Camino Real del Carrizal: un viaje de reconexión

Notes

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Una travesía en el Parque Nacional Sierra Nevada a través de un camino que con más de 500 años invita a reconectarnos con nuestra esencia más pura.

«Una persona tiene derecho a conocer su pasado para defender su identidad». Esta frase permite reflexionar sobre lo que éramos, lo que somos y a dónde vamos.

El sincretismo cultural ha evolucionado nuestras costumbres. En algunas partes hemos perdido nuestra «venezolanidad». No obstante, podemos decir que en ciertos rincones de nuestro país aún mantenemos esa esencia «criollita» que nos caracteriza.

Podemos recuperar lo que éramos si nos detenemos a explorar nuestro pasado, a sentir y a vivir nuestras tradiciones. Costumbres que aún siguen intactas en un camino con más de 500 años que conecta Mérida con Barinas: El Camino Real del Carrizal.

Una travesía que lo llevará a conocer Venezuela por dentro. A caminar 60 kilómetros en una ruta utilizada anteriormente para el comercio por los indígenas Mucuchíes y Timoto-cuicas, y en la que podrá reencontrarse y reconectarse con la cordialidad, la gentileza y la humildad latentes en el buen venezolano.

Primer reto en Micarache

Tras tomar un vuelo desde Caracas hasta Mérida, nos adentramos a Gavidia. Un poblado entre montañas rocosas, riachuelos y casas adornadas con muros de piedras. El paisaje parece un cuadro al óleo. Sublime. Los cultivos de ajo dejan sentir su aroma en el aire fresco que nos abraza.

Al llegar al sector de Micarache, sus 3.650 metros sobre el nivel del mar le dan la bienvenida. Sentirá un leve vahído si intenta agacharse y pararse repentinamente, o si quiere correr para capturar digitalmente el espectacular momento que tiene ante sus ojos. Tómelo con calma. Tendrá tiempo para aclimatarse y contemplar lo grandioso del Parque Nacional Sierra Nevada.

Bajo los servicios de Akanan Travel & Adventure, y guiados por Félix Medina y Alí Guerrero, un peculiar arriero, emprenderá las primeras 4 horas de trekking, que lo llevarán a cubrir los primeros 14 km hasta Quita Soles, el punto en el que acampará a unos 3400 msnm.

Los primeros pasos costarán un poco. Aclimatarse tarda unos minutos. Sin embargo, cada metro caminado en ese escenario imponente le dará energía. Los frailejones adornan todo el recorrido para hacerle saber que está en los andes venezolanos. El aire puro se siente en los pulmones.

Al llegar al humilde pero acogedor chalé de Quita Soles se sentirá como en casa. Toca cambiarse la ropa mojada, por una repentina lluvia o por el sudor, y prepararse para la noche. No sin antes disfrutar de la propuesta gastronómica de Alí, quien además de ser arriero es un excelente cocinero. Por algo dicen que la comida reconforta el alma.

Cae la noche. El frío penetra las paredes del refugio y se posa sobre la carpa. Dentro del sleeping las horas se hacen cálidas para reponer energías de cara a un tramo exigente.

El Carrizal reta el espíritu

El sol sale entre las montañas y sus rayos se posan sobre la grama para darle vida a los colores. El desafío del segundo día es de 13 km. Y aunque aparentemente es menor que el anterior, el camino es sinuoso y lo llevará de 3400 msnm a 1500 msnm en un tiempo de 9 horas.

Durante los primeros metros, el verde intenso se ilumina con cada pisada. Los riachuelos siguen adornando el camino y el musgo viste cada una de las piedras y árboles de un escenario deslumbrante. Mientras avanza vivirá la evolución de su ser y de la naturaleza. Conéctese.

El clima y la vegetación del páramo van mutando y le dan paso al bosque nublado. Frambuesas y moras silvestres se ponen a su orden en un camino estrecho de piedra suelta en el que deberá pisar con precaución. El primer puente colgante es un espectáculo.

Tras unas cinco horas de descender unos 2000 msnm, llegará al pueblo de El Carrizal, un caserío «en el que anteriormente vivían 30 familias» pero hoy en día solo Alí Guerrero vive con su esposa Lourdes e hijos. ¡Sí! Un pueblo solo para él y su familia.

Y aunque surgirán muchas preguntas de por qué no se ha ido, él con una sonrisa le responderá: «aquí es mi casa y aunque es lejos se vive bien, se come bien y se duerme tranquilo, con las puertas abiertas sin temor a nada». Al caer la noche, el calor de hogar se siente en la Mucuposada El Carrizal, en donde una ducha refrescante con las aguas del Río Canaguá y la atención de la familia de Alí lo invitan a pasar una tranquila velada.

De Mérida a Barinas

Amanece con el bramido de las vacas. Un aromático café con leche recién ordeñada carga los ánimos para comenzar el tercer día, en el que 12 km lo llevarán de las montañas merideñas al llano alto barinés.

Tras 7 horas de recorrido, El Ciénago le da la bienvenida. Énoe y Rafaela abren las puertas de la Mucuposada San José para recibirlo con un sancocho de gallina y la mejor atención. ¡Bienvenido a la familia!

Cae el sol, se escucha la afinación de un viejo cuatro junto a una bandola llanera. Los acordes están listos. ¡Que empiece el concierto! Juancito, con sus 7 años, lo sorprenderá con su vozarrón. Al son de «La Quirpa» se reconectará con el llano y reafirmará su letra.

A Santa María de Canaguá

El último día de travesía es exigente pero no extenuante. Son 21 Km que lo llevarán hasta la Mucuposada Los Samanes. No sin antes parar en Alto de La Aguada, para conocer de cerca una iglesia construida por el artista venezolano Juan Félix Sánchez. Al llegar a Santa María de Canaguá se sentirá parte de esa llanura, de su gente trabajadora, humilde y carismática. Agradecerá por el trato, por la sencillez de vivir humildemente y sentirse verdaderamente rico.

Fuente Estampas

Camino Real, del Carrizal, un viaje, reconexió,  Sierra Nevada