Infancia, tras la cima, niños venezolanos, cimas congeladas
Medio centenar de niños venezolanos han conquistado cimas congeladas y selváticas de la mano del inquieto montañista Marcus Tobía, precursor del proyecto Niños en la Cumbre. Alcanzar las alturas y forjar el espíritu son las metas de este desafío a la naturaleza
Cuando al marabino Heiderber Ramírez, de 13 años de edad, le dijeron que podría caminar sobre el mar, soltó una carcajada de incredulidad. Aunque sabía que era uno de los afortunados en visitar Uummannaq, poblado cercano al círculo polar ártico, no podía imaginar tal desafío a la naturaleza. Debió atravesar los 300 kilómetros de agua congelada para convencerse.
La odisea glacial fue uno de los recorridos de Niños en la Cumbre, iniciativa creada por Marcus Tobía, montañista venezolano que en 37 años ha ascendido y recorrido los sitios más inhóspitos del planeta. En su trayectoria suma varias hazañas, como la escalada al Monte Everest, en 2001, y las primeras expediciones venezolanas a los polos norte y sur, en 2004 y 2006, respectivamente. Todas con sus compañeros de Proyecto Cumbre.
Cimas alcanzadas
El montañista asume con humildad sus ascensos, pero no oculta el frenesí que le produce la enseñanza, habilidad que adquirió durante sus dos décadas como entrenador de voleibol y atletismo en el Colegio Humboldt, donde también fundó el club de excursionismo. Con esta experiencia a cuestas, notó que las cimas generan un efecto transformador en los infantes y jóvenes, por lo que se fijó la meta de llevarlos a fascinantes montañas y escenarios naturales.
La aventura tuvo que aguardar hasta 2008, cuando Tobía reunió a quince jóvenes provenientes de diferentes estratos sociales y entidades de Venezuela, con edades comprendidas entre 10 y 15 años. Luego de un año y medio de entrenamiento, los pequeños lograron ascender los picos más altos del país: Piedras Blancas, Humboldt y Bolívar.
Como buen trotamundos, Tobía no dejó de soñar en ir más allá y, en 2012, guío a veintiún niños hasta el Pico Humboldt y el Imja Tse, montaña de 6.189 m, ubicada en Nepal. Catorce de los participantes eran venezolanos y el resto provenía de la nación asiática (una niña del orfanato en Katmandú, uno de la etnia Rai y cinco del Khumbu). En esa oportunidad rompieron el récord de escalada infantil: solo uno de los participantes no alcanzó la cumbre. “Cuando bajamos había una expedición internacional con treinta y siete montañistas consagrados; luego nos enteramos que, de ellos, solo nueve lograron llegaron a la cima”, relata con emoción el escalador, quien, además, es arquitecto.
La conquista de estas cúspides convenció a Marcus de romper nuevamente las fronteras. Entre 2014 y 2015 preparó a diez niños criollos (destacaron dos de Kamarata, población indígena, ubicada en la ladera sur del Auyantepui) y a cinco niños de Groenlandia (tres procedentes de un orfanato en el poblado Uummannaq). Los objetivos eran escalar el Salto Ángel y traspasar el mar congelado de Groenlandia con trineos halados por perros. En ambos retos degustaron las mieles del éxito.
Más allá de la cumbre
Los 51 niños y jóvenes que han participado en este proyecto fueron seleccionados por su aptitud. No se consideró si tenían habilidades atléticas, más importante era la fuerza de voluntad para resistir los avatares de la naturaleza. Así lo asegura Tobía, quien en la entrevista con cada pequeño midió su compromiso para afrontar el desafío. “La idea era que comprendieran que si se quiere lograr algo extraordinario, debe existir sacrificio y esfuerzo”, explica.
Sin embargo, sí hubo entrenamientos físicos para que los infantes obtuvieran resistencia ante adversidades como la temperatura baja. Los pequeños que no se encontraban en Caracas o en el país, fueron instruidos por personas allegadas, como profesores de educación física y responsables que recibían indicaciones de parte del equipo de Niños en la Cumbre.
La preparación representó un desafío: es difícil capacitar a un niño para que soporte vicisitudes como -40° centígrados. “Ese aguante es imposible de condicionar. Procuramos que tuviesen un estado físico óptimo y la madurez emocional para entender que las condiciones climáticas se deben sobrellevar en el momento que corresponda”, afirma el alpinista.
El proyecto busca el contraste cultural. Como sucedió en Nepal y en la expedición al Auyantepui, donde los niños inuits vieron por primera vez un árbol. Ahí las barreras idiomáticas fueron insignificantes y, para alcanzar la cima, lograron comunicarse a pesar de que los involucrados hablaban cinco idiomas diferentes (español, kamaracoto, groenlandés, inglés y danés).
