Elba Escobar: Sobre su labor y la inmigración

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En el cielo de la actuación venezolana, Elba Escobar está entre los dioses más elevados. Su sublime capacidad de desdoblarse, así lo dicta. Y como buena divinidad, su talento va más allá de los escenarios. Ella canta y actúa. Se mueve y actúa. Habla y actúa. Se le desborda la actriz por todos lados.

Ese talento le ha permitido tener trabajo seguro en el teatro  desde hace 40 años. Aún así, viene a Maracaibo el 5 de agosto para presentarse en el Paraninfo del Aula Magna de la URU con su obra Yo sí soy arrecha,  en íntimo, ante un foro de 200 personas y ella confiesa que todavía siente el miedo de la primera vez que  pisa un escenario.

“¡En íntimo con 200 personas! ¡Qué susto! Los últimos años de mi vida he hecho teatro para 30 personas y siento que está lleno”.

— Con tanta trayectoria, ¿en serio se asusta?
—Bueno,  es que es  susto y  también emoción,  por hacer la gira en Venezuela. Tengo dos años yendo  y viniendo al país, porque vivo en Miami. Y a Maracaibo fui como hace  cinco  años, cuando fui a montar la obra Mi marido es un cornudo, también en la URU.

—¿Cómo es el público zuliano?
—Adorable. Me pasa algo, me siento de allá. En cuanto  piso la tierra zuliana soy de allá. Es la parte del país que más afecto me demuestra. Yo siempre digo que tengo dos nacionalidades la venezolana y la maracucha. Además, cuando yo estaba niña, mi papá trabajó en los campos petroleros. Mi primer idioma es el maracucho.

— Por cierto que en su última venida a Maracaibo tenía reciente el duelo de la muerte de su papá.
—Sí. Fue en el 2009, lo enterré y a los dos días me fui a presentar en Maracaibo. Tiempo después falleció mi mamá, y yo tenía una presentación en Valencia, era el día de las madres y  ella estaba  hospitalizada, ya  inconsciente. Pero la dejé con mi hermana y le dije: ‘Mamita no te me vayas a morir. Espérame que ya yo vuelvo. Voy a trabajar’.  Fui y canté y me regresé. Cuando entré a Caracas me llamó mi hermana y me dijo: ‘Se nos fue la viejita’. Llegué directo a la clínica a terminar de despedirme.

—¿No se arrepiente de haberse ido a trabajar?
—No. Creo que cumplí mi misión. Casualmente mi mamá era valenciana y yo en el show canté las canciones que a ella le gustaba cantar y yo decía: ‘No sé porqué estoy aquí. Parece que la parte de mi mamá que necesitaba despedirse de su tierra está aquí, conmigo.Canté las canciones de María Luisa Escobar. Fue súper conmovedor. Allí lloré yo y el público también. Afortunadamente en esta profesión, si para algo tenemos permiso, es para llorar.

—Si se quiere, usted ha acompañado a los que han marcado hitos en la historia del cine con temática homosexual. Macho y hembra por ejemplo, es la primera película venezolana que muestra a dos hombres besándose y De Mujer a Mujer también hay un primer beso lésbico. Luego participa en películas abiertamente gay como Liz en septiembre y Azul y no tan rosa…
—Yo me siento orgullosísima de haber participado en todo eso. Además agradecida con todos esos creadores.

—Mauricio Wallerstein, cineasta mexicano que vivió muchos años en Venezuela, fue un innovador  y usted participó en dos de sus películas que irrumpieron con la temática de la homosexualidad, ¿qué significó participar en esos proyectos en su tiempo?
—Mi Mauricio querido, si. Yo hice con él dos películas Macho y hembra, y De Mujer a Mujer, ambas muy desafiantes.

Cuando a mí me dieron el libreto de Macho y hembra esa fue mi primera de fuego, muchas actrices se negaron por susto. Porque de repente,  no era que tenían prejuicio, sino que temían: ¿qué va a pasar con mi carrera? ¿qué van a decir mis padres? ¿qué va a decir mi novio? Yo tuve que elegir, o mi profesión o la opinión de los demás, y  elegí mi profesión.

Entendí que cuando uno es actriz a uno le toca interpretar millones de personajes con los que de repente no estés de acuerdo o que juzgues en lo personal, pero en el momento de interpretarlo no se juzga, y se necesita buscar todos los elementos que justifican que ese personaje es como es,  para poderlo hacer con honestidad y con verdad. Y amar lo que ese ser humano es, independientemente de lo que sea. Por eso yo digo que el teatro me enseñó la vida. Porque cuando uno tiene 40 años representando cientos de personajes que no tienen que ver contigo, uno vive a través de cada uno de ellos una vida excepcional, cuando la vida de uno es simple.

—¿Pero sí se aprende de ellos, cuando se dice que nadie escarmienta con cabeza ajena?
—Claro que sí. Porque uno es ese personaje uno vive lo que viven ellos así dure dos minutos la escena. Uno es esa persona y si no eres esa persona, no eres actor.

—¿Cuál ha sido el que más lecciones le a dejado?
—Es que todos me han dejado ver algo de mí misma. Pero recuerdo, por ejemplo, un personaje que tiene una sola escena, en la película El Enemigo de Luis Alberto Lamata. En esa película yo era la esposa del policía que hacía Carlos Cruz y nos hieren a nuestra hija, que estaba en cama, y era Daniela Alvarado. El malandro es el hijo de Lourdes Valera. Esa madre decide odiar por la desgracia de que le mataron a su hija. Yo soy una mujer conciliadora y en mi corazón no se alberga el odio de ninguna manera, pero yo supe lo que sienten las madres venezolanas que le matan a sus hijos. Y entiendo cuando dicen que tienen odio. (La voz se le quiebra como un dique conteniendo el llanto) Yo lo etiendo… ¡Lo viví!

