Graziano Gasparini: Arquitectura y no

Notes

Graziano Gasparini, Arquitectura, literatura, venezolano

El más reciente libro del maestro e investigador venezolano es un llamado a la crítica: se están produciendo manifestaciones artísticas aberrantes

El último libro de Graziano Gasparini (Italia, 1924) se titula: Arquitectura y no. Es una alerta a las aberraciones de las últimas décadas en el arte y la arquitectura. Estábamos acostumbrados a la excelencia de las publicaciones del maestro Gasparini, en ediciones hermosas, casi todas «iluminadas» con sus fotografías. Este es quizás su libro más «humilde». Las carencias de tinta y de papel lo obligaron a editar el libro en la forma más austera posible. Pero las ausencias de lujo quizás resaltan el sentido del  propio libro. Y es que lo que caracteriza no es su envoltura, sino la excelencia en el pensamiento. Son precisamente esas reflexiones escritas en el lenguaje de un «joven» atrevido, audaz y hasta jocoso, lo que nos ha llamado la atención. Unas líneas que nos dicen que no es lo mismo mirar que observar y analizar. Sobre todo a la luz de una capital destruida, en su arquitectura, por unos arquitectos que sin pudor, ni ética han proyectado lo que será, a futuro, el mejor ejemplo de lo que no se debe hacer: la gran Misión Vivienda Venezuela. Nos repite que arquitectura no es medida sino proporción. Que la fachada debe ser coherente con el uso y las distribuciones internas. Que hay que respetar las edificaciones existentes que tengan valor arquitectónico sin aplastarlas y sin deseos de brillar más, sin destruir la memoria. Y entender –eso como que cuesta mucho–, que arquitectura no es el lujo de los materiales sino la excelencia en el diseño. La mejor prueba es este libro sencillo en la presentación, pero generoso con las ideas.

Inicia su libro Gasparini alarmado por el «Todo vale», en el que rememora cómo hace unos años el MoMA promocionó una encuesta en la cual preguntaba cuál era la obra más importante del siglo XX y emergía ganadora el famoso urinario de Marcel Duchamp (1887-1967). La obra, de 1917, dio pie a los famosos «ready-made». En ella, Duchamp cuestionaba ¿quién hace arte: el artista o el museo?, ¿el material en que se hace o el promotor quien la mercadea? Su impronta aún se proyecta desde ese entonces y dio origen al arte conceptual. Hoy, sin duda, nadie cuestiona la importancia de lo que fue una propuesta genial, pero también una provocación.

La obra de Duchamp es innegablemente momento de inflexión en el arte, pero merece la pena recordar ciertos asuntos que la envuelven. La pieza iba a exhibirse en la New Society for Independents Artists, en Nueva York, de la cual el mismo Duchamp formaba parte. Pero él no la firma, sino que coloca R. Mutt en diversas alusiones: 1) Mutt se inspira en el comic Mutt and Jeff (en español se conoce como Benitín y Éneas) –una alusión al ridículo. 2) La R. por Richard que es el nombre dado por los monederos en Francia –en referencia a los fines del mercado. 3) También se refería a Mott works –una conocida fábrica de Chicago que hacía sanitarios. Uno se pregunta si el mismo Duchamp tuvo miedo de su arrojo al no firmarla. Y de, finalmente, no exponerla. Debía pagar seis dólares para exhibirla y colocarla en el catálogo. Pero el entonces misterioso Señor Mutt nunca apareció para cancelar los costos. ¿Tenía miedo Duchamp de enfrentarse al stablishment que cuestionaba? Décadas más tarde se fotografiaba orgulloso delante del urinario. La tormenta había pasado pero las dudas sobre su actuación, persisten.

El urinario permanece en una colección privada estadounidense. No sabemos el enorme precio que pagarían por ella. Pero recientemente una de sus obras, de 1916, titulada: With hidden noise/a bruit secret (con ruido alto/un ruido secreto), una pieza que mide apenas 11,4 cm de altura, en una edición 7/8, reeditada en 1964, fue vendida en Sotheby’s,  Londres (10/11/2016), en $692.000. Finalmente, Duchamp fue víctima de lo que él criticaba.

Menciona Gasparini otra obra que aparecería 44 años más tarde. El conocido enlatado de Piero Manzoni (1933-1963) que tituló: Merda d’artista (no hace falta traducción). Una lata de 4,8 cm de altura y 6,5 cm de diámetro, de la cual Manzoni hizo 100 réplicas, como originales. Y edita, como un múltiple, 9.000 piezas. Manzoni hizo algo anticonvencional  para crear algo tan convencional, como producir dinero con un peculiar material. Una “latica” de estas se acaba de vender en Milán, en la casa de subasta Il Ponte, el 6 de diciembre de 2016, en $233.000. Pero si usted se empeña en tener un múltiple, puede comprarse alguna en unos $500.

Finalmente cierra Gasparini uno de sus capítulos con el artista y coleccionista inglés Damien Hirst (1965) –a quien no duda en llamar vivaracho–, quien con su múltiple de un tiburón en plástico, al cual le colocó el excéntrico título: The physical impossibility of death in the mind of someone living (la imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien que vive). Vaya título para una obra. Este múltiple de 150 piezas se consigue en el decoroso precio de $12.000. Hirst es coleccionista de arte que adquiere con el dinero de los tontos que le compran sus «obras».

Es más que conocido que Hirst es un timador que recompra sus obras en subastas, para elevar los precios artificialmente y que realiza uno de los mercadeos más agresivos del medio. Aún hay incautos que caen en la trampa. Ya ha pasado un siglo desde que a Duchamp se le ocurrió lo del urinario. Y seguimos pegados en el tema.

El arquitecto Gasparini –con la astucia de un sabio que lo ha visto todo–, sabe que muchos arquitectos como Frank Gehry o artistas como Hirst o Botero, son más que creadores, unos grandes promotores de su dudoso trabajo. El asunto es que si usted es un idiota que bota su dinero comprando «la merda d’artista» ese es su problema, pero cuando las ciudades se nos llenan de «Museos Gughenheim» que son igualitos en Bilbao, Las Vegas o Praga, estamos afectando a sus habitantes. Cuando se permite construir una edificación tan aberrante como la pista de patinaje de Lucas Pou y Farruco Sesto, detrás del Panteón Nacional, estamos permitiendo deformar mentes. Los críticos no podemos aceptar sin reflexionar cualquier propuesta, ni los coleccionistas deben ser incautos. Estos últimos perderán su dinero, pero a nosotros nos condenará la historia.

Fuente El Nacional

Graziano Gasparini, Arquitectura, literatura, venezolano

Originally posted 2017-01-23 14:22:31.