Cosas, pasan a los venezolanos, cuando, se juntan, españoles
1. Dices “vale” más veces de las que creías posible.
Porque el “ok, fino” al que estamos acostumbrados deja de tener sentido. Y porque el “vale” se escucha tanto entre españoles, que es inevitable repetirlo. Eso sí, no perdemos nuestro acento, sólo nos adaptamos a las conversaciones.
2. Empiezas a hablar en su castellano porque no entienden el tuyo.
Los españoles, cuando no te entienden, es que “no se enteran”. Te miran raro si dices “celular” en vez de “móvil”, si dices “resaltador” en vez de “rotulador”, si dices “control remoto” en vez de “mando a distancia”… También causa confusión si pronuncias “wifi” como güaifai (como es correcto en inglés) y no güifi como ellos dicen. Entonces, para evitarnos la cara de incomprensión -como si estuviésemos hablando en chino- cedemos ante su manera de expresarse.
3. Caminas sin detenerte en el paso peatonal.
En Venezuela no estamos acostumbrados a que los carros nos cedan el paso y en España nos detenemos ante el paso peatonal obligatorio, pensando que si no lo hacemos, el carro nos va a llevar por delante. ¡Pero no! Resulta que se detienen y te dejan caminar. Entonces, ya a los pocos días te acostumbras a esa sensación de bienestar, y cruzas la calle sin siquiera mirar si el carro va a seguir o no. Es tu paso, es tu derecho.
4. Dejas que te convenzan para salir de noche.
Eso de “tengo que llegar temprano a casa” o “se me hace tarde para volver”, no existe al lado de un español. Planean una salida y, si no tienes carro, te dicen cuál es la mejor vía del metro o del bus que hay que tomar para volver. Si se hace muy de noche, te dicen que no te preocupes, que para eso están los buses nocturnos y ya. No hay excusas para decirles que no, porque además se puede caminar por ahí con seguridad.
5. Te parece bien una caña a las 11 de la mañana.
Ellos toman a cualquier hora y por cualquier cosa: para acompañar la comida, para conversar, para celebrar que ya no hace frío, para refrescarse porque hay calor. Es muy normal comenzar a pedir cañas por ahí y más si cuestan sólo 1€ las más sencillas.
6. Aprendes a tomar la siesta.
Aunque no todos los españoles toman siesta, ni el ritmo de vida es igual en las ciudades grandes que en las pequeñas, lo cierto es que el concepto de “siesta” es una novedad para un venezolano. Sin embargo, si a algo nos adaptamos rápido es al horario español: la vida arranca a eso de las diez de la mañana y luego de la hora de la comida, bien vale la pena una siesta, para volver a las actividades a las cuatro o cinco de la tarde, hasta entrada la noche. Así, todos los días y es por eso que…
7. ¡Te acuestas a dormir tardísimo!
Lo que para un venezolano es la hora de la cena, para los españoles es la hora de una tapa o de un aperitivo, que sólo nos va a preparar para el plato fuerte que viene mucho más tarde. Cenas, tomas algo, conversas y ya se te hace la medianoche en un santiamén.
8. Comes varias veces al día.
Con los españoles aprendes a desayunar, merendar, almorzar, merendar, picar alguna tapita, tomar una caña, otra tapita y luego a cenar como Dios manda.
9. Todo te comienza a parecer cerca.
Cuando tu amigo o amiga española te explica cómo está todo distribuido en el mapa, harás como ellos: preferirás caminar que tomar el metro o el bus. Si solo vas a dos o tres estaciones de distancia (incluso, más), “No es tan lejos”, te dicen. Y una vez que te adaptas a caminar cada día, todo comienza a estar mucho más cerca de lo que creías.
10. Te emocionas con el fútbol aunque no te guste tanto.
Eso es inevitable. Cuando juegan los grandes equipos, las calles se quedan desiertas, hay un silencio inusual y luego, todo se desborda en gritos y aplausos mientras vuelven a la rutina. Te emocionas… aunque no sepas quién hizo el gol.
Fuente Matador Network
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