Flor Nuñez, Actríz venezolana, memorias, monólogo, teatro, obra
En el monólogo Memorias de Tere, la primera actriz venezolana repasa el país a través de criollos emblemáticos como Aquiles Nazoa, María Teresa Castillo, José Ignacio Cabrujas, Conny Méndez, Alfredo Sadel y Teresa Carreño, entre otros. Antes de traer la pieza teatral al país, previsto para octubre, la artista narra a Estampas su propia crónica sobre los momentos artísticos que la han marcado.
Memorias de Tere sintetiza un recorrido por la historia venezolana desde mitad del siglo 19 hasta el presente. «La intención es no olvidar el gran país que somos y que no debemos perder», advierte Núñez y con ese exhorto también recoge el interés que ha movido al dúo de escritores para concebir el texto.
La actriz se transforma a lo largo de hora y media en diez personajes de la cotidianidad venezolana. Estos van citando, entre dichos populares y evocaciones, a escritores, intelectuales y artistas venezolanos como Aquiles Nazoa, María Teresa Castillo, José Ignacio Cabrujas, Conny Méndez, Aldemaro Romero, Alfredo Sadel, Teresa Carreño, Simón Díaz, Leoncio Martínez, Laureano Márquez, Leonardo Padrón, Teresa de la Parra, Julio César Mármol y Nicanor Bolet Peraza, entre otros.
«Sabemos que el país se ha ido desdibujando», admite la recordada Pastora Lara Portillo, de la telenovela El Desprecio. «Por eso el llamado de alerta para que no nos borren la memoria, porque han querido contar la historia de un modo distinto a la original. Memorias de Tere es un monólogo para el venezolano que ama su país, que quiere una Venezuela decente, con valores, que no premia el delito ni la corrupción».
No es la primera vez que Flor Núñez aborda el tema del exilio. Antes había escenificado, junto con su hija Andrea Núñez y Javier Hernández, la pieza Mientras te olvido, de Andrés Correa, por la cual le fue otorgado en 2014 el premio de la Asociación de Críticos del Espectáculo de Nueva York. «Creo que este es un gran momento para ser actriz», dice Flor Núñez para agregar: «Las actrices y los actores podemos crear conciencia sobre lo que sucede en nuestros países. En mi caso, creo tener la responsabilidad de ofrecer un teatro que difunda las cosas buenas de Venezuela, más allá de la crisis que atraviesa. Es un buen momento para defender a Venezuela porque no es buen momento para ingenuos ni cándidos».
Con 14 años fuera del país, asegura que todos los años retorna. En ocasiones, para asumir contratos televisivos. En 2007 intervino en Mi prima Ciela y en 2014 lo hizo en la telenovela Nora. A veces lo hace para dictar talleres de arte dramático. En cada una de esas ocasiones vuelve a su hogar con sus familiares en Caracas. Es decir, sus vínculos los define como indisolubles.
Por ahora, sigue concentrada con su personaje de Sara Rodríguez, en la telenovela Silvana sin lana, de la cadena Telemundo, estrenada en el mes de julio. Allí comparte rivalidad y humor con Adriana Barraza, la maestra mexicana nominada al Oscar en 2006 por la película Babel.
«Disfrutamos trabajar juntas. Adriana me recibió y pidió un aplauso en el set, diciendo que era un gusto trabajar con una primerísima actriz. Me decía: ‘Estos personajes teníamos que hacerlos tú y yo’. Y Maritza Rodríguez, la protagonista, me recibió llorando porque decía que no se perdía El Desprecio. Fue conmovedor para mí. Se hizo una foto conmigo para enviársela a su familia en Colombia que también veía aquella gran telenovela venezolana».
Ciertamente, Flor Núñez tiene en el drama venezolano un capítulo de oro puro. Cuando en 1980 llegó a la cima dramática, es decir, se hizo protagonista de telenovelas en Venevisión –Buenos días, Isabel– la comunidad del 23 de Enero, donde vivía, celebró en grande. No era para menos. Sus vecinos sabían que aquella muchacha, entonces con nariz aguileña, representaba el sueño de una vocación.
