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Tras crear una orquesta similar al formato de El Sistema en Groenlandia, Ron Davis Álvarez trabaja en la formación de otro grupo sinfónico con refugiados en Suecia. Formado bajo la guía del maestro José Antonio Abreu, tiene a la música como la savia que une pueblos, conciencias y humanidad
De acuerdo con un informe de Televisión Española (RTVE), Suecia recibió en 2015 un total de 163.000 peticiones de asilo; alrededor de 35.000, de niños sin acompañantes. Con 9,8 millones de habitantes, aquella nación posee la mayor cifra per cápita de refugiados de toda Europa.
Ron Davis Álvarez (Caracas, 1986) ha sido testigo del fenómeno migratorio. “Ya había venido a dar clases varias veces a Suecia y es algo que puedes ver, ¡la cantidad de refugiados que llegan en trenes a Estocolmo es impresionante! Una de las cosas que pensé fue, ‘¡Tenemos que integrar estos niños a la sociedad!’. Y yo no conozco otra manera que no sea con El Sistema, utilizando la música como herramienta de inclusión social”, cuenta el músico.
Vía Skype desde Gotemburgo, Ron Davis Álvarez cuenta cómo ha formado la Orquesta Sueños con niños y jóvenes refugiados, como parte de El Sistema de Orquestas, sede Suecia. “Empezamos a tocar puertas. Conseguimos un violín, una viola, un chelo… comencé a ir a los lugares donde viven, empecé a moverme, y en dos semanas les dije que íbamos a hacer un concierto y lo hicimos en junio”.
La orquesta está conformada por unos 25 chamos, provenientes de países como Siria, Afganistán, Eritrea y Albania, más algunos suecos. Sus edades oscilan entre los 9 y los 18 años de edad. “Acá llegan muchos niños solos, sin sus familias, que pueden estar en Turquía o en Grecia. Muchos han sido transferidos de otros refugios, otros han venido solos; llegaron hace cinco u ocho meses”, cuenta Álvarez, quien recuerda casos puntuales como el de Shadi, de Siria, quien hizo una travesía que incluyó un viaje en una pequeña balsa ocupada por unas 35 personas, y dormir en el suelo en Grecia; para luego ser transferido a Turquía y finalmente llegar solo a Suecia.
“Hay otro niño de Afganistán, que vivía cerca de la capital. Él ayudaba a su familia con el pastoreo. Quería estudiar pero no podía hacerlo porque si le encontraban un libro lo mataban los talibanes. Pasó por 10 países antes de llegar acá”, narra el director, quien suele recibir mensajes de texto y notas de voz de estos muchachos incluso en la madrugada para consultas musicales y personales. “Yo les contesto así sea a la 1:00 de la mañana porque, ¿a quién más le van a mandar ese mensaje? A todos les he tomado cariño, me siento inspirado por ellos. Son muy fuertes por esta travesía que han hecho, pero a la vez, son niños, jóvenes, gente que quiere soñar”, narra el venezolano, quien debe valerse del lenguaje universal de la música para comunicarse, ya que muchos no hablan inglés.
Ron Davis Álvarez ensaya con los niños y jóvenes música típica de Suecia, de Groenlandia y de Afganistán, así como el llamado Himno de la alegría de Beethoven. El resultado lo mostró, por ejemplo, en una presentación el pasado 24 de octubre en la sede de una iglesia liberal que ha prestado sus espacios para los ensayos. Explica algunas de las razones que lo mueven a hacer el trabajo que realiza: “A estos niños, que están acostumbrados a escuchar bombas y cosas horribles –porque me lo han dicho–, yo les puedo ofrecer ahora el sonido del aplauso de la gente, y eso para mí es muy gratificante… convertirme en un canal de servicio, en esa oportunidad para ellos, eso me llena de energía para pararme y multiplicar este proyecto”, comenta el venezolano, quien ya creó una orquesta similar en Groenlandia en 2011 con niños provenientes de un orfanato.
Música bajo cero
Ron Davis Álvarez contaba en 2012 a la periodista Dubraska Falcón –quien luego se convertiría en su esposa— una anécdota sobre aquella experiencia en Groenlandia: “Los conciertos los hacemos sobre el hielo porque no hay teatro. O vamos al único colegio y hospital que hay. A veces damos conciertos en los barcos, a cazadores y pescadores, que seguramente nunca habían escuchado un violín y ahora tienen a unos niños que saben tocarlos”.
El venezolano llegó a Groenlandia por una gira que hizo con Joel Spiegelman, por recomendación de unas profesoras del entonces Instituto Universitario de Estudios Musicales, en Caracas. Le dijeron que había un curso con el pianista y la forma de pagarlo era haciendo un trabajo social similar al que realizó con niños damnificados de las lluvias en Guatire. Envió un video con su currículo y fue aceptado.
