Guayabas en la playa

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Guayabas, playa, empresa venezolana, trajes de baño

María Doménica Atencio puede preciarse de celebrar un pequeño milagro. En los mismos 18 años en los que muchas empresas se han ido a pique, su marca de trajes de baño ha logrado crecer hasta festejar la mayoría de edad. La directora creativa de Kanomi cuenta la historia tras el concepto que combina lo autóctono con lo chic

En 1999, María Doménica Atencio entró a la biblioteca de la Fundación La Salle. La muchacha –recién graduada de abogada– pidió un diccionario pemón-español resuelta a buscar nombres para un proyecto creativo. Se sentó a hojearlo y saboreaba el sonido de los vocablos en aquel dialecto. 

Lo de ser abogada, admite, fue más una convención que otra cosa. Le gustaban las letras y la filosofía; deliraba por la arquitectura. Todos oficios que en su casa parecían de pronóstico incierto. “Al final resolví estudiar Derecho en la UCAB porque realmente quería aportarle algo a mi país, ver cómo podía ayudar para que funcionara mejor. Yo no quiero a Venezuela solamente porque nací aquí, sino porque la conozco”, explica. “De niña me encantaba ir a las casas de mis abuelos en San Juan de los Morros o en Ocumare de la Costa y adoraba esa sensación de libertad de estar junto al mar, ese placer de oler las matas de guayaba. Son de mis recuerdos favoritos”. Cuando se dio cuenta de que analizar leyes definitivamente no le gustaba –y que su sensibilidad estética la arrastraba en otra dirección–, se escapaba todas las vacaciones a estudiar distintas artes en la escuela de Oscar Kokoschka, en Salzburgo.

De vuelta al trópico, cuando decidía viajar a Choroní o Cuyagua, empezaba la búsqueda infructuosa de hallar un traje de baño que le gustara. Muy pequeñito. Muy transparente. Muy soso. “Me di cuenta de que no encontraba piezas que integraran buena calidad con una propuesta sólida de diseño. Tampoco había una boutique de trajes de baño”. Impuesta la medalla, empuñado el título y tomadas las fotos, Atencio le pasó de largo a los bufetes y las notarías. Con una nueva idea entre los dedos, pasó también la página del diccionario pemón, y descubrió que kanomi significa guayaba.

La cola empieza aquí. Se asoció con una amiga diseñadora gráfica, Alejandra Abecasis, para montar su firma de bañadores. Le pidió dinero prestado a su papá para comprar las telas y juntas diseñaron una colección cápsula de tres modelos con distintas variantes. Reclutó a sus amigas, las adornó con cayenas en el pelo, y las puso a desfilar en el bazar de Fundaprocura de 1999. Éxito total. A falta de un local para la venta, Atencio pidió prestado el garaje de su casa en Altamira y lo acondicionó como un mini showroom tropical donde sus clientas podían ir a probarse y comprar los modelos de Kanomi. “Creo que en mi casa se dieron cuenta de que esto iba en serio cuando se empezó a formar cola en la calle para entrar. Fue una tabla de salvación para hacer lo que yo quería”, recuerda pícara. 

Lo que en principio hizo rascar cabezas –“tanta plata en estudios para que esta muchacha venda pantaletas”, opinaron algunos conocidos– pagó el préstamo de aquellas primeras licras en apenas dos meses. Aunque poco después Atencio se quedó sola con el proyecto –su socia emigró–, este año Kanomi cumple 18 años con tres boutiques propias al cinto, la intención de internacionalizarse y una colección llamada Müruntö –fuerza en pemón– para celebrarlos. Allí propone una vez más, bajo la mirada calibrada y el feedback asimilado de aquella época en el garaje, una serie de piezas y complementos con líneas arquitectónicas, nombres indígenas y un manejo distintivo del color y los estampados. 

“Es una fusión de las tendencias internacionales con estilo venezolano, con patrones que combinen pureza y fuerza. Me gusta hacer diseños para distintos tipos de cuerpos y que brinden herramientas para sacar lo mejor de ti. Más que proponer una estandarización, busco que esa pieza refleje tu esencia y que te sientas elegante sin verte sobrevestida”, señala. “Aunque a la mayoría de la gente le gustan los colores vibrantes, a mí me encantan los otoñales, así que los utilizo de todos modos. Si quebrara mañana mismo y se me quedara todo frío, yo podría usarlos todos”, comenta divertida. 

Ese derecho a la autodeterminación playera con atención a los detalles da cuenta de cómo su marca ha sido capaz de flotar. Las telas son importadas, pero su confección ha sido siempre nacional: admite que no las confía a otras manos que no compartan su pasión ni su grado de compromiso. ¿Cómo se llega a los 18 años? “Creo que la clave ha sido adaptarse a la situación país sin que la propuesta deje de ser autosustentable ni actual, y también que cada cosa que hacemos conserva siempre un toque autóctono. Todo está cosido con respeto, cuidado y mucho amor”.

En Instagram: @kanomichic 

Fuente El Nacional

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