La parroquia más emblemática de Caracas tenía presente que Flor Eloína, nombre que recibe de sus dos abuelas, iba de canal en canal buscando una oportunidad, con una carpeta que exhibía su único mérito: joven y desconocida actriz de teatro.
«El director Daniel Farías me dio la oportunidad de protagonizar la obra Lecho Nupcial, por la cual me dieron todos los premios de teatro. Para una de las funciones habían ido los ejecutivos de Venevisión«, cuenta desde Miami, donde vive. Aquel día, Tabaré Pérez, el gran productor de ese canal, preguntó, en relación con Flor, quién era esa joven que embellecía los textos con su decir, y Farías le contestó que esa ‘desconocida’ llevaba casi 10 años haciendo papelitos.
Así, con la anuencia de la escritora Delia Fiallo, recibió el primer contrato. Flor se presentaba al lado de José Bardina, ahora con un ligero retoque estético nasal. La aceptación fue absoluta. Para muchos fue el espaldarazo a una actriz que no venía del Miss Venezuela. «Con Buenos días, Isabel sabía que tenía en mis manos la gran oportunidad que no podía desperdiciar».
Tanto fue el provecho que desacostumbró al público de la presencia de Lupita Ferrer, la gran intérprete de las lágrimas. Vinieron títulos: Tres Destinos, Mi mejor amiga y María Fernanda. Luego, los actores Daniel Lugo, de Puerto Rico, y Rubens de Falco, de Brasil, se disputaron su amor en La Bruja. La actriz pasó a ser de las favoritas del país.
Las plantas de producción comenzaron un forcejeo por tener a la intérprete. Flor decidió que era un buen momento para ingresar a Venezolana de Televisión, de la mano del escritor Julio César Mármol, quien trazó para ella La mujer sin rostro, al lado de Gustavo Rodríguez.
Y fue en esa telenovela en la que Flor, con actitud de desacato, se impuso para cambiar el desenlace y contrariar así a Mármol. «Mi amado y siempre admirado Julio César había concebido el final y yo salí corriendo para ponerle la renuncia y negarme a hacerlo. Yo le preguntaba: ‘¿Cómo es posible que después que aquel hombre me arrastró por el piso, me escupió, me maltrató, tú me vas a poner a quedar con él? Eso no lo voy a permitir’. Julio Cesar me refutó diciéndome que Gustavo estaba de acuerdo con el final. Les dije que eran dos grandes machistas. Puse la renuncia y me fui a mi casa sin grabar ese último capítulo».
La actriz se creía en su derecho de sentirse representante de la dignidad de la mujer venezolana. «Yo no podía enviar el mensaje de dejarse patear por los hombres para luego amarlos. Al otro día me llamó Julio César y me dijo: ‘Mira, Núñez, puedes venir a leer el final’. Y ese sí lo hicimos. A la gente le gustó». Los protagonistas se despedían en el aeropuerto. Ella se llevaba a otro país a los hijos de él y a los que ambos tuvieron en común.
Enseguida, RCTV la reclamó. Entre otras, Flor Núñez haría El Desprecio, con la que ratificaría su histrionismo. Nuevamente, con Julio César Mármol. Y la fórmula de escritor y actriz parecía blindada. Hasta que dos años más tarde llegó De oro puro, en 1993. El gran revés. «En mi opinión, tal vez por presiones del rating, De oro puro desvió su trama a otros puntos como la comedia y se perdió la esencia de la mujer inmortal».
La audiencia nunca entendió el riesgo del autor. En cierto modo, la historia resultaba fascinante en medio del convencionalismo de los dramáticos venezolanos. Para muchos, el guion tenía el encanto de lo estrambótico. Una situación extravagante que ya Flor conocía en lo personal. A sus 19 años le robaron un beso inolvidable en un cine caraqueño, justo en el momento cuando la poseída Linda Blair giraba su cabeza en el filme El Exorcista. «Sé que no vas a creérmelo». Lo dice ahogada en risas. Pero a Flor Núñez, la inmortal del arte venezolano, se le cree todo.
Fuente Estampas
Flor Nuñez, Actríz venezolana, memorias, monólogo, teatro, obra
Originally posted 2016-09-07 14:29:53.