Esquinas, Caracas, historia, Venezuela
Paradójica ciudad de parches y entelequias, terca y de posibilidades, Caracas es dolorosa en Llaguno, poética en la esquina El viento, politiquera de Balconcito a Truco, devota de La fe a Remedios, positiva en Delicias y confiada en Eternidad. Coloreada de verde vida, y de rojo que no, la alcaldía Metropolitana hace el levantamiento de sus cuadrículas de peculiares nombre para un archivo digital abierto a la consulta
Ejemplos del Babel más atávico, nombres pintorescos y aleatorios serán claveteados en las paredes y en la díscola memoria colectiva, desde el guiño pícaro, el homenaje o el humor, con absoluto éxito. Gozona, iconoclasta, sacra o socarrona alusión a la cotidianidad, jamás las designaciones de las esquinas de Caracas tendrán origen en la planificación producida entre garnachas o capas, o pisacorbatas y estilográficas. La ingenua extravagancia de estas nominaciones ha sido, eso sí, suculenta tentación para la fantasía.
Señas urbanas inauditas son la manifestación más clara del modelo espontáneo de direcciones patrio, único en el mundo —solo en Yucatán, México, los habitantes han bautizado con apelativos a sus esquinas. Asimismo, estas indicaciones arbitrarias darán cuenta del talante portátil local y de su condición de cebolla: Caracas es un nido de historias superpuestas, factibles de remover, propiciadoras de llantenes o dulzores en cada cuadrícula.
Nombres que son, cada uno, el abrebocas, el santo y seña, el título de una historia y sus versiones, más creatividad entra en juego cuando se mencionan en llave. De Peligro a Pelelojo eriza las pieles con su actualizado realismo; entre la sospecha y la amenaza, cero goldfield, y mejor un par de tenis para correr. Apodos de cuando el territorio era campo abierto, había algunas chozas, y de día pacía el ganado, y de noche aparecían los asaltadores de camino, un bodeguero establecido frente a el peligro nombrará a su negocio “Pele el ojo”. Pero también está escrito que allí vivía Bartolomé Peligro, quien, con picapleitos realistas, se habría embolsado los dineros de un vencido capitán patriota; su apellido sería un destino.
De Concordia a Porvenir es en cambio lo anhelado; allí podría ubicarse la meta del gentilicio. De Bolero a Miraflores, parece la sinopsis de una teleculebra: pasión y ambición, despecho y poder. Relato con venas cortadas y una silla compartida, es el oráculo de Jaime Lusinchi y su amante y luego esposa Blanca Ibáñez. En esa cuadrícula desafinadade un tiempo a esta parte, por cierto, no se miran flores sino un reguero de aves o gatos negros muertos. De Zamuro a Miseria parece la síntesis de las circunstancias blasfemas de la actualidad, morgue, incómodos turnos en los cementerios, pelazón. De Sordo a Muerto puede ser el relato más brevemente contado de un magnicidio. De Amadores a Desbarrancados tendrá cita lo pasional. De Mamey a Cárcel tendrá lugar el moralismo. De Traposos a Sociedad tendrá representación la parábola del ascenso social.
Sociedad se llama así, sin embargo, porque a principios del siglo XIX en una hermosa casona se reunía la celebérrima Sociedad Patriótica en 1811, allí Simón Bolívar haría sus escarceos como motivador de hombres y tendría reuniones con Francisco de Miranda, Antonio Muñoz Tébar, Francisco Espejo.
Santiago de León de Caracas comenzó a ser a regañadientes; a la tercera va la vencida, no se dejaba, que no, hasta que Francisco Fajardo consiguió, aparentemente, conquistar a la anacoreta ciudad del delicioso clima. De cuadrículas definidas en torno de la plaza mayor, al borde, las casas de los pudientes, y en la periferia, las de los de sangre roja; para el año 1580, según el primer censo español, contaba la ciudad con 2000 habitantes, y el cuadrilátero tenía 24 manzanas. Ya las esquinas tenían nombre.
Apostado en Abanico un heladero ofrece frescura mientas el calor redondea los 30 grados.
Señor ¿sabe usted por qué se llama Abanico esta esquina?
—Tengo entendido que antes no había estos calorones, supongo que más bien tiene que ver con la coquetería femenina.
Ajá
—Bueno, la mujer se abanicaba delante del hombre que le gustaba para que él supiera que le producía calor…
Jirones de episodios, las esquinas de Caracas nunca cambiaron de nombre, solo cuando estos eran apellidos; aunque Madrices —nueve muchachas hermosas de apellido De La Madriz vivían allí— e Ibarras (ocho) conservan la etiqueta.“Sí, es así desde el siglo XVI”, confirma Gerónimo Yerena Cabrera, nieto de Isidoro Cabrera, el último cochero de la ciudad. “Tengo un blog que se llama Venezuela de antaño en el que puedes encontrar…” Todo.