—Siendo una de las actrices  consagradas en Venezuela, allá le tocó hacer colas para los casting  como hacen  los nuevos actores, ¿eso le golpeó el ego? 
—Aquí no hay manera de entrar a un canal si no es con casting. Eso de que alguien te meta por palanca no sucede. Y en la cola del casting te encuentras con muchísima gente  buena. Me he encontrado con Adriana Barraza (la que fue nominada al Oscar). La desventaja que yo tengo es mi edad (60 años). Mis personajes pueden ser mamás, abuelas, y las historias que cuentan las novelas casi siempre son de gente mexicana y el papel se lo dan a una mexicana.

—¿En ese sentido el teatro ha sido su salvación?
—Sí mi amor, el teatro siempre ha sido mi salvación. A mí el teatro me preparó para la vida.

—La historia de Yo sí soy arrecha lleva una reflexión sobre el alcoholismo ¿no?
—Es la historia de una mujer súperexitosa y va contando sus viajes y todo lo que ha logrado porque ella es arrecha. Pero realmente lo que hace es poner la cagada en todas partes, porque va borracha. Entonces la gente es pura risa y risa. Pero al final,  se derrumban porque se dan cuenta del drama de la tipa, que lo que está es sola porque nadie la soporta. Entonces queda derrumbada. Este es un monólogo que pertenece a la obra Relatos borrachos, escrita por el maracucho Enrique Salas. Yo la dirigí cuando se estrenó y quien la interpretó en aquel momento, de manera gloriosa, fue Caridad Canelón. Luego que me fui a vivir a a Miami, Enrique Salas me dijo que hicieramos el monólogo de la ejecutiva en microteatro y fue un éxito. Yo hacía hasta 10 funciones en una noche. Estaba recontracansada porque ya yo estoy muy mayor pa’ esto, pero bueno, tengo que ganarme los cobritos vos sabéis! (soltó su risa sonora, luego de demostrar su dominio del hablar maracucho).

La comenzaron a pedir para llevarla Houston y Enrique tuvo que escribirle más y así se convirtió en una obra. Con ella se hizo convenios con Alcohólicos Anónimo (Al-Anon) para presentarla en empresas y donde hay público sensible. Los familiares lloran mucho, que luego me dicen aparte, mi papá es alcohólico, tengo una tía así. Es una obra que adoro hacer porque tiene las dos condiciones más importantes que debe tener nuestro trabajo que es entretener y hacer servicio.

—También canta boleros en Miami, ¿lo considera un tigre?
—El bolero es un tigre buenísimo. Y yo aquí te he cantado, hago teatro, microteatro y doy talleres motivacionales. Hago de todo como cuando tenía 30 años. Tengo que ganarme la vida.

—Se le siente en su discurso cansancio de trabajar, ¿ha pensado en retirarse?
—Esa es otra de las cosas que dije y no se cumplió. La vida me dijo: ‘¿retirarte? Sal a la calle a matar tigre  como loca para que pagues las cuentas. Se te acabaron los ahorros, ¡necia!’.

—¿Quiere decir que si tuviera amplia solvencia económica se retiraría?
—Honestamente si.

—¿En serio?
—Si.
(deja un silencio tras el suspiro)

De esta profesión uno no se retira nunca. Pero de lo que sí me retiraría es de tener que trabajar para pagar las cuentas. Llevo 40 años trabajando para pagar las cuentas mías y las de mi familia. Porque cuando hay alguien en la familia que tiene un poco más de posibilidades económicas, se convierte uno en cabeza de familia. Y eso no es fácil.

—Una de las razones por la que usted se va del país es porque su hijo se quedó sin divisas para pagar sus estudios universitarios, ¿no?
—Si. No le dieron más Cadivi. Los dos últimos semestres los tuve que pagar yo. A él me lo secuestraron dos veces en caracas. Y los malandros nunca supieron que el muchacho era hijo de Elba  Escobar porque el no lo dijo y eso favoreció que lo soltaran, él suele crear empatía con la gente, y habló con  ellos  y los bendijo, y  los tipos terminaron soltándolo. Ambos secuestros duraron horas y los dos carros se lo robaron . El primero era un carrito viejo mío. Y el otro se lo compró dando la inicial con lo que le dió el seguro del primero. Entonces claro, uno se asusta y si se da la opción, uno toca puertas en otro país. Pero hay montones de madres que no tienen opción y tienen que vivir con esa angustia.

— ¿Qué es lo más importante que debe saber un inmigrante?
—Ver el cambio como una oportunidad y estar dispuesto a prender. A mí  por ejemplo, me tocó tragarme todas mis palabras. Yo dije que jamás me iría de Venezuela. También dije que jamás viviría en Miami (desató su risa). Luego dije que JAMÁS (así gritado) haría casting. Y aquí he hecho 20 y en ninguno he quedado. La vida no es como uno cree sino como se va presentando. Hay que fluir,  no tener expectativas y ver todo como una oportunidad.

Fuente Panorama

Elba Escobar, actriz venezolana, inmigración, obras

Originally posted 2016-08-03 20:33:44.