La cooperación es otra de las enseñanzas que deja el camino hacia la cumbre. “Le transmitíamos a cada niño que su participación era esencial porque podían ayudar con labores básicas como cocinar o apoyar moralmente a sus compañeros. No hubo espacio para el egoísmo, todos dependíamos de los otros para seguir escalando”, acota el explorador.
La iniciativa surgió para activar el espíritu de aventura adormecido por la exposición de los niños a la tecnología. “La montaña genera la amplitud de los sentidos porque exige concentración en cada paso. Durante las travesías, los niños comprendieron que son parte de un ecosistema y fueron humildes ante la fuerza de la naturaleza”.
En la tele
Niños en la Cumbre es un proyecto inédito. Al concebirlo, Marcus pensó en inmortalizar cada excursión en una serie de televisión, con la ayuda del cineasta merideño Juan Carlos López Durán, director de Explorart Films, una productora enfocada en capturar la diversidad geográfica y cultural. Las cintas Extremos y Tocar y luchar son ejemplo de su trabajo. Hasta el momento, las expediciones de Venezuela y Nepal están grabadas en seis capítulos de 45 minutos cada uno. La primera fue transmitida por Televen y Meridiano, mientras que la segunda se convirtió en la primera producción venezolana en OnDIRECTV.
La tercera temporada (Auyantepui-Groenlandia), actualmente en la fase de pos producción, tendrá dos episodios de una hora con música del compositor venezolano Nascuy Linares y la colaboración de Ron Davis, profesor del Sistema de Orquestas y Coros Infantiles de Venezuela en Groenlandia, quien hizo el enlace para incorporar a los niños inuits en el proyecto. Tobía espera que las tres entregas se difundan en otros canales de televisión y materializar las producciones en DVD o Blu-ray. “Queremos mostrarle a la sociedad que si unos niños alcanzaron cumbres de esta envergadura en conjunto, los adultos también pueden superar sus diferencias en cualquier área para buscar soluciones”, sentencia.
Equipo de altura
El recurso humano ha sido la clave para consolidar el éxito en cada uno de los recorridos. Aunado a los diestros montañistas, han participado expertos en medicina deportiva, rescate y herpetología para garantizar la seguridad de los pequeños. Por otra parte, Explorart Films cuenta con camarógrafos y un equipo de producción que domina condiciones adversas. Al equipo también se han sumado niños que estuvieron en las temporadas pasadas. Natalie Probst participó como niña en la primera y segunda temporada, y en la más reciente fue asistente de cámara. Lo mismo ocurrió con Andrés Ramos y Marcos Carbonell, quienes vivieron el recorrido a Nepal y en la tercera excursión cumplieron funciones de logística y asistencia de cámara.
Próximo destino
El montañista piensa que la cuarta temporada podría ser en Canadá, donde diversos cineastas se han mostrados interesados en el proyecto. También evalúa realizarla en alguna cima de Bolivia o en el lago Baikal, ubicado en Siberia (Rusia). En este último, realizó la primera circunnavegación del lugar. “Sería muy significativo porque es el lago más antiguo y profundo del mundo. La travesía equivale a 700 km caminando sobre el agua congelada”, comenta. Aunque estas opciones lo entusiasman, el equipo de Niños en la Cumbre no ha iniciado la planificación porque no posee los recursos necesarios. “Es peligroso no tener el 100% del presupuesto. Podemos quedar a mitad del camino y lo último que haremos es llenar a un niño de expectativas sin estar seguros”.
Este inconveniente no detiene a Tobía; siempre optimista, cree que tarde o temprano alguien con el músculo financiero suficiente valorará esta iniciativa. En las ocasiones anteriores, diversas empresas venezolanas realizaron el financiamiento y se consideró a los hijos de los empleados para las expediciones. “El esfuerzo fue mancomunado y se obtuvieron beneficios colectivos. Actualmente por la coyuntura, algunas personas me han aconsejado dejar el proyecto, pero creo que esa no es la solución porque si lo abandono, no le estoy haciendo un favor a la sociedad venezolana, al contrarío significaría dejar de aportarle un propósito positivo”, asevera.
Por lo pronto, Tobía organiza excursiones en el parque Sierra La Culata (Mérida) desde Sagamartha, refugio único en su estilo que creó para contagiar la pasión por el montañismo a niños y jóvenes. A kilómetros, Heiderber Ramírez, el adolescente de la tierra del sol amada aún se impresiona de su hazaña en Groenlandia. A pesar de que no se dedicará al alpinismo, sigue probando su resistencia, pero en la cancha de fútbol, deporte en el que se destaca, gracias a las técnicas que aprendió de los inuits en la nieve.
WWW
http://childrenonthesummit.com/
http://www.campamentosagarmatha.com/
http://www.marcustobia.com/
Fuente Revista Dominical
Infancia, tras la cima, niños venezolanos, cimas congeladas