Marrón es un apellido que hace esquina y también se salvó; tendría buen color. De allí a Pelota estaba no solo la joyería arte Katino “la joyería del gatico simpático”, como decía Musiú Lacavalerie en el prehistórico programa de tele El batazo de la suerte; también Valenciennes, la mercería del musiú Chocrón, el papá de la poeta venezolana Sonia Chocrón, que importaba de Europa cintas, botones de nácar, tiras bordadas, botín que la escritora curucuteaba con insaciable deleite.Tiene todavía muestras de aquel paraíso y no solo porque Laura Antillano hizo a Sonia personaje en una de sus novelas, y por supuesto la colocó entre encajes: “Hicimos una maleta de recuerdos luego que murió mi padre”.
Padre Sierra conserva el nombre desde la Colonia. El sacerdote Joseph de Sierra habría arriesgado su propia vida durante la epidemia de 1766, y ese mismo año ayudaría también a las víctimas del terremoto. Igual de añosa, la esquina de Romualda. Ña Romualda tenía un mesón donde ofrecía el mejor mondongo caraqueño; era habitué José Antonio Páez, más vinculado, no obstante, con la esquina de Angelitos por otros placeres: era amante de una casada y cuando la visitaba pedía a los guardias —funcionarios públicos involucrados en los desaguisados de la vida privada del jefe— que lo protegieran. Comenzaron a llamarles “angelitos”.
Agustín Pérez, autor de la mejor bebida de piña y papelón de Caracas, fue también dueño del negocio más cómodo, al suroeste del mercado de la Plaza de Armas: con una llave hacia la calle y un cántaro colgante, podía despachar a sus clientes sin abrir la puerta, mientras oía el centavo al caer en una alcancía, según las fuentes consultadas por la gente de Urbanimia, profesionales que dejaron sus carreras para guiar calmos recorridos por la ciudad.
¿Caballero, sabe por qué esta esquina se llama El Chorro?
—He oído que había un grifo en alguna parte, pero si de aquí va a Coliseo la cosa se complica.
La esquina de Cristo al revés tiene que ver con un zapatero que cosía tan artísticamente las zapatillas de tacón Luis XV como las botas de los soldados; luego que un colega se instaló a pocas casas colocó de cabeza a Cristo para presionarlo a que le alejara al competidor. La del Muerto tiene que ver con un vivo. Durante la llamada Guerra de los Cinco se libraban batallas en las calles de Caracas, y los heridos morían de mengua porque los vecinos cerraban puertas y ventanas. Pasa el carruaje con los camilleros a recoger los cadáveres y se levanta uno: “Todavía estoy vivo”. Esquinas de Ánimas: sí, alguien las vio salir, susto. No, que fue que alguien se disfrazó para hacer una broma.
Las Gradillas se encuentra indicada en el plano que elaboraron para el Rey en 1572 en ese sitio donde existían unas gradas o gradillas para bajar a la Plaza Mayor de la Colonia;según Carmen Clemente Travieso es la primera esquina nombrada por voz popular. Zamuro: el dueño de la carnicería de El Zamuro anunciaba, disparando cohetes, que había matado cerdos.
“Plaza López”. Así sería llamada hasta 1946 donde se encontraba,contiguo al puente-elevado de la Avenida Urdaneta, en el cruce con la Avenida Fuerzas Armadas, el monumento a Cristóbal Colón, que luego fue trasladado al Parque Los Caobos. El 15 de mayo de 1921 llegó a Caracas el infante Fernando María de Baviera y Borbón, en calidad de embajador del rey Alfonso XIII. Se alojó en la casa de la familia Anzola frente a la Plaza López. Por ello cambió a Plaza España y se colocó allí un busto de Miguel de Cervantes y Saavedra que ¡desapareció!
Hay cinco esquinas Alcabala, cuatro del Carmen, dos Campo Elías, una por el español que prendía los faroles, y otra por el español que fue patriota. Miranda no se llama así por Francisco de Miranda. En Pajaritos había una acequia y los pajaritos venían a beber. Y en Santa Capilla, donde hubo una ermita hecha por indígenas, se realizó la primera misa en toda Caracas. Reestructurada por uno de los presidentes más devotos de la arquitectura francesa, Guzmán Blanco, quizá por eso es la única iglesia que tiene en su fachada al diablo.
“Quizá estos nombres son un eterno guiño irónico. Una humorada inconsciente que nos retrata. Como que la Calle El Progreso, cruce con Avenida Victoria, conduzca a los calabozos del Sebin; no puede ser más paradójico. Como lo es El Llanito, El Silencio o ¡La Paz!”, dice el escritor Héctor Torres. Lena Yau, periodista y escritora, añade desde Madrid lo que le dijo a un taxista: “Cuando pronuncié Peligro y Pajaritos, nombres que le recité sin que me invitara a hacerlo, bajó el volumen de la radio, me miró desde el retrovisor y me soltó: Vuestras esquinas os cuentan. Venís volando, huís con miedo”.
Fuente El Estímulo
Esquinas, Caracas, historia, Venezuela
Originally posted 2016-07-26 16:09:21.