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Puntadas precisas y cortes exactos le ayudaron en Estados Unidos a vencer a cientos de aspirantes y a convertirse en el primer venezolano en Project Runway. Acá la historia de este diseñador de moda, que enfrenta con rigor obsesivo el desafío de medir sus costuras ante los ojos de Nina García, Zac Posen, Heidi Klum y millones de televidentes.
Tenía que domesticar una máquina Singer prestada, hacer rendir las cinco yardas de papel de patrones que le había regalado un amigo –“utilicé también papel de periódico porque el de patronaje no me alcanzó” –, cortar en el piso con esa precisión maniaca en cada línea, coser en una mesa de comedor, planchar en una mesita pequeña, pues es un obseso de las telas sin arrugas. Pero él sabía lo que era marcar puntadas en espacios estrechos: el brevísimo taller de sus inicios había puesto a prueba sus costuras. Porque el buen oficio no conoce cortapisas. Con apenas unos pocos meses en Miami, en una casa y una ciudad que no eran las suyas, el diseñador de moda Roberi Parra ya preparaba ocho atuendos, con el fin de presentarse ante un jurado en Atlanta para intentar clasificar en la temporada número 15 de Project Runway.
Atrás había quedado Caracas y las calles del centro que conocía tan bien como enrollar hilo en un carrete. En Miami tenía que ver telas, conseguir botones, comprar cremalleras en un mapa que le era ajeno. “Conocí la ciudad en autobús, y como todo acá es muy costoso, tenía que hacerlo muy medido”. Se iba al downtown, veía las telas, luego desarrollaba la idea y al día siguiente regresaba a comprar materiales. “Me vine a Estados Unidos con un presupuesto limitado”, cuenta.
Fueron noches largas de costuras con el tiempo en contra. Tijeras en el piso. Alfileres en la tela. Y el rigor de las puntadas de siempre. Entre las piezas que llevaba a la entrevista: un kimono de tela tejida en telar con aplicaciones, una falda de brocado y vinil y un vestido de flores de líneas austeras. Varias semanas después de la presentación –“y cuando ya no te quedan uñas de los nervios porque ves que el tiempo pasa y no te avisan” – llegó la llamada en la que le anunciaban que era uno de los seleccionados. La próxima parada era la Gran Manzana.
Maletas a Nueva York
De pronto, los reflectores encima. Ya estaba en Nueva York como uno de los 16 concursantes de Project Runway. Roberi Parra, el diseñador reservado, esquivo y poco dado a la exposición, se enfrenta ahora a una vida frente a las cámaras y con un micrófono en el cuerpo al que le cambian la batería tres veces al día. “En el programa no sabes qué hora es. No sabes qué día es. Te levantan a las cuatro de la mañana. Tienes muy pocas horas de sueño. Antes, cuándo veía el programa me preguntaba: ‘¿por qué lloran?’. Pero cuando estás adentro te sientes aislado, estás estresado, no has dormido, estás fuera de tu zona de control y, además, tienes una cámara enfocándote. Yo lloré en el primer capítulo”, se sincera. Ese era para él el verdadero desafío.
A los otros retos les hizo frente con el entrenamiento ganado de ser un diseñador en Venezuela. Coser en la adversidad y salir invicto es una proeza diaria en un país en el que, en la escasez, conseguir un color de hilo o una medida de aguja puede ser una hazaña. “De alguna manera la vida real supera la ficción en televisión. En el programa muchas veces los diseñadores se sienten sobrepasados por la situación del reto con pocos materiales. Y para mí esto es muy familiar. Yo me digo: ‘¡yo puedo con esto y más!”, arroja convencido porque sabe que fuera de la pantalla, en su país, ha tenido que vencer lo imposible. “Los venezolanos hemos aprendido a trabajar con poco. Eso es absolutamente cierto. Cuando en el programa me dan dinero para comprar materiales siempre me sobra. Me di cuenta de que he estado acostumbrado a no malgastar, a comprar con mesura, a no desaprovechar los recursos”.