En Groenlandia trabajó en el orfanato Children Home Uummannaq con unos 30 muchachos, algunos con padres suicidas o alcohólicos, con problemas de conducta severos, producto de abuso sexual, abandono o inadaptación. Aquellos seres entre 4 y 18 años, que no podían estar juntos, logran agruparse en una orquesta que desde la partida de Álvarez, es dirigida por otra venezolana, Sofía Hernández.
En junio, Ron Álvarez tuvo la oportunidad de ver juntas a las dos orquestas más importantes que ha creado desde 2011: aquella formada a 500 Km del Círculo Polar Ártico, y la Orquesta Sueños que acaba de arrancar en Suecia. Quien fuera también director del núcleo de El Sistema de Guatire y Guarenas, dice haber trabajado como embajador de la institución creada por el maestro José Antonio Abreu en más de 12 países.
“En el Side by Side dirigí a 1.250 niños. ¡Fue muy emocionante porque significó unir dos grandes proyectos! Yo creo que este es solo el principio; ahora es cuando viene más responsabilidad. Quiero que esto se convierta en ejemplo mundial, que estas orquestas puedan ser herramientas para países que están recibiendo tantos refugiados en este momento. Uno de mis sueños es llevar este proyecto del maestro (José Antonio Abreu) por todo el mundo, ir a donde nadie quiere ir”, comenta el músico.
En densas aguas
Casualmente, mientras se desarrollaba esta conversación, The New York Times publicaba un encendido artículo firmado por Zachary Woolfe, titulado ¿Podemos disfrutar a la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar mientras Venezuela colapsa? En el texto, la autora señala: “Al ser el rostro internacional de El Sistema, (Gustavo Dudamel) ha sido objeto de múltiples críticas por mantenerse en silencio (y por lo tanto aquiescente) mientras sigue recibiendo el apoyo del gobierno (venezolano)”. Y cierra la columnista con la siguiente opinión: “La clave para los oyentes contemporáneos no solo es mantener los oídos abiertos, sino también los ojos. No existe tal cosa como la cultura apolítica. Y tampoco deberían existir los consumidores apolíticos de cultura”.
Sin haber comentado sobre el artículo, mas sí sobre la falta de beligerancia política de Dudamel, como rostro más conocido de El Sistema, Ron Álvarez comenta: “Yo no ignoro lo que está pasando en Venezuela, donde hay una crisis humanitaria, porque toda mi familia vive allá, todos padecen la falta de medicinas y alimentos. Definitivamente, es un problema que debe resolverse, pero mientras tanto, nosotros hacemos país con El Sistema, trabajamos por la conciliación, por crecer dentro de una cultura de paz. El Sistema es algo de todos, por lo que tenemos que luchar todos. Hay casi 700 mil niños en él, son 1.700 orquestas, más de 700 núcleos… No se trata solo de alzar la voz, porque la alzas y qué haces después. Tienes que salir adelante y El Sistema es parte de la solución. Es una iniciativa que debe mantenerse. Venezuela es lo más importante, con El Sistema como parte de su solución”.
Además, Álvarez acude en defensa de Dudamel: “Se critica al maestro, pero él es un ejemplo a seguir, él se monta a dirigir en cualquier escenario, y debe ser un orgullo, esto no es algo para criticar. Él es un venezolano que está cambiando al mundo con mucho de lo que hace, con YOLA (Youth Orchestra Los Angeles), por ejemplo. Yo lo hago. Para mí, la mejor manera de actuar es haciendo lo mejor por mi país, por otros países, por niños que lo necesiten. El sueño del maestro Abreu es que llenemos el mundo de orquestas y que formemos músicos y ciudadanos. Yo apoyo a los niños refugiados de guerra, y quiero que los venezolanos se sientan orgullosos de esto, dar lo mejor de mí”.
¿Qué si ha llegado a comparar los problemas de los niños venezolanos con aquellos pequeños que son escupidos por la guerra? “Son diferentes problemas. Lo que he pensado es cómo la música puede ayudar a un niño. En Groenlandia tuve algunos con problemas de abuso sexual, diferencias culturales, traumas severos; en Venezuela, tuve alumnos en pobreza extrema, provenientes de barrios, que se sentían nadie. Estos niños de Siria se sienten nadie, perciben que no son valorados, pero todos están buscando un rescate social, están tratando de ser parte de algo a través de la música, ser parte de una orquesta, de la comunidad, sentirse integrales”, concluye.
Fuente El Estímulo
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Originally posted 2016-11-09 17:40:40.