cocinas
del fuego prohibido o la infusión para mañana.
Haré el inventario:
Dispondré de cariaquito sembrado antes que uno
despertando de memoria los olfatos
en cada cual, en cada grifo, en toda mano.
Añoraré las cosas:
Borra de café serán los días
pieles exprimidas de naranja
despojos de lentos desayunos
pecado original en las migajas.
Haré el inventario aunque me expulsen
y diré en aquel recinto ya sin ángel
entre aquellas losas ya con Tata o Tomasita
en aquel calor del horno abierto, aventado de comidas
esperando estuve yo con la alegría.
8
A PUNTO DE NIEVE
Sonia Chocrón
Ají dulce miel y coco
para espantar la pereza
Dos cebollas sal y aceite
para ahuyentar la tristeza
Doce claras bien batidas
con azúcar y almidón
que te espero en la mañana
a punto de nieve mi cielo
a punto de cielo mi amor
Blanca toda empalagosa
como una azucena en flor
Briosa y suave golosina
confite, pulpa y pasión.
9.
(DE CASA DE PISAR DURO)
Gina Saracceni
El amanecer llega a la casa lentamente.
Nada quiebra el silencio que queda de la noche.
Sólo se oye respirar a los insectos.
El padre y la madre desayunan.
El padre muerde el pan duro,
lo moja en agua y aceite
come la harina espesa de la guerra.
La madre, en cambio,
prefiere la avena y la manzana,
hechas arena al tacto de su lengua.
Ambos comen la corteza
del tiempo que se acaba.
Ese ser dos en la vejez,
aferrados a un ritual
que les devuelve los primeros
paisajes de sus vidas.
Ese ser hijos de lo mismo,
del mismo pan duro que mastican,
sin que la miga ceda
al diente que la muerde.
10.
BRECHA GENERACIONAL
Hernán Zamora
Mi hijo no gusta del trozo de chocolate que le ofrezco
No puede explicármelo
Ante mi asombro e insistencia
sólo repite –sabe horrible
No puedo comprenderlo
tiene el equilibrio justo
entre un cuarto de dulzor
y el resto en amargura
que necesito para vivir
(Me aterraría saber que es demasiado dulce para él)
11.
RITUAL
Kira Kariakin
el agua hierve
la tetera silba
decido
si es de mañana
el té será fuerte
negro
si el crepúsculo
es promisorio
la mezcla será
ahumada y oriental
de lo contrario
aromatizada a la inglesa
las noches y la vigilia
son acompañadas
por perfumes de mandarina
malojillo
sabores de frutillas otoñales
la taza acoge
el momento
el paladar la lengua el olfato
convergen
en la verdad del primer trago
mi cuerpo recibe
comunión
12.
HOGUERA
Luis Enrique Belmonte
Escribo en la cocina.
La noche cabecea como un centinela adormecido
después que ya han pasado suficientes torbellinos
en el círculo polar ártico.
Escribo en esta cocina
donde se encuentran tus manos con las buenas yerbas
donde se encuentran tus manos con mis manos.
Y la noche fresquita y muda
como una canción de Otilio Galíndez.
Escribo en esta cocina
donde se desbroza se condimenta
y se cuece a fuego lento esta dulzura
esta alegría de estar juntos y vivos.
13.
HAMBRE
Eleonora Requena
nada voluntaria el hambre
es cosa dentada, montaraz, írrita
garabatea ganas entre carnes salcochadas y vegetales tibios
es un hambre a secas
atávica, contumaz , asidua
la mastico entre bocados breves y parsimoniosos
en las raciones justas de los platos servidos
ni las copiosas fábulas o los profusos adjetivos
logran saciar su testarudo afán
ni el aplomado celo que la ciñe
14.
NATURALEZA MUERTA
Gabriela Rosas
Una taza de café vacía
un salero
una botella de sacarina junto a un aguacate
un servilletero
tres sillas
el mantel verde
nadie reza por nosotros
el carpaccio de lomito servido en las bocas
un shot de absenta espera el final de la noche
el tic tac del reloj a mi derecha
un gato salta sobre el techo de la casa
es el mismo que nos asusta siempre
mientras me siento a leer mis apetitos.
15.
PASAPORTE
Keila Vall De La Ville
Hay objetos
que son puente
y que son llave.
No hace falta explicar.
Hay objetos
que son viaje.
Una esfera
verde y brillante
un chocolate oscuro con sal marina
brunello di montalcino a las doce y veinticuatro.
Hay objetos que son llave.
Tomo este pequeño planeta
toco
o imagino
su superficie rugosa, lisa, herida.
Cierro los ojos.
Aparezco en la terraza
de un lugar en Caracas
Veo plantas tras el cristal.
Mi fruta pasaporte
me recuerda que
una mesa de noche me espera
allí él descansa mientras llego.
Es un ancla
a aquel patio
en cada puesto un cuaderno
una carpeta con liga
un lápiz
y yo.
Un limón.
Pasaporte cable a tierra puente y llave
esfera
verde brillante
rugosa o lisa.
Me recuerda
de dónde vengo
y que no me voy.
Hay pasaportes
de
pasaportes.
Fuente El Estímulo
poesía venezolana, la mesa, breve antología, poesía, Venezuela