Cada prueba lo mide a sí mismo. “A mí me gusta meditar mucho mis diseños. Pero acá tienes que diseñar en 30 minutos y salir corriendo a comprar telas. Y si la idea que tienes en la cabeza no funciona, tienes que hacer que funcione. Hacerlo lo mejor posible con las posibilidades que tienes”, razona de ese aprendizaje a contrarreloj. Así, cada programa lo lleva a examinarse como diseñador y más cuando los cuestionamientos de Tim Gunn lo llenan de incertidumbre. “En Project Runway tienes que trabajar sobre la marcha y esa manera desastrosa de producir te genera otros resultados. Yo estaba muy acostumbrado a hacer las cosas a mi manera y me vi forzado a cambiarlas”. Pero lo ha hecho sin olvidar el instinto. “Acá te tienes que alinear a los retos, pero también seguir tu corazón. Me digo: ‘Si estoy acá, voy a mostrar quién soy”.
Coser y coser
Roberi Parra fue el niño que creció haciendo las tareas en la mesa de una máquina de coser del taller de su tío sastre y abuela costurera. “Estuve rodeado del quehacer de la costura. A los 10 años yo sabía lo que eran unas hombreras y que había máquinas que hacían ruedos invisibles”, recuerda. El mismo al que le hicimos en Todo en Domingo su primera entrevista cuando aún no se había graduado en Brivil. El que se volvió un obstinado de las puntadas exactas y las terminaciones bien pulidas, ahora pone a prueba en Nueva York su oficio de hilo y aguja ante Nina García, Heidi Klum, Zac Posen y millones de televidentes.
“En el programa a veces te va bien y a veces no. Nunca sabes qué va a pasar”. Y el miedo al auf wiedersehen (adiós en alemán) de Heidi Klum siempre acecha. “A veces los jueces me entienden y otras no. En un reto puedo sentir que les va a gustar mi diseño y no les gusta tanto. A veces estoy preocupado y les encanta”, cuenta de lo que significa enfrentarse a lo improbable.
Ha sido su tenacidad por explorar las formas la que lo ha llevado a construir un discurso austero y prolijo, de una simplicidad ejecutada con mucha complejidad. “En el programa me dicen que mis diseños se ven crisp and clean”, adelanta. Y es que es un empecinado de las bastas precisas. “Soy muy terco y eso es algo con lo que debo luchar todos los días. La terquedad está asociada a algo en lo que crees. A veces me va mal por ser tan obstinado y otras, mantenerme fiel a lo que creo me da la recompensa de lograrlo a mi manera”. Esa porfía es la que lleva a algunos muy lejos, hasta el final.
Heidi, Tim, Nina, Zac
“Heidi Klum es increíblemente divertida. Cuando te evalúa depende de qué le guste a ella personalmente. Nina García es la más difícil de sorprender. Sus estándares son muy altos. Es la que hace los comentarios más severos. A Tim Gunn es difícil convencerlo. Te cuestiona para que te cuestiones. A veces quieres preguntarle: ‘¿te gusta o no?’. Pero está allí para ayudarte. Zac Posen ve el trabajo como un diseñador. Se enfoca más en cómo está construido y hecho el vestido y te puede entender un poco más”.
El lenguaje de las miradas
La tarea de descifrar las miradas de los jueces de Project Runway no es nada sencilla. “Cuando tienes 10 horas viendo tu vestido lo que quieres es verle la cara a los jueces cuando lo evalúan”, dice Roberi Parra. “Desde que tu vestido sale a pasarela se acaba tu paz y tranquilidad hasta que hablen contigo. En los ojos de Nina García es difícil saber si le gusta o no. Zac Posen coloca unas caras muy raras, y no siempre sabes qué está pensando Heidi Klum”.
Fuente Todo En Domingo
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Originally posted 2016-10-03 20:04:16.